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CULTURAL MADRID 03-07-1998 página 22
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CULTURAL MADRID 03-07-1998 página 22

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario 3 de julio de 1998 HEMINGWAY, CIEN AÑOS S OBRE una de las paredes del salón de mi casa de Madrid descansa una fotografía en blanco y negro de Hemingway. Es una de las cinco instantáneas que el canadiense Karsh le hizo en 1954, pocos días después de la concesión del Nobel por El viejo y el mar texto cuya lectura hizo decir a Faulkner que sólo era posible haberlo escrito con la visita de Dios al escritor. La fotografía de Karsh- que tiene una historia novelesca, en parte contada en Así en La Habana como en el cielo -fue sacada clandestinamente de Cuba hace algunos años y muestra a Hemingway como siempre fue: un viejo con ojos de niño, cuya mirada errática busca tal vez escaparse del espejo de su memoria, de sus achaques físicos y de sus manías paranoicas para quizá encontrarse con el adolescente aventurero que siempre quiso ser. Cada intérprete de Hemingway especula hoy con su propia exégesis sobre el escritor, pero en mi caso el fetiche vivo de Karsh es una visión cotidiana que ha convertido al escritor en una presencia simbólica en medio de mis propias obsesiones literarias. Cada uno de sus lectores podemos incluso inventarnos varias fechas de su nacimiento, como las agencias de Prensa se inventaron varias de sus muertes en los acci- dentes que sufrió durante sus correrías por Kenia y sus vuelos africanos en avionetas cuyas derivas garantizaban sólo un riesgo mortal. La cicatriz a la izquierda de su frente, visible en la fotografía, debió hacérsela en un accidente de navegación cuando pescaba en la costa cubana y cayó de cabeza por un golpe de mar desde el puente de mando de su yate Pilar cuyo patrón durante 20 años fue Gregorio Fuentes Betancor, isleño de Canarias que se naturalizó cubano desde muy joven. Cuba fue para Hemingway más que una parada y fonda tropicales o un refugio exótico. Fue su hogar durante dos decenios de su existencia, primero en el Hotel Ambos Mundos, en la geografía de Habana Vieja que Hemingway hizo suya de trago en trago, de paseo en paseo, de amigo en amigo y de mujer en mujer; y después en La Vigía su finca en San Francisco de Paula, entre el pueblo pescador de Cojímar y La Habana. Pero, pese a los 20 años de estancia en su casa y de la querencia y las amistades sinceras que cimentó en ese tiempo, no entró nunca en la comprensión de la cubanidad, de la cultura cubana y la cubanía. Y, salvo excepciones, tampoco los escritores cubanos mostraron un desmesurado interés por Hemingway. Norberto Fuentes cuenta en su magnífico CUBA fue para Hemingway su hogar durante dos decenios, primero en el Hotel Ambos Mundos, en la geografía de Habana Vieja que hizo suya de trago en trago, de amigo en amigo y de mujer en mujer; y después en La Vigía entre el pueblo pescador de Cojímar y La Habana ensayo Hemingway en Cuba que una vez salía Hemingway del Floridita tal como era- vital y huraño, amargo y con una mirada nostálgica, aparentemente sin rumbo decidido- y algún amigo que se tropezó con él le dijo que al doblar la esquina estaba Carpentier A Hemingway el interés repentino le desmesuró los ojos. ¿Dónde, dónde? preguntó. Ahí lo tienes, ahí está le dijo su amigo señalándole al autor de Los pasos perdidos Su cara fue entonces un poema gestual entre la perplejidad y la decepción. Ocurría que Hemingway creyó que al personaje que iba a ver era a Georges Charpentier, el campeón francés de los pesos pesados, el único Carpentier que él conocía, al menos hasta ese momento. De la larguísima residencia de Hemingway en Cuba- el último tercio de su vida, 22 años en total, antes de que se lo llevaran y lo trasladaran a Ketchum, Idaho, lugar de su suicidio- quedan muchas leyendas. Y dos ensayos fundamentales publicados bajo el mismo título. El primer Hemingway en Cuba fue escrito en ruso por Yuri Páporov, ex agregado cultural de la URSS en México y periodista y corresponsal de Novosti en La Habana durante años. Se publicó en Moscú en 1979. En ruso fue reeditado una sola vez- en 1982- y los cien mil ejemplares volaron como pan caliente gracias a la voracidad de los muchos lectores rusos que Hemingway tuvo y sigue teniendo. El segundo libro se debe a Norberto Fuentes y es un ensayo exhaustivo de la vida de Emingüey en la isla. Fue publicado en La Habana en 1984, con un prólogo de García Márquez titulado Hemingway, el nuestro en el que recuerda que en una crónica de 1949 Hemingway trató de explicar las razones por las que vivió tanto tiempo en Cuba y se extravió en una enumeración dispersa y hasta contradictoria... Sin embargo, en medio de tantas justificaciones más bien elusivas, intercaló un párrafo revelador: uno vive en esta isla porque se puede tapar con un papel el timbre del teléfono para evitar cualquier llamada, y porque en el fresco de la mañana se trabaja mejor y con más comodidad que en cualquier otro sitio Al final de este párrafo agregó: Pero esto es un secreto profesional No necesitaba advertirlo, pues ya casi nadie ignora que el lugar donde se escribe es uno de los misterios insolubles de la creación literaria Páporov llegaría a quejarse del libro de Fuentes afirmando en El Financiero de México- jueves, 29 de abril de 1995 que este escritor mandó traducir el original Hemingway en Cuba para ayudarse a escribir el suyo propio Yo no sé ruso, chico, no jodas más con esa vaina me contestó el propio Fuentes cuando le recordé la declaración del soviético. Pero es cierto que los cubanos- la cultura oficial del castrismo- se picó con el libro del ruso y que el de Fuentes resulta una respuesta mucho más que aceptable- espléndida- aunque para llevario a cabo haya contado hipotética o realmente con el máximo apoyo oficial del régimen, que facilitó entradas y salidas a La Vigía y documentos y libertades con tal de que Fuentes consiguiera la respuesta Y la consiguió de verdad. E i T; Hemingway pescando durante un descanso en V el rodaje de la película r- -i í f i El viejo 22 EL NUESTRO L caso es que en Cuba, después de que Dios lo visitara en Finca Vigía, escribió Hemingway gran parte de Por quién doblan las campanas A través del río y entre los árboles El viejo y el mar París era una fiesta e Islas en el Golfo y muchos artículos de Prensa; también El verano sangriento amén de tentativas incontables de esa rara novela proustiana dice Márquez, sobre el aire, la tierra y el agua, que siempre quiso escribir Y en Cuba también, con el olor de la mar llegándole al fondo de los pulmones y el verdor del jardín de La Vigía acariciándole la piel de su alma, recibió Hemingway la noticia de la concesión del Nobel. Ahora releo Islas en el Golfo -titulada en la edición española Islas a la deriva para mí, su mejor novelay, cuando descubro en esa lectura el gran milagro literario, miro la fotografía de Hemingway, un escritor que siempre fue un viejo con ojos de niño errático, un genio literario que vivió y se mató buscando el tamaño inmenso de su sombra dentro de sí mismo. J. J. ARMAS MARCELO

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