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CULTURAL MADRID 03-07-1998 página 14
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CULTURAL MADRID 03-07-1998 página 14

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario Biografía 3 de julio de 1998 Ensayo Hijo del siglo Eduardo Haro Tecglen El país Aguilar. -Madrid, 1998. 316 páginas, 2.900 pesetas Homo videns Giovanni Sartori Traduc. de Ana Díaz Soler. Taurus, 1998 159 páginas, 2.100 pesetas L A memoria siempre está llena de fantasmas, de los fantasmas de la vida. Y escribir sobre la memoria es quitarle el polvo a todos aquellos fantasmas que fueron habitando nuestro tiempo, verlos de nuevo a la luz del presente. Es lo que hace Eduardo Haro Tecglen en esta segunda entrega de sus memorias personales (continuadoras de El niño republicano su primer volumen) y lo que hace también a menudo en sus columnas y sus escritos periodísticos, porque si algo unifica a su escritura toda es precisamente su marcado carácter memorialista, su carga de pasado y su pasión por él. Con ello se suma a lo que escritores que vivieron parecidas circunstancias históricas vienen realizando en los últimos años; darnos una visión personal de nuestro pasado inmediato y de cómo toda una generación de españoles tuvieron que construir su identidad bajo la losa de la guerra civil y de una postguerra incivil y cerrada como una sacristía. Un fenómeno que es quizá uno de ios más interesantes de los producidos en los últimos años, no sólo por su calidad literaria sino también por la profundidad de muchos de estos testimonios. Haro Tecglen subtitula este volumen como crónica por estar sujeto al erónos, al tiempo, y por entresacar de él fragmentos vistos desde la actualidad. Y quiere explicar con ello ese propio carácter fragmentario, realizado a base de secuencias, de saltos y mezclas de tiempo como la forma propia de la narración que aquí se realiza. Fragmentos son cada una de sus miradas, cada uno de su recorridos por ei túnel de la memoria: su estancia en Tánger como director del diario España su descripción de la ciudad con sus prostíbulos y sus personajes errantes, huidos de sí mismos; su paso por el París de los sesenta como corresponsal de Informaciones su retrato de Franco, del que hace una caricatura mordaz de marinerito vestido de azul, ridículo y pescador; sus años en la redacción de la revista Triunfo como plataforma desde de sentir del individuo. Hay un diálogo entre el hombre y la historia porque ésta, como parte de la memoria, también aparece con todos sus fantasmas. Un fantasma histórico muy presente en Haro es el de la República del 31, y está visto aquí como hijo de todos los desastres anteriores de España Otro es el de la actual democracia en el que encuentra no pocos signos para el desaliento. Lo fundamental, lo característico es que Haro en esta crónica instaura un punto de vista para reflexionar sobre sus propias circunstancias vitales y sobre los hechos sociales y políticos que, como testigo, vivió. Su mi- N Fragmentos son cada uno de los recorridos de Haro por el túnel de la memoria. Fragmentos que por sus demoras en lo que se cuenta pueden llegar a cansar al lector, o a defraudarle la que vio el fin de la dictadura; y los años de una transición a la democracia que, vistos desde hoy, nos sorprenden por su carácter de fantasmagoría. F ragmentos sin embargo que por sus demoras en lo que se cuenta pueden llegar a cansar ai lector, o a defraudarle por las expectativas que antes se han creado. Haro construye aquí una crónica tanto personal como histórica, pero donde la historia siempre está influyendo en la forma de ser y rada es nostálgica, arbitraria, de fuerte carácter, y con ella lo que Intenta es construir sobre la ruina del tiempo el retrato aproximado de su propia identidad, sobre todo de su identidad presente. Pero también mostrarnos cómo toda una generación de españoles, durante la negra postguerra, tuvo que levantar el vuelo por encima de las circunstancias históricas para crearse esa identidad, aunque el signo de los tiempos haya llevado a muchos de ellos a abjurar de lo que fueron entonces. En cualquier caso, en lo que Haro se recrea es en el mito de la oposición al franquismo y por supuesto en una pretendida independencia para juzgar el momento que ahora vivimos. Desde esa pretendida independencia no deja de disparar también contra sus ya conocidos fantasmas. Libro por tanto donde las opiniones, las reflexiones ahondan en todas las circunstancias vitales, aunque lo vital aquí se diluya en el comentario político e ideológico. Donde el estilo tiene a veces la frescura del artículo periodístico, pero donde también ese mismo estilo y la forma de estructurar la memoria crea en el lector cierto aburrimiento. Sólo cuando las secuencias, los fragmentos, se hilvanan, cuando se construye de una manera más coherente la narración de los hechos, esta crónica encuentra sus mejores páginas. Diego DONCEL ACIDO en Florencia en 1924, Giovanni Sartori es en la actualidad catedrático emérito de la Universidad de Columbia (Nueva York) Ha sido profesor de distintas universidades europeas y norteamericanas. Dirige la revista Italian Political Science Review y entre sus numerosos libros cabe destacar Elementos de teoría política Teoría de la democracia y Partidos y sistemas de partidos De Sartori conviene destacar su excelente formación, algo que cuando se le escucha produce un resplandor muy poco frecuente. Conoce el alemán y su cultura. A ello se añade un profundo saber de la tradición anglosajona, propio de un catedrático de ciencia política de una de las mejores universidades norteamericanas. Es, además, un italiano educado en los clásicos grecolatinos. Homo videns es la obra de un académico que en lo mejor de su madurez se dobla en intelectual que, al modo de los enciclopedistas, se dirige al gran público con fines educativos. Sartori alza su voz para advertir que la televisión, tal como hoy se ofrece en los países industrializados, está empobreciendo al ciudadano. En su opinión, el mundo, la realidad vista a través de la pequeña pantalla, hace que el acto de ver sustituya al acto de discurrir, La fuerza arrolladora de las imágenes acaba por secuestrar la voluntad de un espectador que si bien está relajado y entretenido pierde su capacidad de abstracción. La visión que ofrece la pantalla televisiva, con su abundancia de primeros planos, descontextualiza la visión de conjunto, y por tanto la falsea. De este modo, la capacidad del espectador de comprender los problemas sociales y de darles una solución racional se empobrece. El ciudadano, en su opinión, ha de hacer frente a una complejidad creciente del contexto en el que vive, pero si en lugar de leer palabras, es decir, símbolos que nos llevan a significados, contempla imágenes, el grado de la dificultad de su cognición (adquisición de conocimiento) disminuye porque la imagen es una representación visual sin más: se ve, y eso es suficiente. La televisión suplanta el relato de la realidad leída del mundo- la explicación- por la visión de imágenes. Por si esto no fuera poco, al tener una presencia tan constante en la vida individual y social pasa de ser comunicación a convertirse en instrumento perverso de formación. La televisión tiende, según Sartori, a crear multitudes solitarias artificialmente conectadas con la realidad a través de experiencias no vividas. Desde las ciencias sociales- plano en el que se sitúa la crítica de Sartori- es difícil evaluar si la televisión está teniendo, como él afirma, un efecto negativo sobre los hábitos de los niños y está creando un adulto egoísta y perezoso; eso corresponde más a la psicología y a las ciencias cognitivas. Es igualmente complicado averiguar si está dañando, junto con el abuso de los sondeos, la vida política racional y solidaria. Lo que sí es evidente es que empobrece el espacio de la lectura y tiene relación con la creciente violencia en los colegios. En el ámbito de la ética cotidiana los temores de Sartori se levantan con las voces de alarma de pensadores como Bourdieu. Mal administrada puede ser venenosa. Bernabé SARABIA 14

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