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CULTURAL MADRID 26-06-1998 página 24
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CULTURAL MADRID 26-06-1998 página 24

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario Arte 26 dejuiiiodel 998 Historia del Arte, IV. El mundo contemporáneo Edición de Juan Antonio Ramírez Alianza. Madrid, 1997. 448 páginas, 7.500 pesetas TMevo espectador Edición de José Jiménez Fundación ArgentariaA isor, 1998 128 páginas, 1.300 pesetas C ON este cuarto volumen liega a su fin la publicación de una de las Historias del Arte mejor logradas, en su género, de cuantas se han editado en estos últimos años en España. La redacción de un libro de estas características, que quiera ser algo más que el mero acompañamiento de una vajilla que se vende a plazos, está erizada de dificultades. En este caso la obra se sitúa además en un terreno especialmente incómodo, ese género al que me refería más arriba y que consiste en ser más que un manual y menos que una historia total. Es una posición no determinada por sus dimensiones sino por el talante y el propósito con que se han escrito sus páginas. La concepción de una obra de estas características requiere docenas de decisiones metodológicas, que son las que acaban por trabar un libro más o menos crítico, más o menos abierto a diferentes interpretaciones, más o menos susceptible de ser manejado en distintas direcciones, más centrado sobre sí mismo, o más una atalaya desde la que contemplar un panorama más vasto. Desde el mismo título se pone de manifiesto una forma de entender la historia del arte, así como una interpretación cultural. Se titula El mundo contemporáneo y sin embargo se remonta a siglo y medio atrás. Nos viene a sugerir, pues, que lo contemporáneo tiene raíces hondas sin las que su comprensión se vuelve superficial y desenfocada. No se trata ya de exponer el arte del presente desarrollando para ello ese continuum deliberadamente entrecortado que fueron las vanguardias. Antes aún, la pintura decimonónica fue un tenso y fructífero compás de espera, en el que los artistas trabajaban con una técnica y un lenguaje heredados del barroco, pero con un programa ideológico ya completamente diferente- y ello es aún más visible en el caso de la escultura- Se trata en definitiva de una época de tanteos, en la que muchas veces el futuro parecía localizarse varios siglos atrás. Este planteamiento permite también li- otra historia- No sé si es plausible generalizar ese condicionamiento de los lenguajes constructivos por la producción de las artes visuales, pero la inclusión en este libro de unos capítulos dedicados a la arquitectura permite que el lector saque sus conclusiones al respecto. El otro aspecto a destacar es la aparición, por primera vez en la historia humana, de una civilización plenamente visual. Es éste un apartado- el último- notable y heteróclito, que supone una especie de curso avanzado de alfabetización para la mirada contemporánea. Y no para la de estudiosos del arte exclusivamente, pues uno de los rasgos de esta E L volumen recoge un ciclo de conferencias que tuvo lugar en 1996 en la Fundación Argentarla sobre el tema de el nuevo espec tador y dentro del marco de la recepción de! a obra de arte Ambos aspectos están estrechamente unidos: el nuevo espectador ha modificado sustancialmente nuestro concepto de la recepción de la obra de arte. Como pone de manifiesto su coordinador, José Jiménez, el libro trata de analizar el cambio del público culto al que se refería el pensamiento ilustrado, a un público nuevo que tiene un protagonismo central en la configuración, transformación y transmisión del arte y de la cultura. El ideal del nuevo espectador está unido a la categoría dinámica que viene desde el Renacimiento y es la del hombre activo, opuesta a la de contemplación. Ahora se ha dado un paso más: de la contemplación por la participación (años setenta) a la nueva categoría de la interacción Pero eso no tiene lugar como un proceso externo a él, sino que las nuevas técnicas de reproducción han modificado profundamente su sensibilidad. Otro de los participantes, Hans Robert Jauss (posteriormente fallecido) destaca muy bien que la autonomía de la obra de arte no impide que nos haga ver de manera diferente el mundo y a nosotros en ello. Habla de una moral propia y no prescriptiva de lo estético. Ya desde Goethe (con su Werther hay un cuestionamiento de la unidad entre perfección estética y moral. Y el propio Lessing indicaba la necesidad de un pequeño discurso final para que no parezca que está bien aquello que excita nuestra compasión. Este libro respira ese nuevo ethos. Desde el comienzo hay un pronunciamiento expreso contra el esteticismo. Remo Guiderl pone en la picota esta triunfante manera de no decir fingiendo decir Por otra parte, Benjamín Buchloh hace un análisis muy sugerente de propuestas de creación de imágenes de la memoria Concretamente de ese paradigma de una estética del archivo desarrollado por artistas alemanes, los Becher, Richter, que frente a los movimientos impactantes y reivindicativos de las vanguardias proponen mediante Atlas o tipologías la variación ordenada de lo repetitivo. Todo lo contrario de lo que sugiere Nacho Criado, en un magnífico ejemplo de mediación entre la reflexión y la creación. Retoma el tema central del nuevo espectador, pero no sólo para criticar el papel del espectador pasivo, sino de aquél mediatizado por la crítica y su ejercicio sacerdotal. El escrito de Trías es una rareza. No sólo afirma que hay un criterio estético para el arte, sino que nos brinda su propio criterio. Ha abordado el tema de una manera original, no a través de lo que es en sí una obra de arte, tampoco de lo que no es sino de lo que pretende serlo. Habla de una prueba del tiempo como criterio de recepción en una sociedad fuertemente estetizada. No se trata de la inmediatez de la recepción sino de la renovación de ésta, del eco de los tres éxtasis temporales. Propugna un minimalismo de la obra de arte que se presenta bajo mínimos para sugerir el máximo. El criterio tradicional del arte queda tensionado por el nuevo en la lucha entre el criterio conjuntivo tradicional y el disyuntivo moderno que acaba en juego ontológico entre ambos. José Luis MOLINUEVO Con este cuarto volumen llega a su fin la publicación de una de las Historias del Arte mejor logradas, en su género, de cuantas se han editado en estos últimos años en España berarse de esa perspectiva falsa que ordena el pasado como si inevitablemente hubiera tenido que conducir a la situación presente. En este sentido, remontar lo contemporáneo hasta tan atrás nos muestra las sendas perdidas del arte moderno. Hay otros dos aspectos a tener en cuenta al observar el arte moderno. Uno es la influencia que han tenido las artes plásticas sobre manifestaciones como la arquitectura- y en tiempos más recientes incluso en la teoría social o el discurso filosófico, aunque ésta es 24 cultura visual es haber impregnado toda la sociedad- y condicionado- la creación artística. Una perspectiva sobre el arte de estas características, que se ocupe de las disciplinas clásicas y de otras que no lo son tanto, que atienda tanto a movimientos y estilos como a autores concretos, que proporcione bibliografías básicas y apéndices documentales- de textos básicos para cada período- acompañada además de excelentes ilustraciones e índices, requeriría para su plasmación algo así como un modelo holográfico. Sin llegar a tanto, la organización del libro cubre bastante bien esa necesidad. Si pensamos que esta Historia del Arte asume con energía el desafío de la complejidad y, por otro lado, no desdeña aclarar términos y conceptos que en textos parecidos se suelen dar por sabidos, y que los textos de los colaboradores son sin excepción ajustados y están bien escritos, creo que podemos decir que se trata de un instrumento de enorme utilidad. Podríamos hacer también una relación de sus carencias- qué bien habrían venido algunas calas en la literatura de las diversas épocas, qué pena que no se establezcan también paralelos con la música y las artes escénicas- o de sus arbitrariedades- al elegir a veces nombres poco conocidos en lugar de los indudables- Pero en ese caso quizá este mapa- como en el cuento de Borges- habría tenido que ser tan vasto como el paisaje que intenta cartografiar. José María PARREÑO

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