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CULTURAL MADRID 26-06-1998 página 23
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CULTURAL MADRID 26-06-1998 página 23

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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de junio de 1998 A B C literario Aliajes Entre el desierto y el mar Rafael Dezcallar Destino. Barcelona, 1998. 363 páginas, 2.500 pesetas r A Historia- afirmaban ios románticos- es I ei escenario donde ios pueblos dirimen J L J sus conflictos. Hace cincuenta años que la población judía del Estado de Israel y la población palestina (dentro de Israel, en los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y Jerusalén) mantienen un pulso patético y doloroso, salpicado de treguas Camp Davis, en septiembre de 1978; plan llamado del- entonces- principe Fahd de Arabia Saudí, en agosto de 1981, y un breve etcétera intermedio hasta desembocar en las propuestas de paz pergeñadas en Madrid y Oslo, ya en los noventa. El libro de viajes Entre el desierto y el mar del que es autor ei diplomático español Rafael Dezcallar, aborda tangencialmente la pugna medio centenaria de árabes y judíos en el escenario de la milenaria Palestina y en las fronteras que la separan- y la vinculan- al Monte Líbano y Siria, con los Altos de! Golán interpuestos; con el reino de Jordania al levante y con el viejo Egipto al suroeste, allí donde las aguas de Áqaba se tornan verdáceas. El libro ha salido en un momento oportuno, dado que el endurecimiento de posturas políticas en la zona (sobre todo, en particular, por parte de Netanyahu y la creciente oleada ultraortodoxa de Mea Shearin) ha vuelto a encender el escenario que se sitúa entre el desierto y los valles del Jordán y del Arava, y las aguas del Mediterráneo levantino por excelencia. El autor ha sabido recuperar el hilo de la trama y tragedia judeo- palestina sin concesiones, aunque sin alardes de verismo descriptivista, ni suficiencias sinaíticas; evitando juzgar, pero no eludiendo apreciaciones sobre el comportamiento de los contendientes (véanse las páginas 135- 143) y estableciendo una aseveración que parece del género de la evidencia; El fanatismo de los judíos no es diferente de otros fanatismos, pero es inquietante esa tendencia suya a ligarse con la tecnología más avanzada. Ahora bien, que no deduzca el lector que se trata de un ensayo centrado en la política del conflicto de marras. No, no lo está en absoluto; Ensayo El enigma del Maine Agustín Remesal Plaza Janes. Barcelona, 1998. 259 páginas, 2.600 pesetas E L 25 de enero de 1889, el acorazado estadounidense Maine hizo su entrada en la bahía de La Habana. En apariencia, su presencia venía a reanudar el habitual intercambio de visitas de buques de guerra entre países amigos, que había sido suspendido por el presidente Grover Cleveland como medida de presión ante España debido a la situación bélica que reinaba en Cuba. Aún no había transcurrido ni un mes desde su llegada, cuando la noche del 15 de febrero una violenta explosión destruyó la proa del acorazado y provocó su hundimiento. Murieron, abrasados o quemados, doscientos ochenta y seis miembros de su tripulación. En los Estados Unidos, los grupos imperialistas y ia prensa amarilla aprovecharon te terrible suceso para azur a la opinión pública. Dmo un solo hombre, los itadounidenses dieron por ntado que España era la sponsable, y una emotiva Dnsigna popular barrió el ais: ¡Recordad el Maine infierno con España! Ante 3 ta situación, el presidente IcKinley, el 11 de abril de 898, envió al Congreso un mensaje de guerra, y éste, ei 20 de abril, adoptó por abrumadora mayoría una resolución conjunta que reconocía la independencia cubana y autorizaba al presidente a utilizar la fuerza para expulsar a los españoles de la isla. En la breve y desigual contienda que siguió, calificada por el secretario de Estado John Hay de espléndida guerrita por su brevedad y alto rendimiento para los Estados Unidos, España no sólo perdió Cuba, sino también Puerto Rico, la isla de Guam en el Pacífico y el archipiélago filipino. Era el ocaso imperial español y el amanecer del nuevo imperio estadounidense. Han pasado cien años desde el hundimiento del Maine y, a pesar de los diversos dictámenes y de los encendidos debates entablados entre diplomáticos, historiadores e ingenieros, aún no se sabe a ciencia cierta qué o quién causó esta tragedia. El Gobierno español siempre ha defendido el honor de sus militares, y decenas de maníacos se fueron adjudicando sucesivamente la autoría de la explosión sin aportar demasiadas pruebas creíbles. Agustín Remesal aprove- cha el centenario para ofrecernos un espléndido libro de investigación en el que, utilizando los archivos de ambos lados del Atlántico, se desvelan los últimos misterios del caso. El texto comienza con la explosión del buque de guerra, narrada según los recuerdos de distintos testigos, para retroceder después a su llegada inesperada a La Habana con el pretexto de reanudar una práctica amistosa que en realidad ocultaba objetivos menos pacíficos. Continúa con el relato del naufragio, basado en fuentes de primera mano, y las investigaciones que siguieron sobre el origen del desastre. A continuación se detalla la escalada belicista que acabaría en la guerra, y por último se presentan los métodos reales o imaginarios aducidos para hundir el buque acorazado. El capítulo final se dedica a la operación de rescate del Maine catorce años después de acabada la guerra, y su travesía definitiva hasta alta mar, donde fue hundido. Se trata de un libro ameno y bien construido que sin duda interesará a todos los lectores amantes de la historia. Pedro PÉREZ HERRERO y justo en ello radica la frescura que desprende la narración del viajero que ha sido el autor por Tierra Santa durante sus años de misión diplomática en Israel. Porque en la obra Dezcallar ha fusionado la erudición orientalista, que desde Chateaubriand habría sentado cátedra, hasta la suya propia (la bibliografía final, a propósito, resulta superflua y no bien referenclada. En la próxima edición de la obra convendría o suprimiria o enriquecerla. Y citaria correctamente) A esa erudición histórica, geoestratégica, b ¡blista, el autor añade su fina sensibilidad literaria. Por ejemplo, las descripciones de Jaffa, Tal Aviv y Jerusalén- auténtico trío de ases urbanos- y muy en particular la primera, ganan al lector de entrada. Puede comprobar éste, de inmediato, el proceso empalico que ha sufrido Dezcallar antes de, durante y (me imagino) luego de redactado el manuscrito de la narración. Esta fusión es omnipresente en la obra: ya sea cuando describe los monasterios del desierto (San Teodosio, San Gerásimos, etcétera) ya cuando aborda la Galilea de resonancias cristianas, con su antena mediterránea en el puerto de Haifa y su espalda lacustre (Tiberíades) El último capítulo aborda las fronteras de Israel. Las fronteras- afirma Dezcallar- suelen contar mil historias. Más aún en Israel- Palestina, tierra de paso desde la antigüedad más remota El discurso del autor se torna aquí algo más político (inevitable, de otra parte) aunque sin perder los registros eruditos tan bien servidos por la vocación literaria- contenida- del autor, según me parece haber advertido. Las páginas dedicadas al valle del Jordán no tienen desperdicio, como sucede con otras en las que cuestiones tales como la suspicacia existente entre ultraortodoxos y sionistas más mundanos (dentro y fuera de los kibbutzim nos trasladan al teatro de la naturaleza, la historia y- en ocasiones- de las pasiones humanas encarnadas en intereses de grupo; cuando no es el caso de algún que otro relato de almas errantes por los parajes urbanos y campesinos de Tierra Santa, insertos con naturalidad en la línea del relato. El libro, que deleita al tiempo que instruye, como rezaban los cánones de los éclairés setecentistas, lleva prólogo de Rosa Regás, tabla cronológica y una sencilla pero útil cartografía. Víctor MORALES LEZCANO 23

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