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CULTURAL MADRID 12-06-1998 página 31
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CULTURAL MADRID 12-06-1998 página 31

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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12 de junio de 1998 A B C de las artes S 0 LI 1 ARI 0 Y SILENCIOSO SCHLOSSER D E acuerdo con el axioma de que lo que no hagas en los cien primeros días de tu mandato nunca después lo harás Miguel Fernández- Cid, tan sólo a los cuarenta días- y cuarenta noches- de haber asumido su cargo de director del Centro Gallego de Arte Contemporáneo (CGAC) comienza la nueva etapa de esta institución con la inauguración de una espléndida exposición. Se trata de la retrospectiva que, proveniente del Instituto Valenciano de Arte Moderno, se dedica al escultor y artista multidisciplinar Adolfo Schlosser, creador solitario, silencioso y hermético, nacido en Austria en 1939, residente en España desde 1966. La presencia en Madrid de Adolfo Schlosser constituye uno de los referentes mayores del cambio de rumbo de nuestra práctica artística en los años 70. Entonces- en todo el mundo- el discurso artístico se escindió, se diversificó y se hizo sectario. Hasta allí el arte había discurrido por canales únicos, en grandes bloques estilísticos. A partir de allí se produjo una extraordinaria dispersión artística en géneros y en lenguajes: desde el vídeo, al body art desde los hiperrealismos, al arte conceptual; desde la apropiación de elementos de la cultura tecnológica, a una nueva nostalgia por la más fuerte dicción expresionista; desde una iconoclastia nihilista, hasta la fascinación por la estética del budismo zen... Entonces Schlosser encabezó el grupo que se reunía y celebraba acciones y conciertos en la madrileña galería Buades, integrado por la escultora Eva Lootz, los pintores Carlos Alcolea y Juan Navarro Baldeweg, el diseñador Diego Lara, los críticos Juan Manuel Bonet, Patricio Bulnes y Ángel González, y los músicos Santiago Auserón y Plerre Bonet. A partir de entonces la práctica de Schlosser se fijó en reivindicar la tierra- lo natural, lo terrenal- desde una actitud errática entre postulados del arte conceptual- un peculiar land art -y del minimal Centro Gallego de Arte Contemporáneo Valíe Inclán, s n Hasta el mes de septiembre Santiago de Compostela ción ideal. Otra pieza de los 80 son las construcciones de elementos naturales, adobe, arpillera y filamento metálico, que están mucho más cerca de los assemblages surrealistas que de los dibujos en el espacio de Julio González. De la obra de la última década destacan aquí las instalaciones. En tres de ellas- en los bloques Sé S fe M- t La sala de entrada a esta muestra- tan precisa, luminosa y bien seleccionada por Patricio Bulnes, su comisario- recupera al Schlosser inicial, el de la década de los 70. Exhibe obras casi nunca expuestas: las sutiles esculturas de pared realizadas en piel de cabra, tensada sobre varilla de hierro. Son piezas ligeras, de factura exquisita, con estructuración, sin embargo, acusadamente constructiva. En ellas Schlosser impone dos de sus registros mayores: el gusto por lo artesanal y el Interés por la geometría, por lo analítico. Un acusado sentido aéreo- de voluntad de vuelo- subraya su poderío espacial. Más directamente objetuales son las piezas instrumentales de aquella etapa: sus muy efectivos instrumentos de música Arpa Piano Arco y sus útiles de caza Flechas De los 80, la exposición exhibe un conjunto extraordinario de hallazgos del bosque a veces, tan delicados como ese Auricular realizado con setas, o como esa rama de Jara que se expande, magnifícente, suspendida en el espacio; y otras veces, tan determinantes como esas potentes lascas de granito que se apoyan entre suelo y muro, embetunadas con un empaste de hollín, sebo, resina y cera. Estos hallazgos de Bustarviejo -localidad de la sierra de Madrid donde vive el escultor- sorprenden por su belleza visual e interesan por el difícil equilibrio que mantienen entre veracidad natural e inten- El cielo sobre la tierra de 1994. Instalación de pinos quemados de granito de Steinbruch (Cantera) en los troncos de palmera de Fata Morgana dlseccionados ante un gran espejo, y en los paramentos abiertos de una esfera Sin título hecha de corteza de alcornoque, con su interior recubierto por un muy bello montaje fotográfico sobre palsajes -se impone el principio motor de la escultura de Schlosser: romper y reconstruir- o sea, recrear- la materia y su imagen, adoptando una posición casi de arquitecto, haciendo del espacio un fluido que se desliza entre lo interior y lo externo. En fin, y en oposición a la fuerza escalofriante de esas grandes construcciones, la exposición se completa con una sucesión de dibujos de vibración lírica, en que el escultor nos ofrece su pulsación más directa, con una temática poblada de referencias autobiográficas: los veleros y las ballenas de sus tiempos intermedios cuando- entre 1959 y 1966- abandonó la práctica de la escultura y vivió en Islandia, embarcándose en las primaveras y escribiendo versos el resto del año. El eco- la voz solitaria- de aquellos versos sigue cargando de vivencias el proceso todavía muy abierto de este artista ejemplar. José MARIN- MEDINA 31 ELPERIODICO DEL ARTE Asociado a The Art Newspaper La fuente imprescindible de información sobre la vida artística En el número de JUNIO: El triunfo postumo de Warhol: el arte contemporáneo convulsiona las subastas Oleada de robos en Francia e Italia Las exportaciones y daciones españolas en 1997: los datos del Ministerio de Cultura Christie s pasa a manos francesas Caso Schieie: embargo anulado Las mejores exposiciones, de Calder a Sugimoto Muere el pintor Lucio Muñoz Especial enseñanzas artísticas YA EN LOS QUIOSCOS Suscripciones e información sobre puntos de venta: Tei. 91 700 49 42

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