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CULTURAL MADRID 05-06-1998 página 46
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CULTURAL MADRID 05-06-1998 página 46

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C de las artes 5 de junio de 1998 j UÉ pasa con Goya que a nadie deja indiferente y- lo 5i e es mas grave- que suscita en los escritores, mayores y menores, la necesidad de opinar sobre él, que se bastaba y sobraba para opinar de sí mismo... Eso si le daba la real gana que, dadas sus relaciones cortesanas, era casi literalmente Real Goya hablaría de él porque, en su tiempo, difícil le sería tratar de un tema más interesante. Existe, inclusive, una pequeña autobiografía que se introdujo, casi de puntillas, en el primer catálogo del IVluseo del Prado, a las puertas de su muerte inmortal. Dos franceses, Yriarte y IVIatheron, fueron sus primeros cronistas, a los que fian seguido otros mil, y me quedo corto; hay quien (como José Luis IVIorales y Marín) fallece en el momento de firmar la biografía goyesca, que el propio interesado despachaba en cuatro renglones. Pocos aficionados al arte nos libramos del remordimiento de haber dedicado a Goya dos, tres, cuatro libros y alguna enorme exposición retrospectiva, como las de la Lonja zaragozana o de Cá Pesare en Venecia. Yo no hablo de las insoportables (por lo infinitas) conferencias, cursos y clases que hemos infligido al infatigable sordo, que no se caracterizaba ciertamente por su charlatanería. ¿Qué de veces no nos habrán invitado a cenar o aunque sólo sea a una taza de té, para hablarnos o hacernos hablar de ese elocuentísimo mudo? ¿Cuántos amigos (y, sobre todo, amigas) no habremos tenido con el pretexto de hablar del ilustre baturro? (Ojalá hubiéramos aprovechado para descabezar un sueñecilio... En resumen, que el evocar en una reunión el nombre de Goya entraña el tremendo peligro de que todos los reunidos se pongan a hablar de él... Y, generalmente, bien y hasta con énfasis... Y, ¿cuántas docenas de coleccionistas no habrán apelado a nuestro teléfono para que les certificásemos que aquel cuadrejo (más bien penoso) que atesoraban como contubernio sublime de Zeuxis y Pharrasio, salió de las manos del sordo de Fuendetodos? Q Retrato de Moratín (60 x 49,5) DE GOYA El Retrato de Moratín de Francisco de Goya, perteneciente a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao, sirve a esta institución para recrear algunos detalles de la etapa de Burdeos- donde pintó él lienzo del dramaturgo- del de Fuendetodos. En total, una treintena de obras reunidas bajo el patrocinio de la Fundación BBK, y que se exhibirán hasta el próximo 26 de julio. Julián Gallego llama la atención sobre algunos excesos expositivos cometidos con Goya Goya y Jovellanos un Goya y Floridablanca un Goya y la Reina María Luisa un Goya y Godoy un Goya y el abate Melón un Goya y el infante Don Luis un Goya y Palafox un Goya y Zapater un Goya y Bayeu etcétera. De tan rústica como sublime piedra preciosa podemos sacar chispas... Y así como Velázquez no abre la boca como no sea para decir que don Fulano de Tal no le place nada y que es Tiziano quien lleva la bandera la de Goya se curva en media luna, para no soltar la carcajada. Por estas malas razones nos acercamos al primoroso tomito editado por la Fundación BBK del suculento Museo de Bellas Artes de Bilbao, con ciertos temores: Goya y Moratín (en Burdeos, 1824- 1828) Y se nos ocurren dos o tres frases de aquéllas que don Leandro dejaba caer... como quien lava con áspero jaboncillo. Pero ¡si resulta que don Paco y don Leandro se llevaban muy bien! ¡Si estaban de acuerdo en casi todo, hasta en la rusticidad de los viajes del uno y las galas del Teatro de Burdeos en la mundanidad del otro! (Se nos olvidaba que eran inteligencias de primer orden, de las que no fallan) El librito y sus preciosas 30 estampas goyescas (sólo me sobran dos, las 16 y 17) es una amable delicia, que esconde la doctrina correspondiente a sus cuatro autores con la debida discreción. Aquí Rene Andioc nos presenta a Moratín, el cliente de la Fontana de Oro y de la Academia Española, renovador del teatro hispano y que visita a Goya en casa del erudito gaditano Sebastián Martínez y, en su destierro bórdeles, entre la función de tarde y las minia turas sobre marfil. Llega luego la omnisapiente Jeannine Batióle, y las clases de pintura que Goya ejecuta en París y en Burdeos, aderezadas de todas esas anécdotas que mi amiga parisiense jamás ignora, ni confunde. Y la tercera parte del librito corresponde a Fierre Gassier (autor del más ¡lustre libróte sobre el aragonés) y los dibujos bordeleses de las series G y H con sus tullidos y sus locos. Marisa Cuenca resume, en fin, los seis grabados de Goya, más algunas litografías, entre las que destacan los cuatro Toros de Burdeos valientes y atrevidos, la mejor realización de este período según la escritora. El librito se completa con treinta ilustraciones bordelesas: las reproducciones en colores de los retratos de Moratín, Silvela, la maravillosa Dama con mantilla de Dublín y la celebérrima (y acaso incompleta) Lechera de Burdeos del Museo del Prado. Vienen luego diez dibujos geniales, a lápiz o carboncillo; una Procesión a la aguada; las maravillosas litografías de Los toros de Burdeos y algunas más, como El vito que la tengo en una pared de mi casa, haciéndome la ilusión de que es auténtica; ¡no todos somos Moratín... Julián GALLEGO Y cuando parecía que la cuestión estaba ya zanjada, comenzaron a salir estudios y libros que, no contentos con hablar de Goya, lo cotejan con sus contemporáneos, altos o bajos. Y así tenemos un 46

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