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CULTURAL MADRID 17-04-1998 página 5
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CULTURAL MADRID 17-04-1998 página 5

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
  • Página5
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Primera MlalH iK UFIESn D Da QUIJOIE ECÍA Cesare Pavese que un mito mos donde yo la estaba leyendo, del es aigo que se cuenta de una vez mismo modo que podía ver la estampa de por todas: también es aígo que se Sancho Panza y de su rucio querido no ya cuenta y se descubre siempre por primera en las ilustraciones, sino en la misma realivez. Abro un día cualquiera et Quijote, justo dad de mi calle, de los caminos cotidianos por el principio, y ese arranque que todo el del campo. Un tío de mi padre, muy flaco, mundo cree saberse de memoria tiene la muy alto, muy fantástico en su había, era rfiajestad de lo que lia sido dicho para igual que don Quijote; el rucio se parecía a siempre y al mismo tiempo ¡a vi zay la ale- la burra menuda y rápida de mi abuelo, sogría de lo recién tiallado. Volver al Quijote es bre la que él oscilaba con una cierta soser de nuevo todos los lectores que uno ha lemnidad jubilosa y sanchesca cuando volido siendo a lo largo de su vida, y compro- vía a casa- a la caída de la tarde. La iuz del bar que el hechizo antiguo se repite, que te- verano y los caminos horizontales de polvo gresai infaliblemente la risa y el juego, el re- tos encontfaba. simultáneamente en tas páconocimiento y la sorpresa, la melancolía ginas del Quijote y en el paisaje seco de mi antigua, más honda ahora o m maífeada, tierra: también las umbrías donde resuena según se van cumpliendo años, f- ie tenido el agua y donde es tan dulce echarse a muchos Quijotes en mi vida, y por mi casa descansar sobre un oasis de hierba fresca. suelen andar vai ias ediciones, siempre a) al- Bajo el calor las distancias cobraban un cance de la mano, gastadas por el hábito, temblor vííreoi propicio a los espejismos y pero cada uno de esos Quijotes de algún a los desvarios: qué venta podía no ser un modo es el primero que tuve y que leí, a la castillo, qué rebaño de ovejas o de cabras insensata edad de nueve o diez años, en la no tenía de lejos un rumor de muchedumsoledad de ios graneros y de las habitacio- bre militar. nes altas de una casa en la que no había Ahora que lo pienso, es posible que el hada más fácil que perderse, en la que no Quijote fuese el primer libro realista que yo existía naayor delicia que explorar armarios, leí en mi vida, -el único en el que los lugares, zonas de penumbra, fondos. de cajones folas cosas, ios animales y la gente se parerrados con hojas amaritias de periódicos. cían a ios de mi experiencia cotidiana. Para El Quijote formaba parte de- aquella aven- mi curiosidad desenvuelta, para mi codicia tura; era uno de los tres o cuatro libros que infantil de lector, la lejanía temporal de la había en la casa, y tenía en sí mismo su historia o tas dificultades ocasionales de parte de leyenda o de novela, porque pro- lenguaje importaban mucho menos que el cedía dé una biblioteca saqueada e incen- reconocimiento inmediato de fa materialidiada durante ¡a guerra. Era un libro editado dad que hay en el libro, de su maravilloso en et siglo XIX, y sus hojas olían como ios don para otorgar a las cosas más vulgares graneros y las habitaciones oscuras, olían a la perennidad de lo sagrado. Nos gusta a polvo de grano y tenían una textura casi de todos resaltar en el Quijote el juego sofistihoja seca y ancha de maíz. Yo no sabía que cado de la literatura, pero se nos olvida, era el Quijote, nadie me había explicado por un prejuicio y una miopía intelectuales, que se trataba de una obra maestra. Mi su parte de risa franca y de celebración de único conocimiento previo de! personaje la vida popular, a la manera de Rabelais y (Drocedía de una de aquellas cantinelas in- de Brueghel. Leyendo a Verne, a Agatha fantiles que repetíamos los niños en los jue- Christie, a Dumas, yo me olvidaba de aquella casa en ia que vivía, de tas habitagos de la calle: ciones y los graneros en tos que me escondía para disfrutar con más sosiego del Don Quijote de la Mancha gusto de leer. Sólo ahora me doy cuenta Come mierda y no se mancha de que lo que me ocurría al leer el Quijote Leía en voz alta, saboreaba el sonido de era justo lo contrario: leer no era huir, cen- ar palabras que me eran desconocidas o en los ojos a las cosas. Leyendo el Quijote las que de pronto encontraba ecos del ha- abría los ojos al mundo mismo en el que yo bla rancia y rural de las personas mayores, habitaba y lo encontraba tan verdadero y me moría yo solo de risa durante tas trapi- tan ennoblecido por la imaginación como el sondas nocturnas en la venta de Maritor- lugar sin nombre de la Mancha en el que vines, identificaba aquellos camarachones y vía aquel hidalgo hechizado, igual que yo. corrales de la novela con los lugares mis- por las fantasmagorías de ios libros. Antonio MUÑOZ MOLINA de lafíeat Academia Española

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