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CULTURAL MADRID 20-03-1998 página 42
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CULTURAL MADRID 20-03-1998 página 42

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C de las artes 20 de marzo de 1998 ABC CULTURAL PRESEIVIA LA GRUCIFIXldN INBII 1 A DE ZURBARÁN A UN CRISTO DESCONOCIDO E L Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona inaugura el próximo 1 de abril una exposición consagrada a Francisco de Zurbarán, de quien se cumple este año el cuarto centenario de su nacimiento. Junto a las obras del gran pintor extremeño que posee el propio museo, la exposición reúne una selección de veintiséis cuadros procedentes de museos y colecciones privadas de España y del extranjero. El proyecto expositivo se ha propuesto ahondar en algunos aspectos concretos de la producción del maestro. Así, en confrontación con la espléndida Inmaculada de 1632, que es una de las joyas del museo, podrán verse otros dos ejemplares del mismo asunto datados en 1636 y 1656, ambos de colecciones particulares y, como tal, normalmente poco accesibles (de hecho, la Inmaculada de 1636, lienzo de gran belleza prestado por una colección neoyorquina, es la primera vez que se hará visible en una exposición) El tema mariano se amplía con la Virgen con el Niño y San Juanito del Museo de Bellas Artes de Bilbao (de 1662, la Última obra suya provista de fecha que hoy se conoce) y una encantadora serie de imágenes de la Virgen niña uno de los asuntos predilectos de nuestro artista. La comparación entre originales de igual tema separados entre sí en el tiempo constituye la mejor de las vías para ir adentrándose en el conocimiento de un pintor. Con este propósito didáctico, la exposición ofrece también aspectos diversos de la iconografía de San Francisco representados, junto a la sombría versión que posee el museo catalán, por tres préstamos de soberbia calidad pictórica, uno de ellos cedido por la Galería Nacional de Londres, los otros dos por colecciones de España y de Nueva York; el último de estos San Francisco pintura sobresaliente de 1661, tampoco había sido mostrado antes públicamente. La exposición podría muy bien haberse titulado Francisco de Zurbarán y su hijo Juan En efecto, como es sabido, el gran pintor tuvo un único hijo varón, muerto prematuramente (1620- 1649) que siguió el oficio de su padre y de cuya actividad solamente se ha identificado hasta hoy un número reducido de obras, todas ellas Bodegones de 42 El próximo 1 de abril se presenta en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, en Barcelona, un cuadro inédito de Francisco de Zurbarán. Se trata de Cristo en la cruz con la Virgen, la Magdalena y San Juan de pie un lienzo fechado en 1655. La pintura es considerada por el profesor José Milicua, que ha catalogado la obra, como un gran cuadro absolutamente desconocido en el ámbito de los estudios zurbaranianos muy excelente calidad, en un estilo que tiende a acomodar la severidad realista y la monumentalidad de la lección paterna a unos modos compositivos más ornados, más acordes con la evolución del gusto en sentido barroco. El museo de Barcelona es el único que posee Bodegones tanto de Francisco como de Juan, y ha conseguido obtener para esta exposición el préstamo de los tres únicos ejemplares que hoy se conocen firmados por el segundo, además de otras importantes piezas suyas, sin firma pero de atribución indudable, que han reaparecido últimamente. En suma, una ocasión como ésta de estudiar al malogrado Zurbarán El Mozo con una base tal de examen directo, no será fácil que vuelva a darse pronto. De Francisco de Zurbarán se conocen actualmente no menos de veinticinco Crucifijos realizados en parte con la colaboración de su taller o enteramente por discípulos siguiendo pautas del maestro. Puede afirmarse que ningún otro pintor destacado de su siglo realizó un número tal de Crucifijos que, además, salvo alguna excepción, son de grandes dimensiones, con la figura más o menos de tamaño del natural. No cabe analizar aquí el contexto sociológico, devocional y de mercado artístico que propició la excepcional demanda a Zurbarán de cuadros de gran medida con la representación del símbolo mayor de la fe cristiana, pero sin duda el punto de arranque de este éxito residió en la calidad artística, en la tremenda fuerza impactante que el realismo zurbaraOLVIENDO a Francisco de niano imbuyó a estas imágenes. Zurbarán, hay que puntuaQue sepamos, solamente cuatro lizar que aunque algunos de sus Crucifijos están firmados de los cuadros de la exposición, y fechados: el de 1627 (Art Insticomo ya se ha indicado, no habían tute, Chicago) una de las creaciofigurado anteriormente en manifes- nes más excelsas de nuestro artaciones de este género, ninguno tista; el Crucifijo con donante de es inédito, todos ellos cuentan con 1640, recientemente adquirido por referencias más o menos amplias el Museo del Prado; el de la colecen la bibliografía sobre el maestro. ción Pedro Masaveu (Oviedo) de Con una excepción: el Cristo fecha a mi ver no legible con ceren la cruz con la Virgen, la Magda- teza; pero que de todos modos se lena y San Juan al pie lienzo de remonta a una invención situable 2,12 metros por 1,63 metros, fir- no más tarde de 1637; y el ejemmado y fechado en 1655, que ha plar de 1 655 que ahora ha venido a sido prestado a la exposición por sumarse al corpus del maestro. un coleccionista de Estados Unidos, y antes perteneciente al pareQUÍ tenemos el último de cer a una colección brasileña. Se sus Crucifijos de colocatrata de un cuadro relevante abso, clon cronológica segura, lutamente desconocido en el ám- pintado tres años antes de que el bito de los estudios zurbaranianos autor abandonara Sevilla para es (y que, no habiendo sido publicado tablecerse en Madrid. Es la única aún el catálogo de la exposición, versión que efigia a Cristo en la sólo ahora, al ser reproducido cruz teniendo al pie a la Virgen, la acompañando al presente artículo, Magdalena y San Juan, lo que dejará de ser inédito) suele denominarse un Calvario V Los datos de estilo confirman la datación de esta pintura en la última época, donde se encuentran buenos paralelos para el modelado de las carnes, ahora más acariciado y de menor densidad plástica, y para la descripción delicadísima de la cabeza de Jesucristo en luces y sombras y medias tintas. Los elementos iconográficos se atienen al uso seguido por Zurbarán desde un principio: cruz de troncos con los extremos del travesano rebajados a bisel; cuatro clavos y subpedáneo, en este caso con los pies muy estirados e inclinados hacia abajo, casi ocultando el apoyo; titulus blanco rectangular sujeto por dos clavos y con la inscripción en hebreo, latín y griego. El fondo ya no es un muro de negro cerrado y homogéneo sino que se mueve en parte como deshaciéndose en nubarrones y, en la zona baja, se enciende con una iluminación rojiza de anochecer contra la que se insinúa mínimamente un paisaje. De esta dramática iluminación se vale el autor para perfilar el flanco izquierdo del cuerpo del Nazareno, y para despegar del fondo las figuras de San Juan y de las dos llorosas mujeres. La Magdalena se envuelve en un chai ocre adornado con franjas y flecos, de neto sabor popular, miuy al gusto de Zurbarán, mientras San Juan (un modelo utilizado por el pintor en alguna otra representación del mismo santo) viste un manto rojo a tono con su apasionada actitud orante. Este rojo y el azul de la Virgen (ahora bastante, amortiguado) cierran cromáticamente por ambos extremos la base del cuadro, en cuyo centro geométrico relumbra el blanco del paño de pureza. Como en otros Crucifijos anteriores (por ejemplo, los más conocidos del Museo de Sevilla) pero con diferentes soluciones de presentación, el momento elegido es el inmediatamente anterior a la muerte, con Jesús angustiado e implorante, con la mirada dirigida a lo alto. Es cuando desde la hora de sexta se extendieron las tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona en el instante cumbre en el que el Mártir exclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mateo, 27, 45- 46) José MILICUA A

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