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CULTURAL MADRID 13-03-1998 página 24
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CULTURAL MADRID 13-03-1998 página 24

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario 13 de marzo de 1998 EL NUEVA YORK PERDIDO E N 1946 yo había pasado tres años en el Ejército, donde el nombre del crítico de libros del New York Times Orville Prescott no tenía resonancia alguna, mientras que, para los pocos que poseían mentalidad literaria, Edmund Wilson lo significaba todo. Wilson era El Crítico Americano cuyo elogio- o incluso atención- en The New Yorker equivalía a la gloria terrenal para un escritor. Cuando se publicó mi primera novela me di cuenta de que ya no se preocupaba mucho de las novelas recientes o de los escritores nuevos. Estaba dedicado a grandes temas. Se sabía también que tenía una no tan secreta pasión por bellas mujeres jóvenes que escribían bella prosa joven que él podía alimentar con su generosa alabanza y su amable consejo y, en verdad, cuando podía arreglarlo, incluir su presencia real en sus vidas. Incluso así, uno esperaba. En mi caso, en vano: mala suerte. Fue el remilgado Orvilie Prescott quien me alabó mientras Wilson asombraba a todo el mundo con una oda pítica a una bella joven llamada Isabel Bolton, cuyo primer libro, Do I Wake or SIeep saludó como de la escuela de Henry James, una voz que combina, de una forma peculiar, lo lírico con lo árido y es exquisitamente perfecta en su acento Había nacido una estrella. Había nacido también una leyenda cómica. Wilson, seducido por la belleza de la prosa de Isabel Bolton, esperaba que su creadora fuera igualmente bella... Ya en tiempos de Wilson, muchas mujeres habían sido educadas de modo similar a ios hombres y luminosas mentes femeninas abundaban en todos los ámbitos. ¿Pero se podría encontrar en una persona la Mente así como la Belleza? La eterna búsqueda de Wilson le llevó a extraños callejones sin salida. El más extraño debió de ser cuando descubrió que Isabel Bolton- ¿nombre deliberadamente reminiscente de Isabel Archer? -era en realidad una majestuosa gran señora de 63 años cuyo nombre real era Mary Britton Miller, nacida en 1883 en New London, Connecticut, sólo cinco minutos, según dicen las leyendas, después de mi hermana. Esta condición de gemela idéntica es la experiencia más valiosa de mi vida. Mis padres 24 Hace más de cincuenta años un Gore Vidal recién licenciado del Ejército publicaba su primera novela. Pasó desapercibida para casi todos, especialmente para el más afamado crítico de la época, que elogió en cambio el talento de una joven narradora llamada Isabel Bolton. Para su desgracia, dice Vidal, la joven contaba con sesenta y tres años y hoy está casi olvidada. Ahora acaban de reeditarse sus tres mejores novelas, lo que le sirve al narrador para analizar su obra y para recrear, al tiempo, ese Nueva York mítico del que Bolton levantó acta murieron los dos de neumonía, con una hora de diferencia, en ei cuarto año de mi vida. En mi decimocuarto año mi hermana gemela se ahogó. Después de esto, parece que hubo una especie de cancelación de la vida: todo se hizo borroso vivir los tres momentos importantes del medio siglo de Estados Unidos tal como los observaba una escritora no usual instalada en la llamada islafeliz Manhattan. La primera novela ocurre en 1939. La guerra se está acercando a Estados Unidos y la protagonista, la encantadora Bridget St. Genis, come RES años en Italia fue- despreocupadamente en el Paberon de profunda impor- llón Francés de la Feria Mundial de tancia. En 1911, Nueva Flushing Meadow. Bolton perteYork pasó a ser mi residencia per- nece a la escuela James- Wharton manente Con su nombre de Miller de ficción transatlántica o, quizá, publicó media docena de obras no habría que inventar una nueva catememorables. Luego, en 1946, se goría de literatura medioatlántica rehízo a sí misma con otro nombre. que floreció desde Our Oíd Home El de Wilson fue el primer toque de de Hawthorne (1863) a Four Quartrompeta para una mujer que había tets de T. S. Eliot, publicado en de escribir media docena más de 1943. Fue una carrera larga y aninovelas, de las cuales dos son tan mada y sacó a la luz lo mejor de distinguidas como su primera (las dos literaturas jamás destinadas a tres están recogidas ahora en un ser una, pero cada una capaz de único volumen con el título de complementar a la otra. Para una New York Mosaic Bolton murió escritora nacida en 1883, con sufien 1979, a los 92 años, productiva ciente dinero familiar, pero no una hasta el final. Como ahora no se fortuna, Europa sería tan parte de conoce casi nada de ella, la editora, su vida como Brookiine, tylassaDoris Grumbach, hace lo más que chusetts, desde donde nos saluda puede con unos cuantos hechos el último de los protagonistas de sueltos: procedía de una buena Bolton: un mundo de criados nufamilia; tuvo dos amigas íntimas; merosos, de platos sucesivos en la vivió en la Europa anterior a 1914 y comida, de cambios de ropa, proluego en Manhattan. Murió en Gre- bablemente para procurar que los enwich Village. El resto es, hasta criados tuvieran más que suficiente quehacer en el mundo anterior a ahora, silencio... La lectura seguida de las tres no- 1914, cuando Bolton era ya una velas de Bolton equivale a volver a mujer hecha y derecha. Luego re- T SE sabia que tenia una no tan secreta pasión por bellas mujeres jóvenes que escribian bella prosa que él podia alimentar con su generosa alabanza y su amable consejo y, cuando podia arreglarlo, incluir su presencia en sus vidas. Incluso asi, uno esperaba. En mi caso, en vano: mala suerte sultó que el mundo de antes de 1914 se prolongó muy en la época moderna de cócteles y estrellas de cine; una de las menos conocidas novelas de Edith Wharton, Twilight SIeep trata de una estrella de cine de Hollywood de una forma que puede poner a las hermanas Collins, las Brontés de Bel- Air, completamente nerviosas viendo lo bien que la solemne señora Wharton pinta la vida de una mujer que vive sobre la pantalla en todos los lugares de la tierra, pero en ningún sitio en absoluto en carne y en casa. Luego, con la Depresión y la II Guerra Mundial, el viejo mundo expiró. Bolton es consciente del douceur de la vie del pasado; pero también del despiadado mundo que aquellos tiempos pintaban de oro. Hay algo que decir respecto a retrasar la primera novela oficial de uno hasta la edad de 63, pero Bolton no se siente en absoluto tímida en cuanto se refiere a poner el producto americano cultivado en casa en su lugar. Lo que más nos llama la atención es la profunda pasión de Millicent por Estados Unidos en general y por Nueva York en particular, comprensible en el caso de un provinciano como Thomas Wolfe que llega deslumhrado, pero extraña en una mujer de su edad parcialmente europeizada. Millicent contrasta Nueva York con las ciudades europeas: Aquí caminábamos en un vacío. No había eco ni reverberaciones Mira al Empire State Bu Iding: Era una de las maravillas del mundo. Sin embargo, no conocía (y se preguntó cuántas personas lo conocerían) ni siquiera el nombre del arquitecto. Se elevaba por encima, ignorante de fama e historia... Qué ciudad tan extraña, qué ciudad tan fantástica; y sin embargo, sin embargo... había algo aquí que no se experimentaba en ningún otro lugar de la tierra. Algo que uno amaba intensamente. ¿Qué era? Cruzando las calles... de pie en la esquina de las calles con las multitudes, ¿qué era lo que inducía este clima especial de los nervios? Había algo, una sensación peculiar de intimidad, amistad, de estar aquí con toda esa gente y en este extraño lugar... Uno se pregunta si hay ahora, casi sesenta años después, alguien que sienta tan íntimamente acerca de Manhattan, ei hecho americano.

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