CULTURAL MADRID 27-02-1998 página 23
- EdiciónCULTURAL, MADRID
- Página23
- Fecha de publicación27/02/1998
- ID0005418138
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27 de febrero de 1998 A B C literario Ensayo Historia de las pirámides José Miguel Parra Editorial Complutense. Madrid, 1997 541 páginas, 2.600 pesetas Ortega y Gasset y la cultura del franquismo Gregorio Moran Tusquets. Barcelona, 1998. 542 páginas, 2.900 pesetas L A lectura de esta Historia de las pirámides de Egipto del joven investigador madrileño José Miguel Parra ofrece varios niveles de estudio que, a lo largo de los nueve primeros capítulos, se encuentran entrelazados siguiendo la línea marcada por la sucesión cronológica. Sustancialmente, se trata de una Inistoria de las pirámides en sus aspectos arquitectónico y funcional. El primero de ellos, que ocupa la parte más extensa y más detallada del trabajo, destaca por su carácter minucioso. Cada pirámide se describe con gran precisión, con planos realizados por el mismo autor y algunas fotografías que harían posible la utilización del libro como una guía para viajeros privilegiados, amantes de la egiptología. En efecto, si bien no tiene una estructura basada en recorridos turísticos, cualquier visitante iniciado en la cronología dinástica estaría en disposición de abrir el libro por la página correspondiente ante cualquiera de los monumentos aquí estudiados. L AS relaciones entre Ortega y la cultura de la España de Franco constituyen uno de los más relevantes capítulos de nuestra reciente historia intelectual. La actitud del pensador hacia la España oficial y los avatares que sufrió en ella permiten desvelar aspectos esenciales de la cultura de la posguerra, siempre que no se olvide la actitud hostil que también le dedicó la mayor parte del exilio. El periodista Gregorio iVIorán ha emprendido el enorme empeño de describir en El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo esas relaciones, que ha estudiado con minuciosidad, utilizando los documentos Sin embargo, en un segundo nivel, los aspectos descriptivos se ven ampliados por detalles referentes a la construcción que introducen al lector en aspectos más interesantes para el estudio de la historia. Las vicisitudes de la construcción de los edificios reflejan la dinámica de las relaciones entre los sectores dominantes de los estados egipcios, entre los miembros de las familias regias o entre diferentes capas sociales de la comunidad. Ahora bien, este aspecto se destaca en el desarrollo general de la actividad constructora a lo largo de la historia de Egipto. Desde el principio se revelan los problemas de las relaciones entre el norte y el sur, o de los representantes del culto solar, lo que añade una perspectiva ideológica, sustancial en el conocimiento de la historia egipcia. A través de las pirámides se puede detectar el proceso de consolidación del Estado, así como los momentos de crisis. Existe una época gloriosa de las pirámides en el reino antiguo; luego, siempre hay que contar con un componente de recuperación, de constante renacimiento, apoyado en la vuelta a los gloriosos orígenes de las grandes pirámides capaces de otorgar legitimidad a los gobernantes. Por otro lado, la funcionalidad de tan espectacular construcción como señal de control territorial le otorga al mismo tiempo valores simbólicos que, en ocasiones, reflejan más una intencionalidad que una realidad. De ahí la virtualidad de los dos últimos capítulos sobre la construcción de pirámides y la función de los complejos funerarios, donde el autor sortea con habilidad los peligros de caer en el mundo de la magia y el esotérismo que con frecuencia se presenta en tales temas. Finalmente, resulta también de interés el último de los niveles a los que se acerca el autor, el que corresponde a la historia de los descubrimientos, a lo largo de toda la exposición cronológica. Los primeros revisten un interés especial en relación con la propia historia contemporánea de Europa y los estados colonialistas, los más recientes sobre todo porque siguen siendo una mina para la actualización del conocimiento del pasado. Domingo PLÁCJDO actitud por testimonios personales o mediante el análisis de su obra durante esos años. Pero Ortega, acertara o no, guardó silencio y sufrió el injusto desdén en la España del interior y en la del exilio. Para comprender las razones de su silencio basta con conocer algún aspecto central de su obra, como es su idea de que en tiempos de guerra civil no existe propiamente opinión pública porque ésta, que es, por definición, casi unánime, se encuentra radicalmente dividida. En esas situaciones cualquier opinión puede ser con facilidad malentendida o tergiversada, por lo que podría ser preferible el silencio. La biografía también ayuda. Ortega escapó del Madrid republicano de comienzos de la guerra, temiendo por su vida y tras haber firmado bajo coacciones el Manifiesto de Intelectuales Antifascistas. Después, se declara, siempre privadamente y en la primera etapa, partidario del régimen de Franco, aunque mantiene fuertes discrepancias y desea que dé el paso hacia una monarquía democrática. Más tarde su desdén hacia Franco es cada vez más patente. Si no hubiera sido así, ¿cómo se explicaría la animadversión del tradicionalismo y de parte del falangismo? No es la única actitud posible en un liberal, pero es una actitud coherente en un liberal. Moran ataca a Ortega, a sus discípulos y a toda la cultura del interior. La sola nómina de algunas figuras que trabajaron en España en esos años da idea de la justicia del calificativo de erial El análisis de un capítulo esencial de nuestra historia intelectual se integra así en la tradición libelista de la literatura antiorteguiana, y el autor se llega a contagiar, casi superándolo, del estilo de tantos mediocres que combatieron a Ortega. Pobre visión debe de tener de la cultura española quien denigra de tal modo a quien considera el pensador más influyente de la historia intelectual de España Al señor Moran no le gusta Ortega. Ya advirtió el filósofo que la literatura, como acción directa se constituye en el insulto En del Archivo de la Fundación Ortega y Gasset, en lo que aspira a ser una biografía intelectual de los últimos años de Ortega y un retrato hostil de la cultura del franquismo. Lamentablemente, el asunto queda pendiente. Tal vez ciertas deficiencias académicas y filosóficas y una actitud escasamente amable hacia el filósofo, una vocación más maledicente que desmitificadora, con más propensión a la ira que a la reflexión, y una visión sectaria y maniquea, alejada del espíritu de concordia, de nuestra historia reciente dificultan el cumplimiento del ambicioso proyecto. Tan escandalosa como la caricatura que traza de Ortega es su forma de citar, como cuando se remite, sin más, al Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Como para ir a buscar la cita. El tono sensacionalista del libro es despreciativo e insultante, incluso en los escasos elogios que dedica al filósofo. Gomo la documentación es notable, alcanza sus mejores momentos cuando describe la virulenta reacción del tradicionalismo radical contra Ortega, rastrea su huella en las nuevas revistas de la joven generación de posguerra, y, con reservas, cuando describe su amargura final. Lo que presenta como gran revelación es la pretendida refutación del silencio de Ortega, que estima inexistente por cuanto habría apoyado, aunque disimulándolo, al régimen de Franco. No debe confundirse silencio con estricta neutralidad. Guardó silencio en la medida en que no hizo ninguna declaración pública y directa sobre la situación política española. Otra cosa es que se pueda conocer su El libro, que a nadie dejará indiferente, constituye una especie de cuaderno de campo de una cacería filosófica en la que la pieza vuela demasiado aüo y la escopeta resulta ser de feria 1947 se quejaba de haber tenido que soportar durante más de treinta años, día a día, en silencio, nunca interrumpido, que muchos pseudointelectuales de mi país descalificaran mi pensamiento, porque no escribía más que metáforas -decían ellos El libro, polémico y que a nadie dejará indiferente, constituye una especie de cuaderno de campo de una cacería filosófica, en la que la pieza vuela demasiado alto y la escopeta resulta ser de feria. Ignacio SÁNCHEZ CÁMARA 23