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CULTURAL MADRID 23-01-1998 página 61
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  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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BÍ 8 de Joan B r o s g RAMÓN SAMPEDRO E acuerdo CXMI una ética laica, secular... ia vida es nuestra y de nadie más así se tía escrito en titulares en las muchas páginas vertidas los últimos días sobre el caso de Ramón Sampedro. Estoy de acuerdo con esa formulación y creo que desde la perspecti i laica y secular en la que se situaba el buen Ramón, de cuya amistad pude gozar durante tres afios, se puede tiacer esa afirmación. Pero una cosa es decir que la vida es nuestra y de nadie más y otra bien distinta es que otro me la pueda quitar mediante una acción positiva. Y este es el tremendo dilema que se presenta en todo este debate y que, insensiblemente, ha derivado hacia la eutanasia. Es importante subrayar que este último concepto está históricamente asociado con situaciones de proximidad a la muerte, circunstancia que no se dalsa en el caso del marinero gallego. Tampoco se puede decir que no hay dife- D rencia entre las llamadas clásicamente eutanasia ac a y pasiva entre el Iclling y el let to die En este último caso es el propio proceso de muerte del paciente, su proceso, el que le lleva a su muerte y ante el que los médicos razonablemente no se oponen, por considerar que sería aplicar medidas desproporcionadas En el primer caso, por el contrario, es el propio médico el que le quita la vida al enfermo; es una acción positiva por la que se dispone de una vida ajena Se ha dicho que el rechazo de la eutanasia- y de la ayuda al suicidio- se iaasa en concepciones caducas y religiosas Hay que afirmar que la evolución histórica ha ido minimizando al máximo las excepciones al principio general de que no se puede suprimir la vida ajena. Esto significa que, de las tres excepciones clásicas a la afirmación de la inviolabilidad de la vida humana, la pena de muerte, la guen justay la legítima defwTsa, gracias a Dios, cada vez están más cuestio- nadas las dos primeras, y sonros muchas las personas religiosas que consideramos que debieran suprimirse. Ahora se pretende abrir un nuevo frente y se afimna que está en juego un derecho meramente individual de la persona a disponer de su propia vida Pero esto no es así. Estamos ante un hecho de trascendentes dimensiones sociales: el que una persona puede disponer de otra vida en un acto que, además, y en muchísimas ocasiones, será meramente privado. Una de las grandes autoridades en la Bioética, D. Callahan, que se confiesa no- creyente, acaba así sus reflexiones sobre este tema: Una vez que una sociedad permite que una persona quite la vida a otra basándose en sus mutuos criterios privados de to que es una vida digna, no puede existir una forma segura para contener el virus mortal así introducido. 1 a donde quiera Javier GAFO

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