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CULTURAL MADRID 16-01-1998 página 12
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CULTURAL MADRID 16-01-1998 página 12

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario 16 de enero de 1998 Poesía Los días gemelos Ana Merino Visor. Madrid, 1997. 76 páginas, 800 pesetas Días débiles Ángel Luis Lujan Atienza Rialp. 80 págs. 1.100 ptas. El silencio del mar. Ayunt. de Campo de Criptana. 64 págs. E L título del primer libro de Ana Merino (Madrid, 1971) Preparativos para un viaje premio Adonais de 1994, ha resultado certero en su presagio. Se revelaba allí una escritora dotada de imaginación fecunda, que se movía con soltura, y hasta con un cierto desparpajo formal, por el mundo de los sueños. Ahora, al presentar su nueva entrega, no duda en ofrecer una apretada síntesis de su credo poético. Su escritura- d i c e- comienza a la hora en que cierra los ojos, se detiene el tiempo debajo de la mesa de trabajo y sobre ella sólo quedan las palabras huecas de las ensoñaciones Tampoco los instantes que su escritura acaricia guardan esencia alguna fija de significado, ni fabrican semillas de pensamiento. El lector debe disponerse a entrar en el reino de lo impreciso y de lo nuevo, siguiendo una poesía que busca entre líneas rasgadas con palabras desnudas Los versos comienzan con lo que se olvida, y, dibujando la huella de un monólogo extinguido crecen por las grietas de mi nombre No se trata de una declaración de principios desvinculada de la creación. Casi todos esos puntos, reducibles a dos preocupaciones centrales- la negación de la propia biografía para que el yo literario pueda realizarse en libertad, y el desenmascaramiento de las palabras para robarles las esencias ocultas- van eslabonándose a lo largo de las tres partes del libro que se ocupan, respectivamente, de individuos, paisajes y cosas. Todas vistas desde la perspectiva de su desolación. Los días nuevos comienzan, precisamente, cuando decides ahogarte en una mesa de cristal llenando tu garganta de amapolas (pág. 9) Es el momento otoñal en que se queda sin voz y se hace de noche para enterrarse de día. Insistirá una y otra vez en su mudez y en la mudez de todas las experiencias vividas, sobre todo la central del amor: Tu casa era infinita por los huecos que llenamos de desorden y de risas; pero estabas atado a tiempos inciertos y me Aunque, en mi lectura, los poemas de la segunda parte resultan poéticamente más áridos o desvaídos, proyectan la misma visión desolada sobre el ámbito de La pequeña América Basta ver, por ejemplo, En el garaje donde la propia sombra que quiso ser el infinite renacer con el sol, ser luz de plata aparece derramada por el suelo, convertida en la sangre de los coches que envejecen conmigo (pág. 39) El tono se eleva en la última parte. Allí muestra todo su vigor esa facultad imaginativa que señalaba al principio: Me gustaría vivir en una casa vestida de colina solitaria y tener ventanales inmensos y que fue- T RAS Inútiles lamentos y otros poemas (1992) Ángel Luis Lujan (Cuenca, 1970) publica dos poemarios bajo las tesis de una lírica meditativa y sentimental. En la Introducción del primero- accésit del premio Adonais 1996- afirma: Este libro es un suceder. No hay anécdota clara Se trata de puros fragmentos de una soledad, caídos por su propio peso dentro de palabras palabras sin hilo cierto, como un baile cuyas figuras no se conoce todavía y no obstante se baila. Lo único seguro es la imposibilidad del amor y el transcurso, como ajeno, de los días que frágilmente lo sustentan y de eso se construye el recuerdo Ante esa perspectiva- la contemplación interior desde el conocimiento- el autor descifra el corazón del reverso de los sueños y recupera la auténtica mirada de la realidad: Vivir no era la fiesta que soñamos. Vivir era otra cosa Proyectando el nombre de las cosas -las imágenes de la temporalidad- sobre una nueva educación de las emociones la lámpara de la memoria y del presente interminable del olvido suscribe la evidencia del misterio: Regar las estaciones de la melancolía, el fruto adolescente de los romanticismos Con la perspectiva de que sólo hay paz en la inocencia la debilidad de los días clarifica siempre la vuelta Seré simple deseo de un regreso, el que busca su espalda en los andenes de los días, como ahora en el insomnio En sus primeros versos, ya advertía al pequeño corazón de la esencia del amor elemental y tierno Todo supone allí un desvelo que adquiere sentido frente a la belleza vulnerada. En la segunda entrega (cuyo título está inspirado en un verso de Coleridge) el discurso lírico intensifica la conspiración de ritos -amor, eternidad- la conciencia de hacedor de tiempo con la muerte Enmarcado tras la sensibilidad de abecedario súbito el poema adquiere pleno desarrollo, más allá de los reflejos del mar y su entorno. Blas de Otero escribió: Ahora voy a contar la historia de mi vida en un abecedario ceniciento Siguiendo las pautas de los ritmos e impresiones de la espuma y la ceniza -dos visiones simbólicas- el escritor completa un ciclo de preguntas y definiciones; Como si el final de la historia fuera este silencio de fieras para seguir viviendo un día más, y sólo eso Desde ese arrastre de los sentimientos, romper el silencio que habla de la muerte equivale a la búsqueda de otra vida más auténtica, la exactitud de la ausencia: Y otro día nos vamos de la vida, con la escasa percepción de lo definitivo Las palabras preliminares de Días débiles son explícitas: Me gustaría decir, como Neruda de su Crepusculario que éste es un libro de otro tiempo; sin embargo este libro, mío si no por el lenguaje al menos por lo que debajo de él aún vive, es un libro del otro tiempo de hoy. Es también la invitación a la serenidad que no cierra las puertas tras de sí sino que se vuelve a mirar por ellas, pero transforma lo que ve en literatura También las del homenaje a Coleridge: Desde esta orilla se ve que no es lo mismo perder que haber tenido La visión órfica aclara el sacrificio de la vida y resume los signos de la memoria: Atento sólo a que el olvido nos llevara un instante, que todos eran únicos José María BARRERA Todavía distrae a Merino el brillo espejeante de greguerías que seduce a tantos jóvenes. Pero, a la vista de este libro, cabe afirmar que lo que era esperanza se ha convertido en fruto cierto tuve que ir (pág. 15) Lo racional no deja hueco a la ensoñación, a la voz; sólo queda la voz del silencio. Se altera entonces el orden del universo: las palomas llevan en sus picos pedazos de la ciudad muerta y vuelan sobre los ojos en blanco como los buitres del desierto sobre la agonía de los espejismos (pág. 20) Lo malo es que ella tampoco sabe abrochar los prendedores de silencio que podría funcionar a modo de abrigo en la muda desnudez (pág. 24) Sólo resta guardar ocultos los nombres de las cosas y, ausente y sin dolor, desdibujar la piel de la identidad personal. 12 sen mis ojos los cristales (pág. 56) Amar lo cotidiano equivale a coleccionar fotos de pequeños cadáveres: sólo merece la pena descubrir en las palabras nuevas rostros sin memoria (pág. 58) Reclamo la atención en esa línea sobre un poema de excelente factura: Metamorfosis (pág. 60) Rebeldes a la marginación, los viejos muebles arrinconados en el desván invaden la casa y llaman a la puerta de los sueños de la protagonista, que los acoge y transporta al bosque original. Es cierto que no hay sólo sueños de color rosa (pág. 66) la aventura que Merino propugna se muestra abierta a la complejidad. Las palabras esconden en su rostro esencias diminutas que se proyectan hacia un tiempo imaginado, con trazos imprecisos. Es la claridad de la niñez la que perfila las cosas verdaderas, que poco o nada tienen que ver con las imágenes convencionalmente establecidas (pág. 70) Cuando llegamos al final, nos damos cuenta de que las piezas del libro han ido construyendo una alegoría en alegato de la búsqueda de una identidad nueva y libre en días también nuevos. Porque todo lo que nos funde en unidad indiferenciada es anticipo de muerte (pág. 72) Todavía distrae a Ana Merino el brillo espejeante de greguerías que hoy seduce a bastantes poetas jóvenes. Pero, a la vista de estos Días gemelos cabe afirmar que lo que era esperanza se ha convertido en fruto cierto. Víctor GARCÍA DE LA CONCHA de la Real Academia Española

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