CULTURAL MADRID 09-01-1998 página 34

A B C de las artes 9 de enero de 1998 EL TEATRO DE LA MEMORIA A L entrar, un espectacular montaje audio, visual nos sume de lleno en la época del Imperialismo. La España que perdió sus territorios de ultramar, ¿era por eso una nación moribunda Carmen Iglesias lo niega: España era una potencia europea entre las demás. Una nación con problemas, con desequilibrios comparables a las demás naciones europeas. En 1898 tenía 18,5 millones de habitantes, pocos viejos y muchos niños, pese a la elevada mortalidad infantil. La esperanza de vida rondaba ios 35 años. La gente emigraba en busca de oportunidades, del campo a la ciudad, y también a América, sobre todo a Cuba y Argentina. Garrote vil (127 x 166,2) de Ramón Casas, de 1894 La calle y la casa ¿Cómo se vivía? Aquí se ha reconstruido una calle de una ciudad española hacia 1900. El espectador puede pisar el empedrado, el mismo donde acampaban los pobres (como en la espléndida Catedral de los pobres de Mir, presente en la exposición) En esta calle recreada hay también novedades de la época: una farola eléctrica (la primera que alumbró Ma- drid en 1898, sustituyendo al gas) un tranvía de caballos. Y hay un típico almacén de coloni, ales esas tiendas tradicionales que vendían artículos de comer (arenques, bacalao) y beber, arder y vestir. El tendero no vivía mejor que sus clientes, y tenía que venderles fiado. La exposición también nos permite asomarnos a la cocina: hay un fogón campesino y una cocina económica con patas (igual que se contrasta una cuna rural y una moderna cuna Thonet) Y a las otras habitaciones de la casa: un despacho estilo remordimiento, un comedor de una familia burguesa. Lo más admirable es que muchas de estas piezas no noma de Madrid se han traído piezas excelentes. En el campo se vestían todavía los trajes regionales, como en el resto de Eu. ropa. En la ciudad, penetraba la moda y la mujer se libraba del polisón (el armazón que abultaba los vestidos por detrás) así, aun persistiendo el corsé, el vestido se hacía algo más cómodo y más libre. Las mujeres de las clases medias perdían la cabeza por los complementos: bolsos, encajes, pañuelos, cosméticos y sombreros... En una pintura de Sorolla encontramos a la familia del artista en la playa; las señoras, completamente vestidas y con guantes largos. Las distracciones más tradicionales y miás populares eran los bailes y los toros. Las clases medias cultivaban el paseo, las visitas, el teatro. Pero ya irrumpían diversiones típicamente modernas, como el deporte, importado de Gran Bretaña y difundido entre las clases altas. La bicicleta y el automóvil ganaban adeptos. Los intelectuales La exposición reúne en torno a un centenar de cuadros. La mejor y la peor pintura de la época, en todas sus variedades: Casado del Alisal y Raimundo de Madrazo, Regoyos, Casas y Rusiñol, Anglada, Sorolla y Zuloaga, Nonell y Romero de Torres. Ya estaba condenada la pintura de historia, que cedía el paso al género costumbrista y al paisaje. La modernidad francesa se filtraba poco a poco y con ella se redescubría la tradición artística española: Goya, Velázquez, El Greco. La palabra intelectuales (que había empezado a usarse en Francia hacia 1894) se estrenaba aquí hacia 1897- 98, en algún texto de Unamuno. El intelectual es el que se mete en lo que no le concierne, el que opina en público sobre la vida pública (especialmente la vida Ala izquierda, una niñera de paseo con un coche de la época. Calles, farolas, empedrados, tranvías... nos vuelven a finales de siglo. A la derecha, Velocípedo de Rudge que por aquellos años causaba furor 1 r proceden de ningún museo, sino que han sido prestadas por particulares. 1- A i- i I El ñnal del polisón La exposición es muy rica en indumentaria de la época; del Museo de Artes Decorativas, de! Museo de la Indumentaria de Barcelona, o del Museo de Artes y Tradiciones Populares de la Universidad Autó- 34