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CULTURAL MADRID 02-01-1998 página 37
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CULTURAL MADRID 02-01-1998 página 37

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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2 de enero de 1998 A B C de las artes ABOÜITECTÜHA LUIS GUTIÉRREZ SUTU, UN MUUERNU REALISMO Galería Rafael Ortiz Mármoles, 12 Hasta el 17 de enero De 150.000 a 1.500.000 ptas. N todas las épocas hay un arquitecto que sintoniza con los ideales de la sociedad dominante. Sus obras definen una época y tienen gran incidencia en los cambios de estilo y formas de vivir. Por regla general se trata de profesionales muy concienzudos y trabajadores, con gran facilidad para plasmar sobre el tablero los deseos de la clientela y llevar a cabo su perfecta realización. Sus proyectos son en extremo aceptados y constituyen el índice de un momento histórico, tanto en la arquitectura institucional o pública como en la doméstica o privada. Por igual en el campo que en la ciudad siempre saben estar a tono con el medio y el ambiente, sin alterar la tradición aunque sus realizaciones sean novedosas, aportando de manera acertada una transformación del entorno en el que se desarrolla la vida. Un arquitecto que cumplió todos los requisitos señalados fue Luis Gutiérrez Soto. La exposición de sus obras que actualmente tiene lugar en las Arquerías, es el corolario de nuestro aserto. Un excelente catálogo de Miguel Ángel Baldellou, comisario de la muestra, y un bien diseñado montaje por Javier Frechilla y José IVIanuel López Peláez hacen que este evento sea una feliz ocasión para conocer mejor una de las figuras máximas de la arquitectura española del siglo XX. Sin sus obras difícilmente se comprendería la transformación moderna de Madrid. La influencia que en un amplio sector de la península ibérica ejerció su arquitectura fue fruto de su afinidad con las apetencias de la burguesía ascendente a mediados de nuestra centuria. Luis Gutiérrez Soto, que opinaba que la arquitectura es el arte de organizar el espacio con arreglo a una función en forma y volumen, dentro de la técnica más adecuada y que por su carácter evolutivo no puede estacionarse y que al ir del brazo de la técnica y de la industria, del maquinismo y de los problemas sociales, es un arte eminentemente social fue un proyectista versátil y pragmático. Sus obras, realizadas siempre bajo el común denominador de un incuestionable oficio, responden acertadamente, tanto en lo funcional como en lo estilístico, al programa y a la época en la cual fueron proyectadas. Realizador de edificios de distintos géneros, adoptó en sus diferentes tipologías el estilo imperante del momento. En los años veinte fue el art- déco y en los treinta el racionalismo. Después de la guerra civil, en los años cuarenta, fue historicista y a partir de los cincuenta hasta su muerte, en 1977, fue partidario de recuperar la modernidad antes tan denostada por las autoridades. ¿Qué se va a llevar ahora en Madrid? fue su constante pregunta, a la cual siempre encontraba la respuesta adecuada. La disponibilidad de la disciplina arquitectónica constituyó su credo de profesional eficiente e infalible. Resulta asombroso que Gutiéen su madurez al golf. Sus relaciones mundanas le proporcionaron el conocimiento directo de las clases altas. Arquitecto realista, fue el ejemplo de la perfecta simbiosis con su clientela acomodada. En su haber se cuentan toda clase de edificios. Para el ocio levantó cines como el emblemático Barceló o el Narváez, bares como el Chicote y clubes como el de Puerta de Hierro. Algunas de estas obras fueron tan novedosas como la desaparecida piscina, en forma de barco, la Isla, al borde del Man- E S; Luis Gutiérrez Soto, en 1960. A la izquierda, el Cine Barceló, en Madrid, de 1930 ado regionalismo. El Palacio March, en Palma de Mallorca, es la prueba de su virtuosismo y sublimación de los estilos vernáculos. Cuando Gutiérrez Soto daba el do de pecho es cuando se enfrentaba a la construcción de los bloques de viviendas de lujo. Sus casas en el barrio de Salamanca, la Castellana, Rosales y Chamberí hicieron que Madrid alcanzase una categoría de capital mioderna. Sus interiores son un prodigio de distribución y articulación de las distintas zonas domésticas. Al exterior, señalemos su invención de las terrazas en profundidad, que, sustituyendo a los balcones, prolongan los salones y que arquitectónicamente han contribuido a crear un nuevo paisaje urbano, transferible a otras ciudades como en la plaza de Cuba, en Sevilla. Al igual que Juan Gómez de Mora en el siglo XVII y Pedro de Ribera en el siglo XVIII, Gutiérrez Soto ha sido uno de los arquitectos que mejor ha configurado la imagen de Madrid. Para perpetuar su memoria, elijamos la torre de La Unión y el Fénix, en el paseo de la Castellana. Erigida en 1965, con sus pulidas superficies y vertical simplicidad, es la síntesis de la versatilidad estilística y el buen hacer de un arquitecto que no cesó de producir obras de probada calidad. Antonio BONET CORREA 37 rrez Soto diseñase y realizase tan ingente cantidad de edificios. Su estudio, con pocos delineantes y su fiel aparejador Pablo Alonso Gurumeta, fue el más fecundo de Madrid. Trabajador incansable, encontró tiempo para practicar los deportes y frecuentar a sus amigos. En su juventud fue futbolista del Real Madrid, lo que le valió el apodo de Pichichi, jugó al tenis y zanares. En la arquitectura institucional ha dejado obras tan signifi cativas como el Ministerio del Aire y la sede del Alto Estado Mayor. Dentro del género utilitario, la Estación de ferrocarril de Santander marcó un hito urbano de carácter un tanto intemporal. Autor de casas unifamiliares, cortijos y palacetes, siempre imprimió a sus creaciones un sello de metamorfose-

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