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CULTURAL MADRID 12-01-1996 página 14
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CULTURAL MADRID 12-01-1996 página 14

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC literario ConversacionesConversaciones con Antonio Tabucchi Carlos Gumpert Con la colaboración de X. González Revira. Anagrama, 1995. 232 páginas, 2.500 pesetas güenza. De ahí que los diálogos con un personaje sean siempre tan reveladores, a menudo más que por lo que se dice, por la forma cómo se dice; por la música casi más que por la letra porque esta última es más fácil de vigilar conscientemente. Este libro, un par de admiradores españoles (demasiado admiradores, pero en estas cosas suele ser un mal inevitable) han entrevistado a Antonio Tabucchi, uno de los escritores italianos más famosos de los últimos años; y una vez más asistimos en ese juego de preguntas y respuestas a la complicada búsqueda de las claves de un hombre, que tiene contestaciones para todo, pero que curiosamente dice muy poco de sí mismo. Poirot casi no sabría qué pensar. Claro que el coloquio no es tal coloquio, éstas no son unas conversaciones pese a lo que anuncia el título, no les oímos conversar, es decir, expresarse libremente; al autor se le presenta un cuestionario y él va respondiendo punto por punto, eso es todo. Y se le pregunta sobre historia y técnica literaria, nunca se habla de nada personal, sólo de libros e ideas, cuadros y películas, y eso da al diálogo un aire académico. A veces también un poco tieso, con su pizca de almidón, el escritor aparece como un clásico de nuestro fin de siglo, lo cual aún está por ver, no hay que precipitarse; se da por supuesto que a un clásico, aunque nos invite a oporto, no se le hacen más preguntas que las que se prestan a su lucimiento y a su expansión, y Tabucchi, quizá para ser bien educado, acepta sin protestar el papel que se le asigna y la imagen de excelsitud que se le atribuye. Nos habla de la lectura, comenta el uso de la memoria y de las palabras, y da información acerca de sus gustos; ya sabíamos que sus predilectos son Pessoa y Borges, pero es también, claro, un buen conocedor de toda la literatura portuguesa (es catedrático de esta disciplina en la Universidad de Siena) además de un entusiasta del Quijote Galdós, Machado y Baroja. Elogia mucho a Flaubert, Melville, Stevenson y Kafka, y toma sus distancias respecto a Stendhal, Proust, el Joyce de Ulises y los vanguardismos de cualquier pelaje. Siente aversión por D Annunzio y por la novela realista de su país, etcétera. Pero no se trata de establecer una fastidiosa lista de preferencias y antipatías; aunque unas y otras pueden llegar a parecemos interesantes, siempre nos sitúan en un ámbito casi exclusivamente de historia literaria, y otro tanto cabe decir de la exégesis que hace de sus propios libros. Sabemos cómo lee y cómo escribe Tabucchi, aunque si no se han leído sus obras completas todo eso resulta de cierta vaguedad, pero no se ven sus contornos humanos; esperábamos conocer a una persona y sólo encontramos a un buen profesional de la literatura que diserta sobre cuestiones intelectuales y estéticas; tiene inteligencia, cultura, sutileza, arte (aunque los tres cuentos inéditos que se dan como apéndice eran perfectamente prescindibles, no hay que exagerar la devoción) pero todo queda en un debate universitario. Y en seguida se advierte la incomodidad que siente de ser él mismo, y el alivio con que se entrega a sus brillantes digresiones. Tabucchi practica lo que él llama el escepticismo fundamental escribe para la incertidumbre, con el fin de exploraría y en cierto modo de multiplicaría; la vida como un acertijo procedo a tientas, como si caminara en la oscuridad la literatura tal vez no sea más que eso, un intento de llevar a cabo un recorrido en el que acabamos perdiéndonos Sus historias son así laberintos sin salida en los que se da por seguro que no llegaremos a ninguna parte, y después de muchas vueltas y revueltas en estas conversaciones quizá también acabamos pensando que lo que se propone el escritor es disimularse detrás de las palabras. En resumidas cuentas este diálogo tan complacidamente literario no revela demasiadas cosas, y con otro enfoque hubiera podido servir para algo más que para promocionar a un novelista, por ejemplo para decimos cómo es. Carlos PUJOL F REUD ya lo sabía, y Hércules Poirot, a su manera, también lo dijo: para quien es culpable no hay nada más peligroso que hablar. Y todos somos culpables, aunque sólo sea de esconder pedazos de nuestra verdad por discreción, secreto o ver- Biog afía Lou Andreas Salomé H. F. Peters Traducción de Ana María de la Fuente. Paidós, 1995. 345 páginas, 2.800 pesetas L OU von Salomé fue una moda cultural de los años setenta que incluso mereció un film de la Cavan! además de la reedición de sus propios escritos, todo ello coincidiendo con el inicio del women s- lib de la que se puede considerar arquetipo y precursora. Fue la primera mujer liberada de Europa o, por lo menos, la más célebre y fértil de todas ellas. No tuvo hijos pero su influencia energizante y vitalizadora pasó por Nietsche, Rilke y Freud, entre otros de menor fuste. Por ser la musa inasible, libre y desinteresada de estos tres genios, Lou von Salomé ha pasado a la historia. Cuando se analiza su vida, se ve que, en realidad, merece estar en ella por méritos propios, no por la luz reflejada de esas tres luminarias. Lou von Salomé- sabe mal llamarla Andreas, el apellido de su marido, con el que vivió poco, convivió nada y usó de pantalla para no tener que casarse- simboliza la lucha por transcender las convenciones y tradiciones sobre la mujer decimonónica en cuanto a ideas y modo de vida. ¿Cómo puede una mujer inteligente, creativa y original relacionarse con hombres de talento sin ser engullida por 14 ellos? Lou era enormemente atractiva porque además de guapa era erótica: debía emanar feromonas, las moléculas mensajeras del sex appeal si no, no se explica que atrajese a los hombres como moscas, porque acudieron a ella en número considerable. Estos detalles eróticos de la biografía, aunque le añaden sal y pimienta, son, por lo demás, lo menos interesante. Lo mejor es oírla hablar a ella cuando Peters cita sus cartas, escritos o conversiones: ¡qué claridad de juicio! ¡que justeza de criterio! Esta mujer tocaba siempre. Por eso encandiló a tres genios por su belleza y su soberana inteligencia. Como muestra un botón. Cuando se inventó el cine comentó que tenía un brillante futuro en un mundo en que la creciente monotonía del trabajo provocaba una tensión interna tan fuerte que las necesidades de la masa ya no se podían satisfacer por formas de arte más exigentes. Su lema fue: Permitírselo todo, no necesitar nada y a fe que lo vivió, según se desprende de esta biografía detallada, inquisitiva y levemente indiscreta. Tenía talento para la amistad y el amor pero no se consumía por las pasiones de los ro- mánticos, aunque inspiró pasiones románticas, tanto en Nietzsche como en Rilke. En actitud vital, pensamiento y obra Lou se anticipó a su época: fue la primera mujer moderna la precursora de aquellas grandes rusas como Blavatski, Misia Sert o Gala. Logró mantener su identidad al lado de hombres poderosos e incluso arrolladores; aunque adoptó su modelo de vida de los hombres, no era una mujer masculina. De sus veinte libros y ciento veinte artículos publicados hay tres en español: Una divagación en la editorial Icaria, 1986, Mirada retrospectiva en Alianza, 1988, y Aprendiendo con Freud Laertes, 1984. Su autobiografía es interesante, según Peters, por lo que calla, opinión que parece llevar el agua a su molino, pero auque Peters revela más que Lou, porque conversó con conocidos de ella que le dieron abundante información, lo más interesante de su libro son las propias opiniones de Lou, esparcidas como gemas adamantinas por el libro de Peters, que se lee como una apasionante novela- verdad. Uno de esos libros que cuesta dejar de lado. Luis RACIONERO

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