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CULTURAL MADRID 08-12-1995 página 8
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CULTURAL MADRID 08-12-1995 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC Gran angular El canon cuestionado EL JUEGO m MUNDO S ABEMOS más acerca de Cervantes el hombre que acerca de Shakespeare, y sin duda hay mucho más que saber de él, pues su vida fue intensa, difícil y heroica. Shakespeare tuvo un inmenso éxito como dramaturgo y murió en la abundancia, viendo cumplidas todas sus ambiciones sociales (tampoco excesivas) A pesar de la popularidad de Don Quijote Cervantes no recibió derechos de autor y disfrutó de escasa suerte con sus mecenas. Pocas ambiciones tuvo, aparte de mantener a su familia, y fracasó como dramaturgo. No estaba dotado para la poesía; sí para escribir Don Qujote Contemporáneo de Shakespeare (murieron, se cree, el mismo día) tiene en común con él la universalidad de su genio, y posiblemente sea el único par de Dante y Shakespeare en el canon occidental. El sexto capítulo del Canon de Bloom está dedicado a Miguel de Cervantes, que forma junto a Shakespeare y Montaigne la tríada de autores sapienciales que vertebran nuestra cultura en la guerra (perdió para siempre ei uso de la mano izquierda en la importante batalla de Lepante contra ios turcos) Cervantes tenía que irse con mucho ojo con la Contrarreforma y la Inquisición. Los aires de loco de don Qujote le garantizan, y también a Cervantes, una suerte de patente de bufón, parecida a la del Bufón en El rey Lear una obra representada simultáneamente a la publicación de la primera parte de Don Quijote No hay dos lectores que den la impresión de haber leído el mismo Quijote y los críticos más distinguidos todavía no han conseguido ponerse de acuerdo en los aspectos fundamentales Se le considera en conjunción con Shakespeare y Montaigne porque los tres son escritores de sapienciales; no hay un cuarto tan cuerdo, morigerado y amable hasta Moliere, y de algún modo fue como un Montaigne redivivo, aunque en otro género. En cierto sentido, sólo Cervantes y Shakespeare ocupan la más alta eminencia; no se les puede superar, porque siempre van por delante de uno. Al enfrentarse a la fuerza de Don Quijote el lector nunca se ve denigrado, sólo realzado, cosa que muchas veces no ocurre durante la lectura de Dante, Milton o Jonathan Swift, cuyo Cuento de una barrica siempre me ha impresionado como la mejor prosa desde Shakespeare, aunque no deje de hacerme reproches. Tampoco ocurre en el caso de Kafka, el escritor central de nuestro caos. Shakespeare es de nuevo el más parecido a Cervantes; nos nutrimos de la casi Infinita capacidad para la indiferencia del dramaturgo. Aunque Cervantes siempre se muestra cauteloso a la hora de aparecer como un buen católico, no leemos Don Quijote como si fuera una obra devota. Es de presumir que Cer- vantes fue cristianó viejo, nó descendiente de judíos conversos ni nuevos cristianos, aunque tampoco podemos estar seguros de sus origenes, al igual que no podemos conjeturar con precisión cuáles eran sus opiniones. Caracterizar sus ironías es una tarea imposible; pasarias por alto también es imposible. A pesar de su heroica acción JAS principales personalidades shakespearianas aijinal se marchitan gloriosamente en el aire de una soledad interior. Don Quijote es salvado por Sancho, y éste por don Quijote. Su amistad es canónica y cambia, en parte, la posterior naturaleza del canon del libro. Erich Auertaach consideraba que no tenía rival en la representación de la realidad ordinaria como una alegría continua. Tras acabar de releer el Quijote parpadeo ante mi incapacidad para encontrar lo que Auertaach denominaba una alegría tan universal, tan ramificada y, al mismo tiempo, tan exenta de crítica y de problemática Los términos simbólicos y trágicos aun cuando se utilicen para clasificar la locura del héroe, le pardeen falsos a Auerbach. Contra esa afirmación emplazo al más agudo y quijotesco de todos los agonistas prítigos, el vasco Miguel de Unamuno, cuyo sentido trágico de la vida se fundamentaba en su íntima relación con la obra rrtaestra de Cervantes, que para Unamuno reemplazaba a la Biblia como la auténtica Sagrada Escritura Española. Nuestro Señor Don Quijote le llamaba Unamuno, kafkiano antes de Kafka, debido a que su locura procede de una fe en lo que Kafka iba a denominar indestructibilidad El Caballero de la Triste Figura de Unamuno busca la supervivencia, y su única locura es una cruzada contra la muerte: jote como un héroe, no como un loco; se niegan a leer ei libro principalmente como una sátira; y encuentran en el libro una actitud metafísica o visionaria en relación Grande fue la locura de don Quijote, y fue grande porque la raíz con el afán aventurero de don de la que brotaba era grande; el Quijote que hace que la influencia inextinguible anhelo por sobrevivir, cervantina en Moby Dick pafuente de las más extravagantes rezca completamente natural. locuras y de ios actos más heroiDesde el filósofo y crítico alemán cos. Scheliing en 1802 hasta el musical de Broadway El hombre de la En su opinión, la locura de don Quijote es un rechazo a la acepMancha en 1966, ha habido una tación de lo que Freud denomicontinua exaltación de esa búsnaba ardua realidad o principio queda de un sueño supuestade realidad. Cuando don Quijote mente imposible. Los novelistas se reconcilia con la necesidad de han sido los principales oponenmorir, no tarda en hacerio, regretes de esta apoteosis de don Quisando de este modo al cristiajote: entre los copiosos admiranismo que los visionarios españodores se incluyen Fielding, Smoles, y no sólo Unamuno, concellett, y Sterne en Inglaterra; bían como un culto a la muerte. Goethe y Thomas Mann en AlePara Unamuno, la alegría del libro mania; Stendhal y Flaubert en pertenece sólo a Sancho Panza, Fancia; Melville y Mart Twain en los Estados Unidos; y casi todos los escritores modemos hispanoamericanos. Dostoievski, que podría parecer el menos cervantino de los escritores, insistía en que el príncipe Mishkin de El idiota estaba modelado a inriitación de don Quijote. Puesto que muchos le conceden al extraordinario experimento de Cervantes el honor de haber inventado la novela, en oposición a la narrativa picaresca, la devoción de tantos novelistas posteriores resulta perfectamente comprensible; pero las enormes QSié purga su daimon don Qui- pasiones despertadas por el libro, jote, y de este modo sigue gustoen Stendhal y Flaubert principalsamente al triste caballero a tramente, son extraordinarios tribuvés de cada extravagante desgratos a ese gran logro literario. cia. Esta lectura está rnuy cerca HAKESPEARE no puede de la extraordinaria parábola de igualar los diálogos entre Kafka La verdad sobre Sancho don Quijpte y Sancho, pues Panza en la que es Sancho los amigos y amantes de sus quien ha devorado todos los liobras nunca acaban de escubros de caballerías hasta que su charse mutuamente. La individemonio imaginario, personifidualidad shakesperiana no tiene cado en don Quijote, sale rumbo parangón, pero conlleva enormes a sus aventuras con Sancho decostes. El egoísmo de Cervantes, trás. Quizá Kafka estaba convirexaltado por Unamuno, queda tiendo Don Quijote en un largo y siempre atenuado por la libre relabastante agrio chiste judío, pero ción entre Sancho y don Quijote, también puede que eso sea más que abre otro espacio para el fiel al libro que léerio con la simple juego. Tanto Cervantes como alegría con que lo hace AuerShakespeare son únicos en la bach. creación de la personalidad, pero Probablemente sólo Hamiet las principales personalidades da pie a tan variadas interpretashakespearianas- Hamiet, Lear, ciones como fDoñ Quijote NaYago. Shylock, Falstaff, Cleopadie de entre nosott- os puede purtra, Próspero- al final se marchigar a Hamiet de sus Intérpretes tan oriosamente en el aire de románticps, y don Quijote ha insuna soledad interior. Don Quijote pirado escuelas de crítica románes salvado por Sancho, y éste tica tan nurtierosas como contupor don Quijote. Su amistad es maces, y también libros y ensacanónica y cambia, en parte, la yos que se oponen a una posterior naturaleza del canon. supuesta idealización del protagonista de Cervantes. Los románH. B. ticos (yo incluido) ven a don Qui- S

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