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CULTURAL MADRID 14-04-1995 página 7
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CULTURAL MADRID 14-04-1995 página 7

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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ABC literario L AS obras de arte, Tanto mejor para él, cuando lo son de como se ha visto desverdad, poseen pués, pues su obra, Ignacio Aldecoa dos caracteres que las pura e incontaminada, liseñalan para siempre, y bre, independiente y doAlfaguara. Madrid, 1995. 760 páginas, 2.800 pesetas que Gérard Genette catada de una extraordinalifica en su reciente L oeuvre de l art. I (París, ria voluntad de estilo, es la que más indemne sentativo de todos aquellos jóvenes escritores 1994) nada menos que como dos modos de ha salido de todo aquel hundimiento general, que abanderaron en Madrid- hubo dos catalaexistencia la inmanencia y la trascendencia. que también ha sido- todo hay que deciriones de tendencia similar, Ana María Matute y Ahí es nada, ser y seguir siendo, significar y bastante apresurado e injusto en muchas ocaJuan Goytisolo, pero que no pertenecieron al permanecer, traspasar su esencia y atravesar siones. grupo- el primer realismo literario de postel tiempo sin cesar. El año pasado se cumplió guerra, y donde figuraban, junto a Aldecoa, Y aquí tenemos, por fin, en una intachable el primer cuarto de siglo de la inesperada y sucesión cronológica, los 79 cuentos complebrutal desaparición, a sus 44 años, de Ignacio tos- con los once que faltaban en la edición Aldecoa, el primer y más importante de los naanterior, aunque se hubieran podido incluir rradores en principio calificados como realistambién los breves textos de Neutral Comer tas de la generación española del medio siglo, (1962) dado que son estampas narrativas iny su obra, que nunca ha dejado de estar predependientes de las fotografías que acompasente en mayor o menor medida en nuestro ñaron entonces- de Aldecoa, que constituyen mercado editorial, parece agrandarse con el un acontecimiento literario de excepcional y paso del tiempo. Autor de dos libros de poeprimerísima magnitud. El prólogo de Josefina mas, cuatro novelas, siete libros de relatos y Aldecoa insiste en la verdad esencial de la un conjunto de catorce textos breves que ilusobra de su esposo, que fue antes de nada un traban fotografías sobre el mundo del boxeo narrador de historias enamorado de la aven- una de sus grandes aficiones- su obra, por tura, de los viajes, de lo particular y originario, desgracia demasiado pronto interrumpida, de lo más puramente literario en suma, y aparece hoy como una clave fundamental para constituye, junto con el reciente Esperando el la comprensión del último medio siglo de las leporvenir (Siruela, 1994) de Carmen Martín tras españolas, como un eslabón nunca perGaite, el mejor testimonio reciente sobre la fidido- aunque a veces no bien entendido del gura y obra de Aldecoa. Si fue un escritor retodo, o reducido a unos límites poco generoalista -lo que resulta exacto- fue también musos- de la historia reciente de nuestra literatura cho más que eso, un formalista total, un enay de nuestro propio país. morado del estilo, un buceador de lo literario puro, lo que se advierte en este volumen de Si bien todo lo que escribió es importante, manera tan diáfana como inesperada para tasu labor más continuada y de mayor éxito fue xónomos apresurados. la de autor de cuentos y relatos más o menos Cuentos completos (1949- 1969) breves, que ahora se reúnen aquí de manera cronológica y exhaustiva, y con bastantes caracteres de novedad. En efecto, los siete libros de cuentos que publicó en vida- Víspera del silencio (1955) Espera de tercera cíase (1955) El corazón y otros frutos amargos (1959) Arqueología (1961) Caballo de pica (1961) Pájaros y espantapájaros (1963) y Los pájaros de Baden- Baden (1964) -más tres inéditos, uno de ellos recogido en el volumen postumo Tierra de nadie (1970) que sólo incluía esta novedad, fueron recopilados por Alicia Bleiberg en dos volúmenes aparecidos en 1973 en el libro de bolsillo de Alianza Editorial. Aquella edición, sin embargo, prescindió de otros diez cuentos de su Primera época- aparte de otro que fue rechazado por la censura de entonces- y su organización fue eminentemente didáctica, pues, aparte de recoger en un volumen los cuentos largos y en otro los breves, los reordenaba por temas: los oficios, la clase media, los bajos fondos, el éxodo rural a la gran ciudad, vidas extrañas, los niños, la soledad de los viejos, la abulia y el vacío de la gente acomodada... Se trataba, pues, de una edición más sociológica y pedagógica que literaria, aunque sin duda Contribuyó al éxito de la misma, pues ha sido reeditada continuamente y bastante leída en los medios juveniles y estudiantiles. Pero, desde luego, daba una imagen reducida del escritor, como si lo inmovilizara en la tópica fotografía ya trazada por los historiadores, críticos e investigadores perezosos, en la consabida etiqueta del realismo social de la narrativa española del medio siglo. Y es exacto que Ignacio Aldecoa, perteneciente a la generación llamada de los hijos de la guerra -el bautizo, o su confirmación, fue e su viuda, Josefina Rodríguez Aldecoa, en Una inolvidable antología de aquel grupo- fue n adelantado primero y luego el más repre- Quienquiera conocer aquella España de entonces nunca lo podrá hacer del todo sino ha leído las novelas y cuantos de Ignacio Aldecoa. Una obra inmanente y trascendente, una lectura obligatoria que además es un placer Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio, Josefina Rodríguez, Carmen Martín Gaite, Medardo Fraile, y algunos otros, que siguieron caminos diferentes, como el dramaturgo Alfonso Sastre, el cineasta Rafael Azcona, o los outsiders Luis Martín Santos y Juan Benet, de los que el primero fue el enterrador de la tendencia y el segundo el tardío explorador de lo que iba a sucedería. A aquel primer realismo mSs puro, independiente e irreductible, ajeno a toda impureza literaria, sucedería un segundo más oolitizado, partidista y comprometido en la lucha contra el régimen anterior, que, repleto de buenas intenciones, abandonaría en buena medida las primeras exigencias literarias en favor de las políticas, contribuyendo así a la decadencia y desprestigio de la tendencia en general. Y en cierto modo, la irreductible independencia de Aldecoa, su intransigencia artística y hasta su intratable rechazo de toda suerte de manipulaciones ajenas a la literatura, hicieron que su figura y obra no fuera bien admitida por las cabezas rectoras de aquel segundo realismo. Sí, es cierto que retrató sobre todo a las pobres gentes a los artesanos, a los humildes campesinos, cómicos, aprendices de toreros, a los marineros, emigrantes, gitanos, ferroviarios, huéspedes de pequeñas pensiones, habitantes de chabolas y marginados de todo tipo; como Dostoievski, vive el cielo, como Baroja; pero ¿es que en la miserable España real de los años 40 y 50 había otra cosa auténtica? Al final de su corta vida iban apareciendo en sus relatos pequeños burgueses frustrados, los primeros turistas y beatniks ó discotecas de Ibiza y la Graciosa, donde sucedió también su última novela, Parte de una historia que iniciaba una nueva manera de hacer, quizá más subjetiva- estaba escrita en primera persona- más compleja, matizada y abierta a los cambios que entonces empezaban. Y siempre la voluntad de estilo, una prosa riquísima, intermedia entre lo. lírico y lo épico, que rozaba muchas veces la frontera de lo mítico, como se ve en alguno de sus últimos relatos, como el postumo Amadís Tocó temas y contenidos perfectamente tópicos en apariencia- los gitanos, los toros, el boxeo, el mar- pero con tal contención, pureza y equilibrio, que le venían de Baroja y el primer Cela, de sus lecturas norteamericanas- Hemingway- o italianas- Pavese- que lo tópico desaparece en función de lo real. Y no tan sólo se trata del triunfo final de la literatura contra todo y contra todos, sino que, además, quien quiera conocer aquella España de entonces- cuyo conocimiento es obligadonunca lo podrá hacer del todo, por mucha Prensa, historia, economía, sociología o política que lea, si no ha leído las novelas y cuentos de Ignacio Aldecoa. Una obra inmanente y trascendente, una lectura obligatoria que además es un placer. Rafael CONTÉ

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