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CULTURAL MADRID 20-05-1994 página 12
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CULTURAL MADRID 20-05-1994 página 12

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
  • Página12
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ABC literario Novela Crónica Mujeres de negro Josefina R. Aldecoa Anagrama. Barcelona, 1994. 205 páginas, 1.400 pesetas Territorio comanche Arturo Pérez- Reverte Ollero Ramos. Madrid, 1994 14 7 páginas, 1.100 pesetas ALIÉNDOSE de su dilatada experiencia como reportero, Arturo Pérez- Reverte (Cartagena, 1951) ha abandonado en esta ocasión el terreno de la ficción pura, que tantos éxitos de público le ha proporcionado, para elaborar un texto de difícil clasificación, más cercano al reportaje que a la literatura narrativa. Esta circunstancia no disminuye en absoluto la calidad estética del resultado, Territorio comanche -fórmula para designar el lugar más peligroso de un campo de batalla al que un reportero puede acercarse- está escrito con la frescura esperable de una crónica periodística acerca de los enfrentamientos armados en los Balcanes, pero incluye páginas de refinada precisión, secas y cortantes, que constituyen, además, un homenaje a los reporteros de guerra que arriesgan la vida continuamente bajo los bombardeos, a diferencia de algunos advenedizos aprovechados que pretenden dar lecciones desde posiciones confortables situadas muy lejos del conflicto; Cualquier imbécil pasa dos días en Sarajevo y a la vuelta escribe trescientas cincuenta páginas sobre el tema y asiste a mesas redondas para explicar la cosa, junto a cantamañanas que no han peleado jamás por un mendrugo de pan, ni oído gritar a una mujer cuando la violan, ni se les ha muerto nunca un crío en los brazos antes de pasar tres días sin poderse quitar la sangre de encima porque no hay agua para lavar la camisa (pág. 118) Pérez- Reverte habla de lo que conoce. Su obra tiene en este caso la nerviosa- y a veces rabiosa- sinceridad propia de un testigo desencantado por cuya retina han pasado centenares de escenas atroces, muestras inequívocas de la degradación a que puede llegar el ser humano, pero también algunos gestos reconfortantes de generosidad y de sentido del deber. Por eso, y a pesar de centrarse en el conflicto bosnio, la visión de cada suceso trae a la memoria inevitablemente otros semejantes vividos en lugares diversos. El contemplador acarrea hasta la actualidad el peso de su propia experiencia, y el presente es tan sólo un eslabón más de la historia. Nada resulta, en rigor, enteramente nuevo. Todo lo que acontece, grave o minúsculo, sirve para evocar otras guerras, otras miserias. La nitidez del estilo- con algunos descuidos, como el día antes (pág. 45) o se levantó a por agua (pág. 45) -incrementa la eficacia del mensaje. Además del valor cronístico de estas páginas, auténtico inventario de reporteros de guerra perfilados con trazos rápidos y agudos- véanse, por ejemplo, las líneas dedicadas a Corinne Dufka, o bien a Antíoco Lostia, entre otras- hay que destacar la huella marcadamente personal del escritor. Pérez- Reverte es un narrador de extremada destreza, como acreditan sus novelas. Su reconocida capacidad para relatar acciones, también patente ahora, coloca Territorio comanche en un estrato literario mucho más elevado que el del simple reportaje informativo. Cuando se llama a las cosas por su nombre y se habla de lo que a uno le resulta familiar, el resultado suele ser un texto, como en este caso, de muy grata lectura. R. S. C ON este nuevo título, la obra narrativa de Josefina R. Aldecoa (La Robla- León- 1926) alcanza la media docena de volúmenes, de los que cinco son novelas. Puede hablarse, además, de una extraordinaria colierencia en la elección de temas y motivos, así como en los rasgos fundamentales de un estilo narrativo ya inconfundible. La listona de Mujeres de negro continúa cronológicamente la narrada en la novela anterior de la autora, Historia de una maestra (1990) si bien puede leerse de modo independiente sin que la comprensión del relato sufra merma alguna. En aquella obra, Gabriela evocaba en primera persona sus experiencias como maestra en el marco liistórico de la Segunda República, su matrimonio con Ezequiel, el nacimiento de su hija Juana, el estallido de la guerra civil y el fusilamiento de su marida. Ahora, en Mujeres de negro Juana toma el relevo y se convierte en narradora de las vicisitudes posteriores. Dividida en tres partes de extensión equilibrada- con una configuración similar a la que poseía la obra anterior- la novela narra por boca de Juana la última etapa de la guerra y los primeros y difíciles momentos de la posguerra, con la depuración de Gabriela como maestra Los vencidos la emigración a México El destierro y la vuelta de Juana a España El regreso interrumpida finalmente por un suceso que es tal vez el único elemento inconsistente de la obra: la historia de Sergio y su abrupto final arroja, en efecto, cierta sombra de injustificada precipitación sobre el desenlace de la novela. La estrecha relación entre Mujeres de negro e Historia de una maestra no reside únicamente en la continuidad cronológica y argumenta! ni en la identidad de los personajes centrales o en la disposición constructiva similar de ambas obras. Hay algunas referencias sueltas que fortalecen y subrayan su parentesco. Así, la narradora reproduce una confidencia de su madre; Tu abuela lo pasó muy mal cuando me fui a Guinea, antes de casarme. Me ful a enseñar a los negros de esa parte de África que es España y volví enferma. (pág. 35) La experiencia de Gabriela en Guinea se narraba extensamente en la primera parte de la obra anterior. Y no es éste el único recordatorio de Historia de una maestra que aflora en las páginas de la novela. Las dos obras de la autora- y las dos voces narrativas, con sus correspondientes 12 puntos de vista y con las sutiles diferencias de carácter y de formación entre madre e hija- abarcan de este modo un cuarto de siglo de vida española; una etapa marcada por acontecimientos decisivos en nuestra historia contemporánea. Si hago hincapié en el marco histórico no es porque Mujeres de negro constituya un ejemplo de historia anovelada, como si fuera un episodio nacional de corte moderno, sino porque los personajes, sus ideas, los conflictos que arrastran sus vidas y, en general, su existencia toda llevan impresa la marca de un determinado tiempo histórico. Todo, a la postre, es resultado de una confluencia de factores que empujan a Gabriela, a Octavio o a Juana en una dirección que hubiera sido diferente de haber vivido en circunstancias distintas. Ésta es la idea- nada frivola, por fortuna- que preside la creación novelesca de Josefina R. Aldecoa. Los tipos y sus acciones nos interesan por sí mismos, pero, al mismo tiempo, su contextura psicológica deja traslucir lo que en ellos hay de producto histórico. No se trata de practicar un trasnochado determinismo, sino de evitar que las criaturas de ficción aparezcan a los ojos del lector, como tantas veces ocurre, desgajadas de las circunstancias que ayudan a entendertas y las explican como seres humanos y no como muñecos de otra galaxia. Nada de esto habría sido suficiente para llevar la nave a buen puerto sin otro factor decisivo, sin una cualidad patente en las páginas de Josefina R. Aldecoa; nos hallamos ante una magnífica escritora. La sutil delicadeza en el tratado de los personajes femeninos, de sus gestos y reacciones; el uso sabiamente dosificado de la elipsis, que permite decir mucho más dé lo que aparece en la superficie del texto; la prosa ejemplarmente límpida, sin excesos, son elementos que hacen de Mujeres de negro una novela madura, excelente, en la que el plano de la invención estricta, de los ingredientes temáticos y arguméntales, tiene menos peso- y menor interés- que el desarrollo equilibrado de la historia, apoyado siempre en recursos literarios de buena ley. Hay en estas páginas la inconfundible huella de lo auténtico, de lo que se logra cuando la literatura es una transfiguración de experiencias personales- vividas o imaginadas, pero en cualquier caso incorporadas al espíritu del autor- y no un jugueteo de salón. Ricardo SENABRE V

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