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CULTURAL MADRID 14-05-1993 página 12
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CULTURAL MADRID 14-05-1993 página 12

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario Novela Sorgo rojo Mo Yan Traducción de Ana Poljak. Muchnik. Barcelona, 1992, 502 páginas. 3000 pesetas ¡Wmgapoh! George Walter Traducción de A. Morales Vidal Anaya M. Muchnik, 1993. 562 páginas S EGÚN confesó el novelista centroeuropeo Von Rezzorl a Claudio Magrís: Un escritor siempre es un ex. en cualquier realidad a la que él quiera referirse, nunca cree disponer de ella Si esa realidad la situamos en la China actual, la afirmación de Von Rezzori adquiere más de un sentido, porque hoy cualquier escritor chino es un ex (iliado) de su propia realidad. Por ello, quizá, tras el Gulag maoista (1966- 1976) denominado Revolución Cultural -uno de los genocidios más estremecedores de la historia reciente- toda una generación de jóvenes escritores se enfrentó a la tarea intelectual de recuperar una memona secuestrada. El primer paso- de acuerdo a las cabales recomendaciones de Jacques le Goff respecto a la vieja costumbre de aplicar la amnesia política a la población: El comunismo mejoró considerablemente el sistema de condena al olvido y fabricación de una falsa memoria que se da desde la Antigüedad, cuando se hacía borrar el nombre de los poderosos caídos en los frontones de los templos antiguos, destruir los monumentos, las inscripciones y los libros, rebautizar las estatuas será mostrar las heridas causadas a sus personajes por la represión política. Al conjunto de estas obras, que comienzan a publicarse al principio de los años ochenta se le denominó literatura de las cicatrices y, entre ellas, cabe destacar: Piedras en el muro de Dai Hunying; La mitad del hombre es la mujer de Zhang Xianliang, El Gourmet y otras historias de Lu Wenfu, Olas de Bel Dao; La torre del tambor de Liu Xinwu, y Los años rojos de Hua Linsham. De alguna de estas obras hay traducción española. Esa búsqueda de una memoria común brutalmente arrebatada constituye el hilo conductor de la literatura china más actual. En efecto, una vez narrada la gangrena intelectual de una generación perdida la siguiente vuelta de tuerca a la razón contemporánea obligaba a establecer la recuperación de un pasado histórico, de riqueza y complejidad cultural monumentales, sometido, a partir de 1949, año del triunfo de la revolución comunista, a la simpleza política del borrón y cuenta nueva. Y a tal empeño se encaminan un grupo de escritores, en su mayoría narradores, quienes bajo el frente abierto por los anteriores, deciden emprender el camino hacia la antigua identidad histórica y nacional oculta durante casi cuarenta años de terror e insensatez. Son los llamados jóvenes instruidos Entre ellos se encuentra el autor de Sorgo rojo Mo Yan (1956, seudónimo de Guan l loye. El uso del seudónimo literario es una práctica ancestral en la historia literaria del antiguo Imperio del Centro) Estos nuevos escritores plantean en sus obras un hecho esencial: redescubrir su propia identidad en la China Rural. Una suerte de intrahistoria unamuniana, bajo el aliento de la tradición. Para todos ellos, es necesario reinterpretar los mitos de una cultura ancestral que desvele los signos y perfiles de la verdadera identidad del hombre chino La tradición es una fuerza emergente y, a partir de su recuperación histórica, también es una energía ca; z r; crear una nueva sensibilidad. 12 El poeta Yan Ling la define como el eterno presente. Ignorarlo es ignorarnos a nosotros mismos Sorgo rojo se inscribe, así, de manera ejemplar, en esta línea regeneracionista que define a la más inquietante narrativa china. Contiene todos los elementos característicos de una novelística basada en los modelos neorreallstas a los que se ha añadido un cierto pesimismo secular, contrario a los viejos postulados políticos del socialismo real dictados por el poder. Mo Yan escribe, de este modo, la novela de su propia identidad desde un ámbito particularmante venerado en la vida social china: la familia. Para ello, hace uso de E m la narración en primera persona como único modelo capaz de alternar la verosimilitud exigida en cuanto a la realidad de unos hechos sucedidos a sus propios antecesores, y la reflexión desde el presente. La época en que se desarrolla la acción de la novela se enmarca en unos años decisivos para la historia contemporánea de China: 1923- 1939, con el comienzo de la guerra con los japoneses como el punto de inflexión en el que se precipitarán todas las tensiones internas, que, en esos años están destrozando el posible futuro modernizador de la nación asiática. En 1960, cuando la nube negra de la hambruna se abatió sobre la península de Shandong, aunque no tenía más de cuatro años, yo comprendí oscuramente que el municipio de Gaomi Noreste no había sido nunca nada más que un montón de ruinas y que sus habitantes jamás habían podido librar sus corazones de la acumulación de casas derruidas. Tampoco lo harían en el futuro (págs. 237238) La muerte, la desolación y la miseria, siempre bajo el oscuro designio de una violencia irracional, configuran el ámbito natural de sus personajes. No es, por ello, un mero elemento retórico la carga expresionista que muestra Mo Yan en la descripción minuiciosa y desgarrada de unos acontecimientos históricos entre los que los personajes no son sino víctimas de su propia indefensión y de su anhelo de sobrevivir. Sorgo rojo de cuyo primer capítulo Zhang Yimou rodó una espléndida película, es la crónica de una derrota común y es, al mismo tiempo, la apelación a una cultura popular sumergida en la más cruel de las represiones política: aquella que nos arrebata nuestra propia identidad. Fernando R. LAFUENTE L 20 de diciembre de 1606, tres barcos partían desde Inglaterra con destino al nuevo mundo recién descubierto por Cristóbal Colón. Un año antes, el rey Jaime I de Inglaterra, sin demasiado entusiasmo, había permitido que dos compañías establecieran colonias en aquellas tierras tan preciadas para los españoles. La ciudad que fundaron vino en llamarse Jamestown y rápidamente el capitán John Smith se convirtió en su líder indiscutible. Es éste el dato biográfico más conocido de la vida de este inquieto personaje, pero cuando se conocen todas sus andanzas su heroicidad colonial resulta ser un eslabón más dentro de una larga cadena de contingencias, hazañas e incidentes. George Walter, el autor, ya escribió con anterioridad una novela de corte histórico, Los hijos de Atila pero es más conocido por ser el autor de una interesante biografía de Edgar Alian Poe. Ahora versiona en ¡Wingapohi: La historia del capitán John Smith la excitante vida de este aventurero, uno de los protagonistas históricos cuyo estudio resulta más atractivo. John Smith nació en 1580, en Willoughby, Lincoinshire. Hijo de un pobre granjero, comenzó a trabajar al servicio de un mercader. Pero su espíritu aventurero se rebelaba contra la monotonía rutinaria. A los veinte años se enrola como mercenario en la guerra contra los turcos, que se desarrollaba en Centroeuropa. Es hecho prisionero, pero logra escapar a Rusia. También luchó en Flandes y en el Mediterráneo contra las tropas españolas. De regreso a Inglaterra, comienza a utilizar el título de capitán y se une al grupo de cien expedicionarios que, sufragados por la Virginia Company partían hacia las costas de Norteamérica. Desembarcaron el 14 de mayo de 1607. Un año más tarde, las enfermedades y los indios habían reducido la población a la mitad. Fue entonces cuando el capitán John Smith se reveló como un jefe natural, convirtiéndose en presidente de la colonia el 10 de septiembre de 1608: organizó la vida del asentamiento, realizó viajes exploratorios y comenzó el negocio con los indios. De su contacto con ellos es el pasaje más conocido de su historia; la relación con Pocahontas, hija del gran jefe Powhatan. El relato es uno de los más populares entre los escolares norteamericanos. John Smith fue hecho prisionero por los indios y salvó su vida gracias a la intervención de la joven hija del jefe (según parece, la versión original tiene más de fantasía que de realidad) Hubo de regresar a Inglaterra, pero retornaría en un par de ocasiones, explorando los territorios del norte, donde después se asentarían los puritanos. La historia ficcionada de Walter está excelentemente documentada y al mismo tiempo es ágil, viva y fresca. Tal vez peque de un excesivo romanticismo al relatar alguno de los pasajes, pero ¿acaso podía ser de otra forma tratando tan excéntrico personaje? Además, sitúa los acontecimientos particulares en su contexto histórico, no sólo en lo relativo a Inglaterra, sino dentro del panorama mundial. También son interesantes las consideraciones relativas al Gobierno de los primeros asentamientos donde, matizadas posteriormente por los puritanos, se puede encontrar el germen de la actual mentalidad norteamericana. José Antonio GURPEGUI

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