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CULTURAL MADRID 10-07-1992 página 14
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CULTURAL MADRID 10-07-1992 página 14

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario Ensayo Biografía Ensayos y conferencias Robert Musil Traducción de L Arántegui. La Balsa de la MedusaA isor, 1992. 433 páginas. 2.900 pesetas AY escritores que seducen y hay escritores que convencen. Robert Musil- que difícilmente puede ser cla sificado entre los primeros- pertenece, por estilo y voluntad, a los segundos. Su mundo novelístico- s i de tal puede hablarse- es, sobre todo, un modo que consiste en una aplicación: la del pensamiento científico- filosófico a un ámbito, como el de la literatura, en el que dominaba otra tradición: en el que se narraba una historia, pero no se planteaba una hipótesis; y en el que el indicativo producía- o reproducía- una bastante simple simulación de lo real. Con Musil el subjuntivo se introduce, la novela se abre y el relato se cambia porque el ritmo de ambos recibe un tratamiento que vuelve argumentativa la ficción. Antes de Musil había diversas formas de relato; después de Musil esas diversas formas no se unifican, sino que se contrastan, y el neopositivismo- que es la base sobre la que su novela se sustenta- impregna los ejes del relato, polarizando todos sus posibles contenidos hacia una nueva forma de ficción: la de la conjetura, en la que nada- n i siquiera la posibilidad- parece estar resuelto. En este punto, la creación de Musil conecta con la filosofía del Círculo de Viena (Rudolf Carnap, Otto Nourath, Moritz con la lógica de Ludwig Wittgenstein y con el EmpiriokritiziSmus del catedrático de Ciencias Inductivas Ernst Mach, sobre cuya obra el joven Musil escribió su tesis, Beitrage zur Beurteilung der Lehre Machs en 1908. Memorias de una esclava Harriet Jacobs Traducción de María Bacallado. Grijaibo Mondadori 232 páginas, 1.990 pesetas H folletinista que sustituye la retórica por la meditación, y que somete la realidad a un modo de acercamiento diferente. Se asiste a la caída del tipo de escritor estudiado por Claudio Magris. Y se comprende a Musil dentro del perfil que le es más propio: el descrito por Deleuze y Guattari, que tuvo, corno paralelos, a Kafka, en Praga, y a Joyce, en Dublin. Su pensamiento político ni se explícita ni se oculta: aparece en su definición de democracia en su informe sobre la situación del escritor de lengua alemana en el terrible período de entreguerras; y se atisba- como una sombra al fondo- al Musil que, en las E Tanto su tesis- que ha sido rescatada y reeditada en 1983- como la mayoría de los artículos y discursos que ahora se publican subrayan lo determinante que, para Musil, fue recibir, en vez de una educación humanística y literaria, una formación científica y filosófica: la literatura- afirmó- no se puede librar de adaptarse a la imagen científico- natural del mundo Adolf Frisé, Robert L. Roseberry y Wilhelm Bausinger han llamado la atención sobre este rasgo que, al imprimir carácter a toda su escritura, la distingue no sólo de la de sus contemporáneos, sino casi- o sin casi -de toda otra creación. Y la distingue tanto que uno de los problemas a que se enfrentan sus principales editores es a la diatriba filológica, que les obliga a optar- y de continuo- entre dos posibilidades de edición: la que los manuscritos en sí mismos presentan, y que es la que defienden los partidarios de la edición crítico- textual; y la de quienes pretenden que la excesiva complejidad del texto ha de suavizarse para que no resulte demasiado difícil de entender. Ensayos y conferencias no hace suyo este enigma: vierte al castellano la totalidad del tomo VIII de las Cosammelte Werke de la edición de Rowohit, hecha por Frisé, y recoge 34 artículos escritos entre 1911 y 1933; cinco conferencias, de las cuales una ya ha había sido publicada en nuestro idioma; y 32 fragmentos ensayísticos sobre los más variados temas, entre los que se incluyen tanto sus propios prólogos como un conjunto de inteligentes reflexiones sobre estética, política, crítica y moral. Se advierte en ellos al Musil más irónico con su participación en el cambiante espíritu que definió su época. Se ve al 14 elecciones de 1927, pedirá- junto con Alma Mahier, Alfred Adier, Karl Buhier, Antón Webern, Sigmund Freud, Franz Werfel, Hans Kelsen y Alfred Polgar- el voto para el Partido Social- Demócrata. Se comprende su fascinación por la medicina psicológica de Ernst Kretschmer y por la teoría estética de la Gestait Se adivina su admiración por la crítica literaria de Kerr y por la lírica de Rilke. Se descubre en él un tipo de intrahistoria más próximo al de Azorín que al de Unamuno. Y se constata una postura que coincide con la expresada por Agustín de Foxá en su poema Derribos sobre todo cuando Musil indica que nuestra época crea maravillas, pero ya no las siente Ensayos y conferencias no añade nada nuevo a la obra de Musil, pero sí a nuestro conocimiento de ella y de él: de su prodigiosa máquina mental, que funciona con la precisa simetría de un sistema físico- matemático. Contribuye a ello la tan escrupulosa como milimétrica traducción de Arántegui, que cuida cada vocablo, define cada término, despeja los equívocos e inocula a la frase el carácter, caleidoscópico y espejeante, que, en su lengua, tiene el original. Lo que se degusta y agradece no sólo por la pesada artillería que a cada lector Musil le opone, sino- sobre todo- porque su versión es tan canónica como modélica. Jaime SILES N 1800 la importación de esclavos era ilegal en todos los Estados de la Unión; sin embargo, dada la laxitud de la ley, era práctica habitual. Los Estados del Sur comenzaron entonces a legislar de forma que se perpetuara la situación (Carolina del Sur abolió la ley contra la importación de esclavos en 1830) Al mismo tiempo, en los Estados del Norte aparecen las primeras sociedades abolicionistas; la posibilidad de huida para el esclavo cobra fuerza en las plantaciones algodoneras sureñas. De igual forma que los esclavos recurrían a las sociedades abolicionistas, éstas necesitaban de aquéllos para sus mítines. Algunos de ellos incluso llegaron a escribir sus propias experiencias, convirtiéndose de esta forma en auténticos pioneros del género autobiográfico, siendo Narrative of the Life of Frederick Douglas, an american Slave uno de sus clásicos. El contenido en cada uno de estos testimonios es ciertamente similar. El de Harriet Jacobs en Memorias de una esclava no difiere mucho del resto. Harriet era hija de blanco y negra. Su padre nunca reconoció la paternidad, pero su primera propietaria era una buena mujer. A la muerte de ésta fue traspasada en herencia a una sobrina. A partir de entonces supo el verdadero significado de la palabra esclavo. Enamorada de un negro, no se le permitió casarse ni tener hijos con él por pertenecer a otro dueño. Tuvo dos hijos con un hombre blanco que la trató mejor de lo que se podía esperar; incluso llegó a comprar a sus propios hijos para llevarlos a un Estado del Norte. Harriet intentó escapar, el plan fracasó y hubo de vivir escondida en una buhardilla durante seis años. Al fin logró escapar a Nueva York y reunirse con sus hijos. De todas formas, su situación era ilegal: al ser fugitiva, podía ser devuelta a sus legales propietarios (la autobiografía apareció firmada con el seudónimo de Linda Brent por fortuna, pudo comprar su libertad: La factura de la venta está en los archivos, y las futuras generaciones aprenderán de ella que las mujeres eran artículo de tráfico en Nueva York a finales del siglo XIX de la religión cristiana. La historia se estructura en torno a cuarenta y un capítulos. En cada uno de ellos se relata un acontecimiento singular, de manera que parece estar formado por distintos relatos breves; lo que, en definitiva, resulta más entretenido que otras autobiografías similares. Por temor a represalias firmó su obra con el seudónimo de Linda Brent; también hubo de ocultar el nombre de algunos personajes, vivos todavía en el momento de su publicación. La intencionalidad moralizante apenas si abriga pretensiones artísticas. Harriet sabía leer y escribir gracias a la preocupación de sus primeros dueños; para la redacción pidió ayuda a Harriet Beecher Stowe, autora de La cabana del tío Tom La condescendencia y el tratamiento blando, incluso de los pasajes más escabrosos, de Stowe, no satisfizo a Jacobs, quien comenzó la labor en solitario. Su hija corrigió la puntuación y ortografía y pasó el manuscrito a limpio. Una pena de trabajo, pues la versión castellana que se nos ofrece es una de las menos afortunadas de los últimos años. José Antonio GURPEGUI

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