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CULTURAL MADRID 20-12-1991 página 8
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CULTURAL MADRID 20-12-1991 página 8

  • EdiciónCULTURAL, MADRID
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A B C literario Novela -Relatos Los espejos paralelos Néstor Lujan Planeta. Barcelona, 1991. 223 páginas. 1.500 pesetas La oscuridad es otro sol Olga Oroz Pre- Textos. Valencia, 1991 177 páginas L ¡I i! I A dedicación a la novela de Néstor Lujan (Matará, Barcelona, 1922) es más bien tardía. Hasta hace apenas cuatro años, el autor era conocido sobre todo por otros menesteres. Culto y brillante periodista, experto en saberes variados- desde la gastronomía a la tauromaquia- autor de obras de divulgación histórica y animador de distintas empresas editoriales, nada hacía sospechar su oculta vocación narrativa, pujantemente iniciada en 1987, con la obra Decidnos, ¿quién mató al Conde? y continuada hasta hoy, a un ritmo vertiginoso que sobrepasa la novela por año. Varias de estas obras han obtenido premios, y ofrecen, además, otro rasgo común: ei de inscribirse en la corriente de la novela histórica, una modalidad nunca interrumpida en la historia del género, pero que ha cobrado nuevo impulso en los últimos años, hasta convertirse en auténtica moda. A pesar de todo, esta caracterización de las novelas de Néstor Lujan resulla demasiado simplista y requiere algunas matizaciones. Porque el ropaje histórico de una obra narrativa- o dramática- puede servir para la reconstrucción de una etapa del pasado con propósitos divulgadores, pero también, en algunos casos, para extraer aspectos esenciales de la historia narrada que puedan ser entendidos como trasunto de problemas y situaciones actuales. Cuando la fábula se proyecta hacia adelante- relatos de anticipación, científica o n o- o hacia atrás, como en las novelas Tiistóricas, caben las dos posibilidades. La segunda de ellas, la de aprovechar el desplazamiento cronológico para enmascarar cuestiones de urgente actualidad, parece propia de situaciones en que la libre expresión se halla sometida a múltiples cortapisas, salvables en ocasiones merced a la evasión hacia un tiempo narrativo diferente. No es éste el caso de Néstor Lujan, ni acierto a ver en su obra ese propósito de situarse en el ayer para hablar figuradamente del hoy, sino la actitud del aficionado a la historia que trata de acercarse- y de acercarnos- un fragmento del pasado recreándolo narrativamente, respetando escrupulosamente los datos conocidos, sin más alteración que la que se deriva de manejar a los personajes históricos como seres de ficción y actuar con ellos como el narrador omniscíente, capaz de transmitirnos incluso los más íntimos pensamientos de sus criaturas, que son, a fin de cuentas, hechura suya. un apéndice con los datos históricos indispensables para que sus figuras vuelvan a ser personajes reales del pasado, lo que, a la postre, equivale a anular el carácter novelesco que los capítulos anteriores podrían haberles conferido. De este modo, el lector no acaba de estar muy seguro de encontrarse ante una novela. A pesar de que los límites del género son- s i es que existen- notoriamente difusos, Los espejos paralelos que inserta fragmentos de otros discursos históricos- los Avisos de Barrionuevo, las cartas entre Felipe IV y sor María Jesús de Agreda, textos de Saave- L A poesía de Olga Orozco (nacida en 1920) es una de las más renovadoras y creativas del actual panorama argentino. Pero el libro La oscuridad es otro sol reúne quince relatos de parecida factura, publicados ya en 1967 por la benemérita Editorial Losada. La edición española no supone, pues, una novedad literaria, sino la posibilidad de admitir la validez de una obra que fue concebida cuando su autora se hallaba ya en plena madurez y pasó desapercibida para los lectores españoles. Una vez más en la difusión de la literatura hispanoamericana descubrimos, por lo que al público español respecta, dos tiempos: uno de ellos responde a la inmediatez de autores que publican en nuestro país de forma simultánea o poco más tarde de que su obra se difunda en el país de origen; el otro significa la recuperación o el rescate de autores y obras que, sin embargo, mantienen la validez transcurrido un tiempo que no deja de perturbar la naturaleza de lo nuevo y plantearlo como intemporal. Éste es el caso de este libro excelente de esta importante escritora (fundamentalmente poeta, incluso en sus prosas) alejada de las editoriales de difusión masiva. Convendría recordar que precisamente en aquel año de su primera aparición se publicó Los cachorros de Mario Vargas Llosa, y Ceremonias (1968) edición española de los Telatos de Cortázar, que contiene Final del juego y Las armas secretas Los relatos de Olga Orozco son, pues, obras de poeta. Sus puntos de vista proponen perspectivas infantiles: creativas, desde el lenguaje; sensibles hasta descubir lo inexcrutable; atentas a lo lúdico; femeninas sin caer en el tópico. En sus relatos se percibe una cierta huella tx) rgeana, rastreable no sólo en la literatura argentina de la época, sino en conjunto de la literatura hispanoamericana del momento. Su autora juega con los mecanismos verbales de los juegos infantiles, intelectualizándolos: Mirar que miran. Asomar un ojo en una cerradura y ver un ojo asomado desde el otro lado Pero un marcado interés por el surrealismo tardío (presente también en Cortázar, por otro lado) la alejan de posibles excesos intelectualizadores, compensados aquí por la extremada sensibilidad. Puede ser la recreación de una cena en la que las niñas no quieren tomarse la sopa de gallina y María de las Nieves, que preside la ceremonia, las llama enanas El juego se quiebra entonces y desaparecen los juegos de palabras -Vela, velamen, velador, velatorio, duermevela, el velorio del angelito y la danza de los sietevetos... para adentrarse en una tristeza que hace de la protagonista una monstruosa, miserable, repugnante condición de enana condenada para siempre a ser enana Olga Orozco construye sus relatos de protagonistas infantiles con precisión de orfebre, mediante una prosa de poeta que posee el extraordinario don del lenguaje. Un bello libro, pues, que ha resistido ya el primer embate del tiempo, un hermoso paseo por las delicias de la creación verbal. Joaquín MARCO I En esta ocasión, el autor se centra en los personajes representados en Las meninas El pintor Benito Manuel de Agüero permanece durante toda una noche encerrado en un aposento del Real Alcázar de Madrid, frente al cuadro de Velázquez, y comprueba córr los personajes van cobrando vida y de saparecen sucesivamente del lienzo. En ese momento los recoge el narrador, que va dedicándoles sendos capítulos, a modo de breves estampas amplificatorias en las que el autor trata de atenuar el perfil un tanto rígido que, f como seres históricos, ofrecen inevitableI mente los personajes, y de reducirlos a un t ámbito más familiar y cercano. Sin embargo, I este esfuerzo se ve en buena parte invali 1 dado cuando, al final, el propio Lujan añade 8 dra Fajardo- y referencias continuas a costumbres de la época- desde platos o dulces hasta modas en la indumentaria- parece en muchos momentos una versión, en forma mínimamente novelesca, de otros libros del autor, como los ensayos acerca de la vida cotidiana en el Siglo de Oro (1988) o del Madrid de los Austrias (1989) La naturaleza narrativa de Los espejos paralelos es sumamente frágil. Hay, sí, una yuxtaposición de capítulos, pero no existe propiamente una acción, ni un progreso interno en una dirección determinada. Los personajes hablan de sí mismos, o de la situación española, en pasajes más parecidos a estáticos coloquios renacentistas que a diálogos de la novela moderna. Lujan escribe una prosa ágil- c o n un punto de arcaísmo que en- esta ocasión es adecuado- si bien cierto apresuramiento en la redacción acarrea algunas construcciones desviadas: A los personajes, que conocía personalmente, con ser fielmente pintados se presentaban no obstante como los quería el pintor (página 52) el rey pensó que se hablaba que tenía un galán... (página 84) era muy difícil saber lo que pensaba o hacía doña Mariana bajo de aquella careta de su propio rostro (página 87) No falta algún crudo catalanismo- como que por como en página 8 8- y algún uso erróneo, como dintel por umbral (página 98) También la facilidad encierra sus peligros. Ricardo SENABRE

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