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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-10-2000 página 90
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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-10-2000 página 90

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Por Alfonso Ussía Entrepeñas n la preciosa casa que tenían los Oswald en Entrepeñas nos juncamos un grupo de amigos. Paloma y Arturo Z u n z u n e g u i Luís Ignacio Arracundiaga, Luis Ichabaso, Ignacio Covadonga y yo, entre otros. Tomábamos el sol junto a las azules aguas del pantano. cuando el runrruneo de un motor insistente nos intrigó. El ruido provenía de una Riva espectacular que navegaba por el pantano. De la popa de la potente motora salían varias cuerdas o cabos, que conectaban con un paracaidista que volaba a quinientos metros de altura. El paracaidista jugaba en el aire y se permitía el lujo de descender de cuando en cuando. N o s saludó expresivamente en uno de sus loopings Era el marqués de Víilaverde. E T ambién se encontraba en la casa de los Oswald Gonzalo de Borbón Dampierre. Después de amerizar sin problemas, el yerno de Franco se dejó caer por allí para invitarnos a probar tan arriesgado ejercicio. Nadie aceptó su oíerta. Ante tamaño fracaso, el marqués procedió a cambiar el tono de la invitación por el de orden perentoria. Ningún éxito. Fue cuando reparó que entre los visitados se hallaba el gobernador civil de Guadalajara, Carlos Montoliú. -iMontoIiú, ponte inmediatamente el paracaídas! Aquel hombre, tras despedirse con emoción de su esposa y rezar tres avemarias, cumplió la orden. Se puso los correajes del paracaídas y esperó el momento de su obligada ascensión a los cielos de Sacedón. o había llovido mucho aquel año y el nivel del agua del pantano estaba bajo. Se llegaba al agua atravesando una especie de playa atiborrada de enormes peñas, de ahí el Entrepeñas que lo discingue de otros embalses. El gobernador civil aguardaba en la parte alta de la playa el inicio de la operación. Gonzalo de Borbón mantenía tensas las cuerdas en la popa de la Riva El marqués de Villaverde pilotaba la rápida nave. ¡Avante! gritó con fuerza. El gobernador principió una alocada carrera enere las rocas. Ya se disponía a alcázar la velocidad y altura del despegue, cuando un enorme peñón se puso en su camino. En el aire se acroquetó doblando las piernas, pero la fuerza del despegue no era la necesaria para salvar el obstáculo. Ante nuestras horrorizadas miradas, el Gobernador impactó con la roca y soltó un- que aún perdura en nuestra memoria. Ascendió hasta los mil metros para caer sin sentido en la mitad del pantano. A p u n t o estuvo de ahogarse, y hubo de ser intervenido de tres fracturas abiertas en la tibia, el peroné y el fémur. N A ByN 9 0 Dios gracias sanó, pero al abandonar el hospital de Guadalajara abandonó la política para siempre. -Í A quién se le ocurre chocar contra una roca en pleno despegue! le regañaba Villaverde mientras era introducido en la ambulancia. Encima, le faltó cariño.

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