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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-10-2000 página 56
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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-10-2000 página 56

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Por Món ica Fernández- Arevtunn Los girasoles del viento 11 TTif- -I- -t- T- Ti g w f riTirTTi- -mr r iT niTrinTTr niTiwnnir ífiwi iTiTirfaBii ii rj T engo delante de mí un girasol, hierba gigantesca llena de pipas insertadas en su cabezuela con tal orden que asusta. Es en estas flores compuestas, semejantes a las margaritas del me quiere, no me quiere donde se ve claramente que una margarita o un girasol no es una flor, sino muchísimas juntas convertidas ahora en esos frutos que llamamos pipas. Recuerdo que a unos amigos holandeses que estuvieron por aquí hace unos años les llamó muchísimo la atención la habilidad con que los españoles comíamos las pipas, mejor que los pájaros, y esa forma de dejar tiradas eos hasta en el más recóndito ayuntamiento, a otra de nuestras singularidades. recisamente, lo que más me hace más sospechar del problema que se nos viene encima, es, escuchar o leer a los promotores de esta energía defendiendo sus ventajas de forma tan airada: ahorro en emisiones contaminantes, contribución a la protección de la capa de ozono, disminución del efecto invernadero, etc. como hacen las personas que riñen cuando quieren pedir disculpas. A veces pienso que estamos actuando como una de esas segundas generaciones que, procedentes de una familia humilde, lo tienen todo y, por lo tanto, también una mayor capacidad para cometer tropelías estéticas de difícil arreglo en nombre del futuro: que la energía eólica es rentable y ecológica, está claro; que los molinos de viento son bonitos, es cuestión de gustos; pero de que las torres de alta tensión y su entramado de cables son horrorosos, de eso, no hay niguna duda. Por lo que sería de desear que calmáramos un poco nuestras ansias eólicas y calculásemos si no sería mejor concentrar los parques eólicos en vez de repartirlos aquí y allí, teniendo en cuenta el número de torres de alta tensión que habrá que levantar para evacuar la energía de tanto moÜno en cantos tugares. P -fc C las cascaras por las calles y los parques, o bajo los bancos de una plaza. La misma cara de asombro ponían mirando el suelo de los bares, llenos de cabezas de gambas y de estrujadas y finísimas servilletas de papel, de esas de las que hacen falta al menos veinte para limpiar una mano. esde hace varios días, se vienen expresando en la sección de Cartas al Director de ABC, distintas opiniones sobre las energías alternativas que me han llevado a preguntarme si no nos estará sucediendo con esto de la energía eólica, que parece estar creciendo en España a mayor velocidad que en ningún otro país de nuestro entorno, como nos sucede con todas esas cosas que son tan peculiares nuestras y de las que no nos damos cuenta hasta que alguien de tuera nos lo dice; si no responderá esta forma en que se están concediendo, casi como pipas, licencias para la instalación de parques cóli- D T al y c o m o se están ahora dispersando, dentro de unos meses, habrá que refugiarse en un cine para ver un paisaje sin cables. Será entonces cuando, quizá, nos preguntemos hacia qué dorado sol estábamos, en realidad, mirando cuando se organizó codo esto de la energía eólica; o, tal vez, no nos preguntemos nada, el alma enferma sin saberlo, muerto ya el sencido de la estética, los directores de cine buscando como locos un plano donde no aparezca fileteado por los cables el horizonte. Sí, tal vez nos acostumbraremos, como a ver por las aceras las pipas rotas de los girasoles o, por el suelo de un bar. los caparazones vacíos de las gambas en un mar blanco de servilletas; claro que. nos acostumbraremos, y eso será lo malo. avN 56

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