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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-10-2000 página 49
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BLANCO Y NEGRO MADRID 08-10-2000 página 49

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ILUSTRACIÓN T I N O GATAGMN Encima y debajo del delta del Mekong xcavamos como topos y salimos envejecidos... de nuestras sepultadas bóvedas de tierra escribe Kafka para un asunto de introspección o arqueología existencia! y copio yo ahora para hablar de esa vuelta de los arqueólogos propiamente dichos a las tierras del Vietnam para buscar el rastro de dos reinos perdidos. Esos reinos, Funán y Champa, en las profundidades del delta del Mekong, vuelven a ser, luego de cincuenta años, la presa apetecida de los arquólogos, esa especie de hienas culturales, sea dicho al buen decir, que esperan pacientemente a que las fieras den fin a su carnicería para ocuparse modestamente de los restos. Sobre aquella jungla sofocante y verde- bosques, arrozales, escenario de lo que fue un nuevo apocalipsis- se desarrolló una de las guerras civiles, con el toque exótico de los americanos, más crueles y prolongadas del siglo XX. Tres millones de vietnamitas perecieron y el estilo, la línea y los detalles de aquella catástrofe pudimos advertirlos en numerosos libros, reportajes y películas. Hay t o d o un género cinematográfico del Vietnam y hay una música apocalíptica para la visión vietnamita de San Juan en Patmos. Treinta años duró la guerra del Vietnam, mucho más que la guerra de los Treinta Años, que tuvo largas pausas. Cuando de todos los puntos cardinales los depredadores saltaron sobre el delta del Mekong, los topos de la arqueología se retiraron y tornan ahora para seguir horadando la tierra en busca de otros mundos, de otros tiempos, de orra forma de concebir la existencia y la eternidad. N o podrán resucitar a los milenarios muertos de aquellos reinos perdidos como tampoco Flaubert pudo resucitar a la princesa de Cartago, pero encontrarán probablemente sus cosas que luego en los museos tendrán una seriedad mortuoria, la que nunca tuvieron en la selva. Para llegar a un pasado tan lejano, los arqueólogos deberán atravesar el pasado más próximo de una de las guerras más indignas y confusas que se han librado jamás, una de las más homicidas. Porque las señales están por todas partes, el vestigio de aquel largo espasmo de muerre, fósforo, helicópteros, tortura, m i nas, paludismo, teas humanas en los poblados, soldados locos, masacres del miedo, hombres triturados y devorados p o r la jungla, codo ello hasta un grado de sufrimiento que fue a hacerse visible en el lugar más alejado E de la guerra, la sociedad de los Estados Unidos, que siempre dudó entre dar una medalla a sus héroes o internarlos en un psiquiátrico. Los arqueólogos de las ciudades arqueológicas tienen que atravesar un bloque espeso de horror para llegar a sus tesoros impasibles, que les esperan sin entusiasmo alguno hace milenios. Las venas de los mortalmcnte heridos en Vietnam, sin embargo, todavía fluyen en la historia, la sangre no se ha mineralizado aún en mera arqueología. Pero al fin, algún día. habrá unos arqueólogos que busquen- itan curiosos! -los testos de una lejanísima guerra del Vietnam, cuyos signos ya no dirán nada a nadie. BXN 4 9

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