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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-09-2000 página 55
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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-09-2000 página 55

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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imaginación staba pensando el otro día en la ciencia- ficción, en cómo la imaginación de unos cuantos visionarios, algunos de ellos grandes escritores y pensadores, fue capaz de inventar mundos mucho más semejantes al nuestro o al ya entrevisto que los predichos por científicos más o menos destacados de su misma época. La diferencia fundamental era que los científicos tendían a extrapolar las consecuencias de lo ya presente, mientras los escritores se permitían imaginar lo inexistente. Es una diferencia mayor. Por supuesto, no todo lo que han escrito los más brillantes autores del género son descripciones de un futuro plausible, pero de la misma forma que 1984 era una alegoría del totalitarismo y 2001 una odisea en el espacio las grandes obras de ciencia- ficción no suelen plantearse en términos de futurología sino de reflexión sobre posibilidades, más o menos ajenas, en las que las pulsiones humanas pueden contemplarse desde otro ángulo. No obstante, incluso en novelas casi desconocidas para el gran público se encuentran joyas que dan para pensar. Por ejemplo, en La Saga de los Aznar la única epopeya espacial hispana escrita a mediados del siglo pasado por George H. White (en el registro Pascual Enguídanos Usach) Don Pascual ideó mundos artificiales huecos de miles de kilómetros de diámetro que viajaban por los universos y estaban dotados de adelantos tan formidables (aunque bastante generalizados en las galaxias del futuro) como el Miniaturizador Valdivia una forma de reducir extraordinariamente el tamaño de los objetos mediante el sencillo sistema de eliminar los huecos Ínter- atómicos. Luego podían ser devueltos a su tamaño original, un avance sensacional para el comercio y para la guerra. El mundo comandado por la familia Aznar disponía también de un transportador, antecesor del Beam de Star Treck que funcionaba leyendo la composición de un objeto o persona y emitiendo luego esos datos (con su respectiva cuota de energía) para ser reconstruidos en un lugar remoto. Claro, al igual que en la serie americana, no se sabe por qué ios cuerpos han de viajar realmente y no se envía una simple réplica del viajero. Un método más seguro pero que traería consigo la paradoja de fa ubicuidad y ei problema de cómo las diferentes la ciencia práctica. La tensión entre un futuro posible en base a nuestros actuales conocimientos y un futuro imprevisible más allá de los mismos es uno de los motivos centrales de un gran hito de la ciencia ficción, la serie Fundación de Isaac Asimov. En su principio están las proyecciones futuroiógicas de un super- sociólogo cuyo gran plan está detrás del desenvolvimiento de nuestra copias- emisario podrían devolver sus vivencias al original El problema de la ciencia para predecir el futuro radica en su misma definición, a la necesidad de basarse en datos, en hechos concretos y mensurables. Si utilizara otro tipo de consideraciones estaría desviándose de su propia esencia y el valor de sus realizaciones actuales quedaría comprometido. Esto vale de igual manera cuando los economistas tratan de predecir un futuro utilizando también términos matemáticos. Es cierto que hay ramas de la física inmersas en el pensamiento paradójico y estudios económicos basados en las teorías del catastrofismo, pero este tipo de planteamientos quedan todavía algo lejos del sentido común y de galaxia muchos siglos después de muerto. Hary Seldon, fundador de la psicoh ¡storia deduce las líneas lógicas de ese desarrollo y, de forma tan fascinante como clave, logra introducir en sus ecuaciones elementos aleatorios capaces en principio de destruir todo el esquema pero que no lo hacen al estar integrados en el mismo. Por supuesto, esta historia presenta una moraleja bastante obvia: la de que no es posible fiarse únicamente del método científico para diseñar el porvenir y que ello implica la necesidad de las artes, no sólo como entretenimiento o pasión actual, sino como ventana mediante la cual asomarse al futuro o, por mejor decir, a los muchos futuros posibles que nos esperan ahí, a fa vuelta de la esquina.

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