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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-09-2000 página 27
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BLANCO Y NEGRO MADRID 03-09-2000 página 27

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LUGAR DE LA VIDA Por Mnnica Fernández- Arevtuno ndicios de vida ace unos días, bajo el gran avellano que hay en una de las casas más bonicas de este pueblo, la casa de Sábela; ví, en cada avellana, un agujero diminuto y oscuro como una pupila empequeñecida por el Sol; redondo como la Luna. Me recordaron, estas avellanas, a esas cajas de madera que se usan para que aniden los pájaros y en las que se practica un agujero del tamaño del ave que interesa que la habite, aunque luego llegue un pico picapinos y la agrande a su gusto o, como ya ha ocurrido cantas veces, sean los murciélagos los que las aprovechen para dormir en invierno. H manzanas, porque no sólo atraen a los pájaros, también a los zorros, a los venados, y a esos erizos a los que los ascurianos acusan de llevarse por la noche, pinchadas en las púas, las manzanas de las pomaradas. on las avellanas ya en casa, me pasé un buen raco pensando qué podría ser capaz de perforar su madera ¿cal vez un insecco? Eran las diez de la n o che y no pude resiscir la cencación de llamar a Anconio Melic, uno de esos encomólogos can sabios y amables de la Sociedad Encomológica Aragonesa. Es un gorgojo C e p r e g u n t e que o quién podría haber practicado un agujero tan perfecto, uno en cada avellana, exactamente en el mismo sitio; si tuviera pies y cabeza este fruto, diría que el orificio estaba hecho a la altura de la nariz, quiero decir, de la mitad para arriba de la avellana. Cabría pensar en un roedor pero, en este caso, se vería la marca de los dientes en estas avellanas coreadas, sin embargo, limpiamence, como un cristal agujereado con un diamante. Las dejé en el suelo, y esperé un raco por si salía uno de esos gusanos de las manzanas, que también me intrigan, pero nada. Después, moví la avellana como si fuera un sonajero y me devolvió un sonido raro, de fruco pulverizado y vacío; había que descartar a los pájaros. M Ellos, o bien abren en dos el fruto, o le dan picotazos sin vaciarlo del codo. Los carboneros, por ejemplo, dejan señales del pico en la cascara de la avellana; otros pájaros, como los zorzales, dejan esas mismas señales del pico, pero por dentro del pellejo de las manzanas. Tal vez no hay fruto en el campo en el que se puedan ver tancas cosas, tantos indicios de vida, como con las me dijo, como el gorgojo de la nuez: Curculio nucum Los gorgojos tienen trompas que parecen de elefance, en cuya punca escán implantadas las piezas bucales que pueden perforar la madera de la avellana para poner allí, como un pájaro en su nidal, el huevo del que saldrá una larva que vivirá un tiempo comiendo la avellana hasta que abandone su escondite de madera en el mundo para enterrarse en el suelo y transformarse en gorgojo. cY qué comen estos gorgojos? hojas de avellano. Al día siguiente, miré el árbol de la casa de Sábela, y ví las hojas agujereadas de luz como paños de camarinas; por un indicio, p e q u e ñ o como la pupila con el Sol, redondo como la Luna, aprehendí algo más de la vida.

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