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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-08-2000 página 4
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BLANCO Y NEGRO MADRID 06-08-2000 página 4

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Por Juan Manuel de Prada Fantomas ntre las películas que frecuenté durante la infancia, en las sesiones matinales crujientes de pipas, recuerdo una serie protagonizada por un atorrante Louis de Funes, en el papel del inspector Juve, y un Jean Marais bastante talludito, t uien, si no me equivoco, interpretaba al alimón (jamás pude explicarme esta incongruencia) al escurridizo Fantomas y a otro de sus más denodados perseguidores, el reportero Fandor. De aquellas películas de trama rocambolesca y sabor añejo, mi memoria rescata la imagen del impío Fantomas, enfundado en una malla negra, con el rostro vedado por una máscara de impávida blancura, escalando tejados y deslizándose en las alcobas de las damas más empingorotadas, para robarles un collar de perlas ante sus narices. Fantomas, que siempre operaba con nocturnidad y alevosía, iba dejando tras de sí una estela de cadáveres recientitos y marquesas desmayadas, nunca supe si a causa del terror que les infundía el criminal o del E mano. La lectura de Fantomas me ha devuelto aquel cÜma de escalofríos voluptuosos de tantas lecturas infantiles. La novela de Souvestre y Allain no destaca por sus dotes literarias y compositivas; las fechorías de Fantomas carecen de motivación; las investigaciones del inspector Juve participan de la chapuza y el hallazgo sospechosamente azaroso; los personajes carecen de consistencia psicológica... Y, no obstante, algo tiene esta novela que nos mantiene prendidos a su incesante carrusel de atrocidades, crímenes irresolubles y argucias detectivescas cuyo esquematismo ingenuo nos adorna los labios con una sonrisa. g ué virtudes reunía esta novela disparatada e inJ I 1 verosímil, para convertirse en un éxito multitu A d i n a r i o igualmente apreciado por el público casi analfabeto y por los escritores vanguardistas del momento, de Apollinaire a jean Cocteau, de Blaise Cendrars a Robert Desnos? Creo que la razón de este éxito debemos buscarla en su exploración de una nueva modalidad de Mal, el Mal indiscriminado y gratuito, que no obedece a pulsiones de los bajos instintos, ni siquiera de la mera lógica. Para 1 9 1 1 el mundo estaba cambiando vertiginosamente; también la delincuencia, que se había subido al tren de la modernidad, inventando nuevas formas de destrucción y muerte hasta entonces insospechadas. La originalidad de Souvestre y Allain consiste en trasladar a la literatura popular de estirpe folletinesca estas nuevas expresiones del crimen incontrolado; a Fantomas- a diferencia de otros célebres enmascarados de la época, como El fantasma de la Opera de Gastón LeroLix- no lo mueve el despecho, ni la venganza, ni siquiera un megalómano afán de conquistar el mundo- acicate de otros asesinos posteriores, como el Fu Manchú de Sax Rohmer- sino el puro anhelo de desbaratar el orden y la justicia, un afán siniestro y sin embargo juguetón de sembrar la paranoia y el desorden, el pavor y la histeria. Fantomas incorporó a la literatura popular, quizá excediendo la intención de sus propios creadores, el sibaritismo del espanto, la voluptuosidad del Mal, la fascinación del pecado que no obtiene castigo ni penitencia. Si a ese ingrediente novedoso agregamos unas tramas plagadas de trucos de birlibirloque, un ritmo narrativo premioso y sincopado y una cierta nostalgia kirsch quizá podamos explicarnos por qué la lectura de este libro ahora rescatado por Mondadori me ha regalado unas horas de acongojado y casi inconfesable placer. cosquilleo gratamente sexual q u e s e n t í a n al verse expoliadas. u r an t e laños, me ha a c o m p a ñ a d o el recuerdo de aquel asesino noctámbulo y ladrón de alcobas que hacía de París el telón de sus desmanes. En vano intenté conseguir las películas mudas dirigidas por Louis Feuillade. trepidantes de intrigas y prestidigitaciones, que encandilaron al público francés, hace ya más de ochenta años. En vano busqué por las librerías las novelas originales, firmadas por Fierre Souveste y Marcel Allain, que conformaron los rasgos distintivos del personaje. Ahora, de repente, Mondadori publica ía entrega inicial de la serie con una portada suculenta: sobre un fondo ominoso y crepuscular, Fantomas se yergue sobre el perfil urbano de París, como un gigante de las mitologías, ataviado de rigurosa etiqueta, sombrero de copa incluido, con un antifaz que resalta su mirada nictálope y una daga ensangrentada en la BXN 4 D

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