BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-2000 página 59

d a armoniosa de las dos influencias continentales. El malgache no es ni africano ni asiático, sino un cruce de los dos orígenes. Esta doble influencia también aparece en los aspectos socioculturales y en las técnicas que se utilizan en la isla. De ahí que el uso de las canoas con batanga, la caza y la pesca, el culto a los antepasados y las normas sociales que regulan la cortesía y las relaciones humanas, se encuentren directamente relacionados con la cultura indonesia; mientras, la importancia del cebú como señal de riqueza, la fabricación y uso de la alfarería y la práctica de la circuncisión atestiguan los vínculos con el este de África. Hacia el este, ía costa, suavemente mecida por los remolinos de agua del océano índico, presenta los restos del gran bosque que anteriormente cubría toda la isla. La zona más oriental es probablemente la más emocionante y plagada de aventuras. Fabulosos bosques vírgenes atravesados por ríos que crean un cálido y protector manto húmedo que recubre una naturaleza que aun no ha sufrido el daño del hombre. U n o se siente insignificante, cautivado por la grandiosidad del paisaje. Orientado al océano Indico, este bosque profundo, dominio ilimitado de los lémures, camaleones y orquídeas, permanece básicamente intacto. Incluso hay determinados lugares, como la península de Masaoala, que siguen inexplorados. Esta región es fuente inagotable de variadísimas frutas y especias; papayas, litchis, mangos, cocos y vainilla. La vainilla es un producto del que Madagascar ha creado un magnífico mercado y que se cultiva extensamente en las regiones septentrionales de la costa (la región Sambava) Las colinas están interrumpidas por hondonadas, los bosques rebosan de orquídeas, y los rápidos fluyen hacia el océano. Paisajes de una belleza arrebatadora ante la cual es imposible permanecer indiferente. Los colores predominantes son los verdes y los azules, un verde que contribuye a crear la atmósfera de una tierra tropical, y el azul de los lagos que transporta a los visitantes a un mundo en el que el tiempo parece haberse parado en seco. El país del arroz, el viento y los espíritus La isla de Saint Marie, con su orla de largas playas de arena fina, une una cadena de lagos, inaccesibles para los tiburones, y constituye casi sin lugar a dudas la imagen soñada de una isla paradisíaca. Vista desde las aguas del océano Indico que se extienden frente al litoral, esta larga lengua de tierra paralela a las coscas de Madagascar, con sus playas, sus corales y su magnífica vegetación, es uno de los lugares más atractivos de toda la zona. Siguiendo la costa este, se podría decir que en el canal de Pangalanes el agua domina a la tierra: una sucesión de lagos inmensos, ríos y canales se ven surcados por las piraguas, un medio muy eficaz de distribuir los productos importados hacia el interior del país, y de transportar materias primas a Tamatave, capital de ía región. ByN 5 9