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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-2000 página 55
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BLANCO Y NEGRO MADRID 23-07-2000 página 55

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TECNOLOGÍAS EN LA FRONTERA áda de burbujas especulativas protagonizadas por la pimienta, los tulipanes y, ahora, Internet M. COSTA e los tulioanes al -com n 1720, la economía europea estuvo al borde el colapso después de que los ahorros de medio continente se pulverizaran en una aventura especulativa en torno at prometedor comercio en los Mares del Sur. Aquella fiebre ha pasado a la historia como la Burbuja La burbuja de hoy en día, si no estalla, al menos parece desinflarse. Es la burbuja en la cual tantos ciudadanos se han dejado los ahorros con la esperanza de convertirse en! os Bill Gates del nuevo milenio. Son las firmas com o es las empresas de ia Red que iban a comerse el mundo y ahora obligan a muchos a comerse las uñas. Acabe como acabe el tobogán en las bolsas, nada de lo que ha venido sucediendo en las últimas semanas nos puede pillar por sorpresa. Y tampoco se trata de una gran catástrofe sino de un regreso a la lógica. La portentosa evolución de los novísimos valores en los dos o tres últimos años es relativamente fácil de explicar y tiene que ver con las inmensas disponibilidades de las cajas de pensiones estadounidenses o de ¡os errantes capitales asiáticos, con lo que se valora en las Bolsas yanquis el puro movimiento y con la desorientación general en torno a unas tecnologías sobre cuyo futuro se conoce aún muy poco. No es sensato que un índice como Nasdaq se dispare a alturas inconcebibles motivadas por nuevos negocios que no sólo no tienen beneficios, sino que no tienen perspectivas de lograrlos en un futuro más o menos próximo. Durante año y medio compañías recién bautizadas han logrado acumular grandes capitales gracias a créditos demasiado fáciles o a salidas a Bolsa saldadas con éxitos fascinantes. Sólo en el primer trimestre de este año, se invirtieron tres billones de pesetas en nuevos negocios de esta naturaleza, cuatro veces más que en el mismo período de 1999. Todo parecía ir de película, el mundo está lleno de multimillonarios virtuales y hasta la iniciativa más absurda- vender ropa de diseño por correo electrónico- se presentaba como un éxito seguro. Los de la ropa ni siquiera tuvieron reparos en llamarse Bool. com y en ir a la bancarrota hace unas semanas. El choque con la realidad ha llegado a lo largo de los último meses, cuando ya está claro que el ejercicio del año 2000 no sólo no va a mejorar el balance de buena parte de esas compañías, sino que amenaza con arrojar una pérdidas extraordinarias. De las 450 empresas de Internet que en los últimos cinco años han pasado a cotizar en el parqué bursátil, un 87 por ciento no ha tenido todavía beneficio alguno. Sin embargo, su valor en bolsa supera de largo los doscientos billones de pesetas. La Nueva Economía es tan paradójica que premia a quienes queman estos inmensos recursos más rápidamente, lo cual se toma como una viva muestra de agresividad tan necesaria, dicen, en este mundo. Otra paradoja consiste en que el entusiasmo de los inversores hacia estas compañías las dota de un capital con el que pueden acabar comprando empresas de la vieja economía ahora descapitalizadas. Desde compañías aéreas a consorcios de toda la vida, como ha hecho America Online con Time Warner. La preocupación por el futuro es comprensible. Y no vale engañarse, mucha gente va a perder sus dineros en estas historias. La Nueva Economía está, como aquel que dice, en pañales y aún deben ajustarse capítulos fundamentales como la físcatidad o el micropago, debe esperarse el desembarco serio en la Red de gigantes comerciales como El Corte Inglés, Walmart, Karstadt o Carrefour, comprobar cuál es el impacto de la telefonía móvil como herramienta universal... Quedan muchos aspectos por aclarar, pero al menos unos pocos continúan estando claros. Como recordaba con esa voz tan suya de profeta Alan Greenspan, el presidente de la Reserva Federal norteamericana, las nuevas empresas podrán ser todo lo nuevas que se desee, pero no por ello dejarán de plegarse a la ley básica de la economía: que los productos socialmente inútiles desaparecerán del mercado y que el valor de las empresas se mide finalmente por el valor añadido que generan. Da igual que se trate de productos industriales que de agricultura o servicios, tradicionales o informáticos; las empresas deben generar beneficios operativos y no sólo ventajas especulativas en Bolsa. Además de la referida al principio, ha habido otras burbujas históricas, desde la pimienta hasta el ferrocarril pasando por la más fascinante de todas, la de los tulipanes en el siglo XVII. En torno a este producto se creo una histeria que trajo consigo la ruina de muchos nobles y hacendados. Siempre se afirma que los resultados conmocionaron a media Europa, pero el hecho palpable es que, desde entonces, los Países Bajos han venido monopolizando ei comercio de flores y semillas en todo el continente. Las burbujas, dramáticas e incluso trágicas, son sólo una crisis del orden. BVN 55

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