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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-07-2000 página 39
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-07-2000 página 39

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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GAR DE LA VID Pnr Mnnic: Fprnánrie 7- Acpvtunn L El sueño infinito Se atribuye a la mano de una mujer, Inés Muñoz, esposa de Francisco Martín de Alcántara, hermanastro de Pizarro. el primer trigal en Perú y, desde entonces, no ha desaparecido el trigo de esas tierras. Tal y como relata mi tío y padrino, QUÍCO, en su libro Mujeres en las Indias. Siglo XVI fue llevado en 15 3 5 a la Ciudad de los Reyes (Lima) un barril de arroz, y doña Inés se puso a escoger y limpiar un poco para hacer un potaje y obsequiar a Francisco Pizarro con un plato muy raro en aquellas latitudes. Al encontrar, enere el arroz, unos gra- e prometí a Sanca Meléndrez que escribiría un artíI culo sobre esos grelos que una familia de joyeros L a l l e g o s los Carabel. cultiva en su jardín madrileño y que son, eso dicen, pura mantequilla. Hace ya un año de esto y, unas veces por olvido, y otras, las más, porque no se me ocurría nada, fui dejando de lado un tema tan curioso: ese viajar de las plantas de un lugar a otro por la mano del hombre, o por los azares de la vida. Sembrar es un sueño, un imaginar la cosecha antes de que las semillas, que parecen no tener vida, despierten. N o me sueñes, que me despiertas, dicen las semillas. Y así, un joyero que sueña con tener cerca unos grelos para no añorar tanto su paisaje y su caldo gallego, consigue que medren a fuerza de tesón y de cariño, a partes iguales. Y así también, el labrador, soñando panes, siembra el trigo, c o m o d e b i ó de soñar alguien, hace ya muchos años, ese tacto a verdad de las ropas de lino mientras iba echando al aire unas semillas que se empeñan en florecer todos los años en este campo que ya no es campo de lino, y en esta tierra donde ya codas las ruecas se han quemado. tras veces, es la propia naturaleza la que sueña y la que lleva las semillas, ya con el viento, ya con los insectos o los pájaros, muy lejos, como para despertarlas en otro sitio y que nocen que el mundo es grande, o como para darles consuelo a sabiendas de que ya nadie soñará con ellas. Ahora que hemos olvidado cómo se ciñe la ropa con zumaque o cómo se hace harina para los animales, es la propia tierra la que está rescatando del olvido esas plantas que fueron una vez cultivadas y cuya vida es cortísima, viven menos de un año. pero que, al deshacerse en semillas, siguen construyendo un sueño infinito y asilvestrado. Por eso no hay nada más frágil ni más fuerte que una amapola, o un grano de trigo. O nos de trigo, los apartó con cuidado para sembrarlos más tarde en una maceta y, regándola en sus tiempos, nació y creció el trigo con notable lozanía y dio muchas y grandes espigas. hora que en nuestros campos entran las cosechadoras para recoger el sueño de los labradores, y que está lleno el trigal de codornices y de zureo de palomas, quiero recordar que no había trigo en las Islas, que hicimos, en América, el sueño del trigo, infinito, como será, tal vez. el sueño de los grelos en Madrid cuando los joyeros vuelvan a Galicia. Y ya termino, con una frase de Humboldc: ¡Cómo no se ha conservado en codo el Universo el nombre de los que, en vez de asolar la cierra, han sido los primeros en llevar la riqueza de las planeas útiles al hombre! í A BVN 3 9

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