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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-05-2000 página 34
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BLANCO Y NEGRO MADRID 28-05-2000 página 34

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ENTTREVISTA T ony Blair se abre paso, a su modo, en un restaurante de Londres. Viene hacia mí, sonriente y extendiendo su mano. Me acerco a él y observo esos rasgos que un día se convertirán en un regalo para los caricaturistas: la sonrisa propia de un anuncio de pasta de dientes, los pómulos prominentes, las grandes y alargadas orejas. Es marzo de 1992 y éste es nuestro primer encuentro. El mismo es quien ha pedido verme, me pregunto por qué. Blair es- me refiero a aquel entonces- el portavoz de Asuntos de Trabajo del Partido Laborista; yo soy un columnista político. Sé muy pocas cosas acerca de él: es joven (sólo tiene 39 años) es abogado y su trayectoria política resulta exótica para alguien de su partido: se educó en Fettes CoUege, una escuela privada de Edimburgo, y está casado con Cherie Booth, una estupenda abogada e hija de un conocido actor. En él brilla un leve coque de glamour propio del skow- bussims. Pedimos la comida y una botella de vino- me agrada comprobar que también bebe- e inmediatamente tengo la sensación, inusual en este trabajo, de estar conversando con un miembro del género humano completamente liberado. Muchos de los políticos con los que almuerzo son tremendamente prudentes; Blair es franco, casi temerario: frente a las elecciones generales, y pese a la opinión dominante del momento, de que el Partido Laborista obtendría una estrecha victoria, Blair se muestra en abierto desacuerdo. Piensa que el laborismo tiene imperfecciones estructurales: la larvada esclavitud con respecto a los sindicatos, la predisposición en contra de cualquier éxito, la política de aumento de impuestos, lo que es un suicidio electoral; la cantidad de personas que trabajan para el partido y que no comprenden cómo funciona el mundo moderno... N o dice con pesar, los laboristas van a perder por cuarta vez consecutiva y después tendrá que llegar la revolución. Me quedan pocas dudas de que, en la siguiente Semana Santa, Blair se presentará como candidato a la vicepresidencia del partido, mientras que su colega Gordon Brown lo hará para hacerse con el liderazgo. Sé que este almuerzo es una invitación para que apoye su cruzada. Tras la comida, paseamos un rato por Charing Cross Road con rumbo a Trafalgar Square. Son cerca de las dos y media de un martes, y la tarde es fresca y despejada. Nadie en las calles de Londres reconoce a Tony Blair, pasa desapercibido entre la muchedumbre. N o s damos la mano en la puerta de la National Gallery y cada imo sigue su camino: yo hacia el norte, para echar un vistazo a las librerías de segunda mano de los alrededores de Covent Carden, y él hacia el sur, hacia las aletargadas intrigas del Palacio de Westminster. Cinco semanas más tarde, los laboristas son derrotados en las elecciones generales. Es fantástico que haya gente de clase media, dedicada a los negocios, que vive bien y que apoya al Partido Laborista. No veo nada malo en ello Han transcurrido ocho años desde aquel encuentro y estamos en Londres, en otra tarde fría y despejada de principios de primavera. Tony Blair está en el Despacho Blanco del número 10 de Downing Street. Se quita la chaqueta para que puedan fotografiarle en mangas de camisa y procura que no se levante el cuello de esa carísima prenda. Mira la hora y me muestra su reloj; de oro, fmo, elegante. Su amigo Bill Clinton tiene otro exactamente igual. Fue un regalo del presidente francés, Jacques Chirac. Dio uno a t o d o el mundo. Debió encargar una partida de ellos a bajo precio En ciertos aspectos, Blair no ha cambiado: sigue resultando joven para su edad y, como siempre, juega al tenis una vez por semana- me encanta hacerlo; probablemente, estoy más en forma de lo que he estado en mucho tiempo explica- Sus puntos de vista, además, no han variado lo más mínimo. Todo lo que me dijo hace ocho años sobre lo que se debía hacer en el seno del Partido Laborista, lo ha hecho y gran parte de ello, como él mismo reconoce, ha sido tras copiar directamente a Bill BXN 3 4

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