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BLANCO Y NEGRO MADRID 07-05-2000 página 36
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BLANCO Y NEGRO MADRID 07-05-2000 página 36

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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en un inesperado Gene Kelly, sino que empezará una nueva vida, o, al menos, encontrará una razón para vivir. Deborah Yates: ha nacido una estrella Cuando en el antro irrumpe La Chica del Vestido Amarillo, el mundo se detiene. N o es para menos. Muchas actrices, muchas bailarinas han soñado antes con un papel, un vestido (diseñado por William Ivey Long, y que no estuvo acabado para convertirse en piel de sirena hasta 4 8 horas antes del estreno) y una iluminación como la que Deborah Yates atesora en Concact Pero cuando Susan Stroman dio con ella en las audiciones para elegir a la bailarina- actriz que daría vida a La Chica del Vestido Amarillo enseguida supo que además de su fantástica técnica Yates tenía vida interior, profundidad emocional, y sobre t o d o que era verdaderamente poderosa Rendido a esa autoridad natural y a sus encantos, Ben Brantley, el crítico del Times, dijo de la protagonista absoluta de Contact que no es que sea peligrosamente bella... Es que puede también actuar, proyectar el imprescindible fuego de la melancolía a pesar de la frialdad exterior Deborah Yates, que como toda bailarina que se precie no revela su edad, ha demostrado que ha nacido para convertirse en una estrella. Nacida en Jacksonville, Texas, empezó a bailar a los seis años. A los 16 se mudó con su familia a la capital del estado fronterizo por anBYN se tonomasia, Austin, donde empezó su preparación en serio como bailarina. Después de danzar en un crucero para lograr su tarjeta sindical y de trabajar intensamente en talleres dedicados a clásicos de la literatura rusa, empezó 3 realizar su sueño cuando desembarcó en Nueva York y se convirtió en una de las bailarinas que representan la quintaesencia de la corista: una de las mecánicamente perfectas bailarinas del Radio City Music Hall, las famosas rokettes. Pero las ambiciones de Deborah Yates iban más allá. El éxito que ha consechado en Contact no es más que la pista de lanzamiento para una bailarina y actriz que quita literalmente el aliento cuando irrumpe en escena y logra que, como en las antiguas crónicas, el corazón empiece 3 palpitar con más fuerza. Para los que descubrieron la vida y los misterios del teatro con maestros como Pepe Estruch y Adela Escartín, nombres que brillaron en Uruguay y Cuba, y no con la intensidad merecida en la ingrata España, hay algo en Contact que reverbera con luz propia, y que Susan Stroman también conoce. Porque la directora y coreógrafa del montaje que, junto a The dead (Los muertos) permanecerá por derecho propio en la memoria de los que van al teatro porque creen en los milagros, se ha hecho un lugar bajo los focos precisamente cultivando algo que muchos ignoran, y que Estruch y Escartín no olvidaban nunca y así lo transmitían. En este caso, Susan Stroman consigue que sus bailarines no sólo bailan, y de manera portentosa, sino que además tengan vida interior (conflictos, razones, deseos, miedos, dudas) Y brilla con luz propia porque se sirve del movimiento para profundizar y avanzar teatralmente en lo que está cont 3 ndo, no para entretener o distraer de la trama. Por eso cuando seleccionó con tanta lucidez a los actores- bailarines y a los bailarines- actores que debían convertir en realidad su visión de una n o che en M a n h a t t a n siempre les pedía que repitieran sus movimientos con diferentes intenciones en su mente: como si estuvieran flirteando, agresivamente, bebidos o con indiferencia. Cada person 3 Je de este montaje que se disuelve en las venas con la suavidad de una inyección de aire y estalla silenciosamente en el corazón dos horas después tiene una biografía que no vemos, pero sospechamos. Es lo que misteriosamente el teatro logra poner de manifiesto. Contact es una inicisción impagable en el territorio de las sombras que acaban resultando más luminosas

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