BLANCO Y NEGRO MADRID 09-04-2000 página 63
- EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
- Página63
- Fecha de publicación09/04/2000
- ID0005371082
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tro de las fronteras inglesas, a santuarios como Canterbury o Walsingham, o a tumbas de santos locales como Guillermo de Norwich, Juan de Beverley o Ricardo de Chichester El conde de Arundel. por ejemplo, inválido a raiz del sitio de Haríleur en 1415, pide en su testamento que se haga ima peregrinación a Canterbury en su nombre y que otras dos personas vayan también andando al santuario cercano de San Ricardo de Chichester. El conde ordena a sus albaceas que paguen a estos peregrinos por poderes no sólo las ofrendas que vayan a hacer, sino también una generosa cantidad para gastos como si él mismo hiciera las peregrinaciones y de acuerdo con su posición Tomás Polton, obispo de Worcester. hace un legado más inusual para una peregrinación, dando la impresión de que echa de menos el escenario de gran parte de su vida activa, cuando representaba a Enrique V ante la curia papal. En 1433 deja 20 libras para que se encuentre un capellán que vaya a Roma, resida alli dos años, haga las estaciones del Via Crucis y visite distintos lugares sagrados y reliquias de santos. El sacerdote elegido ha de celebrar misa por el alma del obispo en los lugares de mayor devoción y repartir 100 chelines a presos pobres de ambos sexos y a otros miserables Pese a todos estos ejemplos, durante los siglos que nos ocupan mu- s chos de los grandes de la Tierra ni recurren a representantes ni esperan a la proximidad de la muerte para interesarse por las peregrinaciones, sino que las emprenden en todas las etapas de su vida, a menudo con notable magnificiencia. I