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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-04-2000 página 60
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BLANCO Y NEGRO MADRID 09-04-2000 página 60

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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ilBROS Por motivos religiosos o políticos, por el eterno deseo de conocimiento, o por pura diversión, nuestros antepasados medievales, especialmente los miembros de la nobleza, se lanzaban a la aventura de los iaje 5. En su libro- Viajeros medievales que publica en estos días Editorial Nerea. Margarel W. Labarge ha rescatado de los archivos la memoria de aquellos viajes. Reproducimos en estas páginas parte del capítulo dedicado a los Nobles peregrinos Peregrinos o aventureros eros V 3,1 G S Por Margaret W. habarge imposible hablar de viajeS ros medievales sin explicar que niLichos de sus desplazamientos son peregrinaciones y que los peregrinos proceden de todas las clases sociales. Los reyes y las reinas limitan en general sus peregrinaciones a santuarios que gozan de especial preferencia dentro de su propio reino, pero a los señores, y en ocasiones a las damas, se los encuentra en las galeras que se dirigen a Tierra Santa o en los caminos que llevan a Compcstela. Los peregrinos de clase alta viajan con muchas más comodidades, incluso con elegancia, y en general los rodea al menos el núcleo de su séquito protector, aunque, a lo largo del camino, comparten con los demás cristianos el deso de ver con sus propios ojos el escenario de la vida de Cristo, y también el impulso de pedir mercedes a algún santo de probada eficacia o de darle gracias en su santuario. Durante la Edad Media la idea de que una peregrinación, por sí sola, es un acto meritorio, constituye un piadoso lugar común, estrechamente ligado con el viaje final al reino de los cielos, del que también es símbolo. Esta creencia, con la promesa adjunta de tangibles recompensas espirituales mediante la creciente incorporación de indulgencias a la visita a tales santuarios, sirve sin duda como incentivo. No es probable que los peregrinos de clase privilegiada, eminentemente satisfechos en su mayor parte con el sitio que ocupan en el orden social, critiquen los excesos, la superstición y la credulidad ligada a muchos centros de peregrinación, aunque la punzante sátira de Erasmo en el siglo XVI viene ya precedida por las denuncias de los lolardos en el XIY Pese a que los caballeros que simpatizan con las creencias de lo- BLANGD y KEGBD 60

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