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BLANCO Y NEGRO MADRID 26-03-2000 página 10
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BLANCO Y NEGRO MADRID 26-03-2000 página 10

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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A N IMALES DE COMPANU TRASPLANTES Por Juan Manuel de Vrada a compañía PPL Therapeutics, que es algo así como la granja del Doctor Moreau, acaba de anunciar el nacimiento de una carnada de cinco cochinillos clónicos. En mi tierra llamamos gurriato al cerdo todavía lactante, pero creo que la palabra más extendida para referirse a la cria del marrano es lechen, que se convierte en tostón después de pasar por eí horno. La amplitud del campo semántico que nuestra lengua reserva para referirse a este paquidermo doméstico constituye una manifestación irrebatible de su omnipresencia en nuestra cultura, quizá también una forma de afirmación frente a otras culturas, que desdeñan al marrano por considerarlo un animal impuro. A las sabrosas aplicaciones del cochino, que nuestros paladares han celebrado durante siglos o milenios, se suma ahora la posibilidad de que sus órganos y tejidos sean comercializados para trasplantes humanos. Antes, al parecer, habrá que manipular genéticamente esos órganos y tejidos, para evitar que los repudie nuestro sistema inmunológico. L ral, trasplantarse de un organismo a otro? A diferencia de otros asuntos controvertidos, como la eutanasia o el aborto, donde la conflictividad surge de la sospecha de que, al legalizarlos, esteraos atentando contra la vida, el trasplante de órganos surge con el propósito de prolongar o restaurar esa vida. Constituye, por lo tanto, un intento de fortalecer nuestra precariedad fisica y alejar el acoso de la muerte. humanista no es U na eléticaesclaviza la lavida, aquella que coartando progreso, sino que pone el progreso al servicio de la vida. Los avances vertiginosos que en los últimos años ha experimentado la genética han desatado campañas de alarma y cierto repeluzno social más o menos unánime, por lo que pueden significar de intromisión en los mecanismos de la naturaleza, pero olvidamos que gracias a esos avances hoy estamos en disposición de garantizar el éxito de muchos trasplantes que hasta hace poco eran considerados operaciones de altísimo riesgo, ante la posibilidad de que el receptor del órgano rechazase su implantación. A principios de siglo, cuando la medicina logró por fin determinar los grupos sanguíneos y sus incompatibilidades. Este riesgo de rechazo se sojuzgará en una etapa posterior, cuando por fin se puedan reconstruir en laboratorio órganos humanos. El desentrañamiento de nuestro mapa genético, hasta hace poco una tarea tan ímproba e inabarcable como contar las arenas de una playa, permitirá pronto abordar la clonación de nuestras propias células. Los trasplantes de órganos, esos pedazos de vida que se trasladan de un cuerpo a otro, como resurrecciones portátiles, promoverán una de las discusiones éticas más apasionantes de nuestro tiempo. ¿Hasta dónde es lícito contrariar las leyes de la naturaleza, injertando en un cuerpo enfermo fragmentos de otro cuerpo concebido en una probeta? ¿Puede la vida, desde un punto de vista mo- se consiguió que las transfusiones de sangre dejaran de ser un remedio in extremis, casi desesperado, para convertirse en un trámite gozosamente inocuo: hoy, nadie discute su moralidad, salvo fanáticos de la pureza y otras especies animales. Creo poder anticipar que algún día no demasiado lejano aceptaremos sin escándalo las ventajas que nos brindan los adelantos de la genética aplicables al trasplante de órganos, porque gracias a ellos los hombres estamos acatando nuestro destino, que no es otro que rehuir la muerte. El trasplante de órganos es un himno a la vida que se resiste a claudicar, nunca una blasfemia que pretenda atentar contra las leyes naturales. ¿Dónde deben situarse los limites a la práctica de trasplantes? Pues ni más ni menos que allá donde no se empleen como mecanismo salvador, sino en oscura alianza con la muerte: en el tranco ilegal de órganos (a veces extirpados a personas vivas que padecen una indigencia apremiante) en la experimentación morbosa y estéril y en otras aberraciones de laboratorio que hoy ni siquiera nos atrevemos a sospechan En definitiva, allá donde se utilizan para tiranizar la vida, y no psira redimirla. evidente que; mientras E smos por prolongar la vidapeleeestamos actuando lícitamente y construyendo un mundo más habitable. La inmoralidad comienza cuando pretendemos organizar la vida ajena, convertirla en una especie de mecano desmontable a nuestro capricho, como hizo aquel doctor Frankenstein. Manipular una vida equivale a matarla muy lentamente. Los trasplantes, por el contrario, no son otra cosa que la aplicación libre de la inteligencia a la vida. Inteligencia, libertad y vida, los tres más valiosos dones que nos han sido otorgados. I BimoTiEm m

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