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BLANCO Y NEGRO MADRID 05-03-2000 página 46
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BLANCO Y NEGRO MADRID 05-03-2000 página 46

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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postulante más ei cruenta lucha por el pan cotidiano, y hasta coi víctima indefensa sobre la que ejercían un ineludible deber de protección. Como se creían muy perspicaces y avisados, lo primero que decretaron después de leer los poemas de Embrujamiento es qtie no los podía haber compuesto una mujer. Con esa riqueza verbal, esa profundidad de pensamiento y esa fuerza de expresión no escribe Una mujer misteriosa el sexo débil- dictíiñiinó uno de ellos- aún cuando tú. solemne ignorante, te empeñes en sostener lo conSobre todo lo que no fuesen sus versos, Ellsabeth trario. Además, esa poeta no rima hermosa con Mulder arrojaba un velo de impenetrable niebla, pe rosa ni amor con dolor no nos habla de la roro a mí me bastaba su escritura tatuada de íntimos mántica belleza de la luz crepuscular, ni del dulce desasosiegos para adivinar las otras pai celas de su murmullo de las fuentes, como tampoco del tío gravida. Presté Embrujamiento a algunos de mis comnuja que la abandonó. En resumen: de todas esas papañeros de redacción, periodistas zurrados y escépparruchas cursis y soporíferas con que suelen favoticos, desconfiados y holgazanes, con pocos escrúpurecernos las pobrecitas poetisas incomprendidas. los y demasiados resabios, capaces incluso de broYo atendía a sus diatribas con gesto socarrón, conmear escuchando la Danza macabra de Saint- Saéns vencida de que bajo la firma de Elisabeth Mulder se en un cementerio, a la medianoche. Al solicitarles ocultaba el mismo espíritu sensible que escribía crisu opinión sobre aquel libro turbador y doliente no tica literaria y artículos de fondo sobre política inme guiaba el propósito de recolectar sus atinados ternacional en varios periódicos barcelonenses; juicios (propósito iluso, tratándose de una recua de convencida también de que ese espíritu nada gregaasnos plebeyos) sino el de comprobar hasta qué verio se alojaba en el cuerpo de una mujer. ¡Miradla! ricuetos de desconcierto los conducía aquella lectu- se defendían ellos- Ahí tenéis el retrato de la boba ra que tanto me había subyugado antes a mi. Confepedante. ¡Harías bien en volver a saré que aquellos colegas, aunque restregar tus posaderas en los agrios y resentidos contra el sexo bancos de la escuela primaria, femenino, después de unos prime Aquellos colegas, que buena falta te hace! Una tía ros meses de enfurruñada hostiliaunque agrios y comentando y enjuiciando libros dad, habían terminado por considerarme piadosamente como un reseiítidos contra el ingleses, franceses, alemanes, rusos: al tanto de la política internasexo femenmo, cional; y. encima, autora de un libro de poemas... ¿En qué país haterminaron por llas tú un fenómeno parecido? m considerarme como ¡Contesta, so boba! bien frivolo, pero a medida que me enfrentaba a quelíos versos filtrados en los alambrlques del dolor y sin embargo heridos de piedad, esa curiosidad superflua se fue tiñendo de la secreta admiración que profesamos a quienes, a través de su escritura, demuestran poseer un alma gemela a la nuestra. fíü un postulante más en la lucha por el pan cotidiano Labor detectivesca Ana María, a los 20 años, durante una jornada de esquí en La Molina Algo más retraída y vacilante, a causa del pedrisco de increpaciones, alegué los ejemplos de George Sand en Francia y de Fernán Caballero y Víctor Cátala en España, ante lo cual arreciaron todavía más los denuestos. Me tacharon de necia pretenciosa y empedernida testaruda, pero su virulencia no me hizo ceder ni un palmo de terreno. El ansia por conocer la estricta verdad comenzó a desazonarlos. Se desperdigaron por las sedes de los periódicos, olfateando como perros de caza un rastro de aquella Elisabeth Mulder que infringía el reparto mostrenco de atribuciones entre los dos sexos; establecieron contactos con gacetilleros y cronistas de la peor calaña: tendieron redes y emboscadas, valiéndose de las argucias más innobles, para sonsacar la reacia verdad; y al final, llegaron a la conclusión de que el autor de aquellos poemas era un notorio personaje de la diplomacia

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