BLANCO Y NEGRO MADRID 05-03-2000 página 45

JBROS n vertiginoso instante de plenitud basta para justificar una existencia. Los populosos años que preceden a ese instante, así como el tiempo sobrante que lo sucede, constituyen la ganga superflua con que Dios amuebla nuestra cronología. Yo vlvi ese vertiginoso instante de plenitud en la Pascua de 1932. mientras mis ojos sembraban sueños en el mar de Mallorca, mientras la playa rubia acogía mi cuerpo que el flujo y el reflujo de las aguas adornaban con collares de algas, y la memoria de ese instante, luminoso como U Tras más de dos años de investigaciones exhaujitivaá, ve la luz Las esquinas del aire biografía detertivpsca de iia María Martínez Sagi. un personaje tan fascinante como perdido en los laberinto! -del oUido. de los que la ha rescatado Juan Manuel de Prada en un libro inclasificable (pie dentro de unos días publicará Editoral Planeta, por cuva cortesía ofrecemos el capítulo titulado Almas gemelas en el que el autor aarra, a través de la voz en primera persona de su biografiada, el encuentro entre ésta y la escritora EÜsabetli Mulder En busca de Ana María Martínez Sagi Almas gemelas el estío, me ha bastado para otorgar un argumento al cúmulo de días etériles y caóticos que vinieron después. Allá por 1927 o 1928, cuando yo comenzaba a dar mis primeros pasos, todavía inciertos y atolondrados, en el periodismo, apareció en los escaparates de las librerías barcelonesas un libro de poemas titulado Embrujamiento. Lo firmaba una tal Elísabeth Mulder. que ya se había dado a conocer, algunos años atrás, por sus comentarios sobre novela victoriana en El Noticiero Universal, así como por una serie de artículos misceláneos que el diario Las Noticias, para el que yo colaboraba esporádicamente, venía alojando en sus páginas centrales. Fue el director de Las Noticias, un hombre de paciencia infinita y una cierta aversión paradójica a la letra impresa, quien me regaló el ejemplar de aquel libro que le había llegado por correo, con una dedicatoria autógrafa de la autora, a la que no conocía, pues sus crónicas las traía siempre una atildada secretai- la, adusta y protocolaria, que ni siquiera se preocupaba de venir a recoger las liquidaciones a fin de mes. Este desinterés por el exiguo caudal que le reportaban sus artículos (digo exiguo porque, con excepción de La Vanguardia, los periódicos de la época pagaban a regañadientes y con cuentagotas) delataba el desdén de Elísabeth Mulder por las disputas pecuniarias, que traían a la greña a los demás redactores, incluida yo misma, pues ya empezaba a planear mi huida de la casa familiar, donde la dictadura impuesta por mi madre, con el apoyo y la anuencia de Beatriz, empezaba a hacérseme insoportable. Leí Embrujamiento acicateada por un interés más Aniba, Ana María Martínez Sagi en la fotografía de su carnet de corresponsal de guerra. En la otra página, durante su participación en los Campeonatos de Cataluña de Atletismo de 1931. a puiUo de batir la plusmarca nacional de lanzcunienio de jabalina 45