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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-02-2000 página 33
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BLANCO Y NEGRO MADRID 27-02-2000 página 33

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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La Pietá del Hitícano es, sin duda, junto con la estatua de Moisés y el David de Florencia, una de las tres obras más conocidas y simbólicas de Miguel AngeL Representa una las grandes cumbres del arte del Renacimiento y de todos los tiempos A Miguel Ángel nunca se le íia reprochado la perfección de su arte. La Historia, tan ingrata con otros genios, nunca se atrevió a levantarle la mano, a poner ni quitar carne escultórica a sus obras. Impensable. Imposible de resquebrajar la compacta presencia de sus esculturas. Ni siquiera algún loco ha podido romper la inmaculada composición de estas ñgm- as. En 1972, durante una exposición en Nueva York. La Pietá sufrió el conato asesino de un cobarde personaje, de un celoso espécimen de la belleza ajena, incluida la marmórea que no puede abrir la boca ni para defenderse con un mordisco. La Historia y las anécdotas se inclinan ante razones de tamaño peso. Toneladas y toneladas de suprema belleza ajenas al paso de los tiempos y de los hombres. Si el cotilla de Freud hubiera mirado a los ojos de esta Piedad y de las otras tres que esculpió el artista florentino se hubiera dado de bruces con una psicoanalitica explicación. Obvia. Miguel Ángel fue el menor de cinco hermanos y recién nacido es entregado a la mujer de un cantero para que lo crie. ¿Verdad o mentira? En algunas biografías figura este dato; en otras, no. Pero a tenor de su legado, cuatro son las Pietá que hizo- casi una obsesión- uno se inclina por razonamientos de este tipo. La que ocupa estas páginas es la primera de todas; la segunda data de 1555; la tercera, la Piedad de Palestina y la cuarta, La Pietá Rondanini que no pudo acabar Tras la blanca palidez de una madre y de su hijo Cal cabo, ésta es La Pietá se esconde el personaje, la personalidad de un Miguel Ángel que no fue. ni por asomo, un artista al uso de los modos cortesanos, sociales, de fácil y amable trato. Las malas lenguas lo tildan de insatisfecho, de hombre peleado con su época, con sus valedores, con sus compañeros en la lucha artística, con su competencia, revuelto y de puños contra su propia sombra y contra la de sus creaciones escultóricas. Pero no siempre fue asi. La juventud lo eleva a esos sueños de grandeza y lo degrada a esos nive- les de ambición por los que todo aspirante a algo se supone tiene que pasar. Llegado al fin de esta vida mia... -de la que hice al arte ídolo y monarca- conozco bien cuánto en error vivía ¡No más pintar, ni esculpir, ni condenarme! Sin embargo, las palabras se las lleva el viento y, pese a que éstas las escribe en sus últimos años de existencia cuando se vuelca en la arquitectura, aún vuelve a esculpir alguna que otra maravilla para deleite de sus benefactores y. tal vez, tortura de ese ojo critico que no descansa ni dormido. El genio y la genialidad lleva consigo un alto precio de noches sin sueño y dias sin descanso. La fuerza bruta de Miguel Ángel, ese remordimiento interior que lía y deslía una madeja de dudas, se transforma en delicadeza cuando se empeña en sacar sustancia de un esquinado y arisco bloque de mármol. Pero cuando se consagra como escultor tal vez le pica un extraño gusanülo y se mete en la Capilla Sixtina, cuyos frescos pinta en un tiempo récord. Nada es suficiente. Un desgarro de rotunda insatisfacción le lleva también a la arquitectura, a la poesía, al amor apasionado por Vittoria Colonna y a la mística contemplativa de pan y agua que conlleva el desengaño permanente. Miguel Ángel tiene el mérito absoluto de sacar de la nada más fría e inexpresiva un suspiro de vida, de eterna carnalidad. Él trabaja sobre bloques absolutos, en cuyo interior descubrirá el alma de una figura, escrupulosa en sus detalles naturales, en los pliegues de la piel, de un músculo, de un manto. Al cabo, buena parte de sus correrías juveniles transcurren en el jardín Medici de Florencia, un paisaje de cuerpos y cabezas esculpidas en un mármol altivo. Miguel Ángel es todos y ninguno: la delicadeza de La Pietá eterna madre, y la terribilitá cuya máxima expresión aparece en la cabeza de Moisés- a decir de algunos un autorretrato suyo- que esculpe para el mausoleo del papa Julio 11. La noche y el día que en ocasiones fluye por los cauces de un contenido manierismo al que con el tiempo habrá de salirle más de un pretendiente. lUICD T NEBIO SI

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