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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-01-2000 página 30
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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-01-2000 página 30

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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TODAVÍA está reciente el aliento recalentado de Joseph. uno de los últimos muchachos haitianos en pasar e! puesto fronterizo de Malpaso, unos cuantos centímetros de verja arañada que separan la República Dominicana del país más pobre y desamparado de toda Iberoamérica, Haití. Como su abuelo, y antes su padre, Joseph es un joven esclavo de catorce años, un ambas fflque arrastra su clandestinidad con el gesto largo y huidizo por la hacienda de la Lindlta, a cincuenta escasos kilómetros de Santo Domingo, y donde la sed y el hambre pegan con fuerza. En un intento desesperado por encontrar el sustento que su país le niega, se ha visto obligado a aceptar unas condiciones de servidumbre fuera de los límites de la razón. El desengaño ha terminado por arrinconarle a perpetuidad en los bateyes azucareros dominicanos, donde los braceros haitianos siguen llegando como un bulto más en unas patanas que aprovechan el tráfico ilegal, y que nada más entrar en el país, como si de bestias se tratara, les van descargando en los corrales de las haciendas para mantenerlos vivos a pan y agua. Después de haber cruzado la frontera anulado en el color de la noche, el joven Joseph conoce mejor que nadie la caminata dolorida de la escasez hasta llegar al batey más cercano y echar el resto de sus días. Al hambre no se le puede hablar de fronteras y menos a un haitiano que ya nace con deudas bajo el brazo. Cortar caña, alzar caña, arrimar caña. Cortar, alzar, arrimar. Una y otra vez. Así durante dieciséis horas, sin recesos para echar algo a la boca. Desde las cuatro de la madrugada, Joseph no ha probado más que café negro encharcado en agua. Un pedazo de caña entre los dientes esconde su trab o hasta el desfallecimiento. Los ingenios azucareros despertaron con la esclavitud y cortar caña en la República Dominicana sigue siendo un trab o esclavo. La castración social borda lo repugnante. Miles de espaldas haitianas sangrando en sudor siguen atadas a los grilletes de los campos de caña que señorean la geografía dominicana. El azúcar, generoso, les ha sacado de la miseria de su país para arrojarles a una esclavitud que siguen eligiendo como compañera de viaje. A este precio tomamos azúcar; azúcar amargo en el paladar de Joseph; azúcar amargo en cada uno de estos haitianos. Azúcar amargo

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