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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-01-2000 página 16
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BLANCO Y NEGRO MADRID 30-01-2000 página 16

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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La bici era mi pasión, tanto como lo es la gaita hoy día, pero a los trece años empezó a atacarme el asma y tuve problemas de alergia. El paso decisivo lo di cuando mi profesor de gaita me planteó: Elige: o bicicleta, o gaita dor y permite tocar en silencio sin que los vecinos sufran interminables jaquecas o incluso introducirse en el universo tecnológico de internet para poder dar clases en tiempo real. A los treinta y dos años, todavía sorprendido por este éxito interminable, con su desbordante sencillez protegiéndole del éxito como una cota de malla céltica, prepara su segundo álbum, ya muy avanzado, que aparecerá este mismo año. -El sonido de la gaita le llegaba como una voz anclada en su niñez. ¿Cuándo fue capaz de entender sus palabras? Ciclista o gaitero -Crecí en un ambiente de apego a las tradiciones asturianas. Mi abuelo era un minero de Cabranes que, cuando trabajaba en el campo, cantaba tonadas de la tierra que oía en el radio Yo le escuchaba cantar cuando no se daba cuenta de que estaba cerca, y lo hacía muy bien. Mi hermana Maria José es tres años más pequeña y tocábamos juntos, ella el tambor y yo la gaita. A veces hacíamos los pasacalles dándonos patadas porque no nos poníamos de acuerdo en el repertorio. Mi padre era analista en Villaviciosa en una empresa láctea. Tenía cuatro años cuando vi al primer gaitero que se llamaba Ramón el de Espina en la romería de San Juan de Amandi. Me quedé maravillado porque todos nosotros nacemos con una gaita de juguete debajo del brazo. Después estudié en un colegio religioso y crecí en un ambiente muy peculiar, porque se trata de un valle mal comunicado, donde la literatura oral y las leyendas locales son muy fuertes. -Mientras tanto vivía a caballo sobre dos míticas ruedas subiendo y bajando en bicicleta la empinada cuesta del Valle de Maliayo. Soñaba con ser un ciclista profesional y precisamente el rítmico pedaleo escalando el puerto de El Pedrosu le inspiró la versión de la Muñeira de Barganaz, donde se reproduce incluso la respiración entrecortada del ciclista. ¿Cómo terminó esta aventura? -La verdad es que la bíci era mi pasión, tanto como lo es la gaita hoy día, pero a los trece años empezó a atacarme el asma y tuve problemas de alergia. El paso decisivo lo di cuando mi profesor de gaita me planteó: Elige: o bicicleta, o gaita Me quedé con la gaita y acabé enganchándome tanto que acabé haciendo de ella mi vida. Mi madre se llevó un disgusto enorme cuando se lo comuniqué, porque casi no quedaban gaiteros y algunos se dedicaban más a la sidra que a la gaita. Había muy pocos maestros viejos, el gaitero de Veriña estaba todavía ejerciendo y José Remis Ovalle, el Gaiteru Mayor, todavía vivía. Recuerdo las tardes en la cocina de su casa en Tornín, cuando nos enseñaba el Garrotín. Ellos eran las grandes leyendas de la gaita, pero el grueso de los gaiteros no estaba en esta onda. Por eso a mis padres no les gustaba nada verme de romería en romería, tocando. Es verdad que yo tampoco tocaba para eso, sino que empecé como a quien le gusta el violin, pero un día mi profesor de gaita me pidió que le sacara del apuro porque tenía que tocar al día siguiente y no le daban permiso en el tra- BimOYIEGIO 1 E

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