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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-01-2000 página 54
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BLANCO Y NEGRO MADRID 16-01-2000 página 54

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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En cuanto al otro premio, el de la excursión a las bodegas, fue el motorista que le traía el telegrama el que atropello al pobrecito Mirón y lo mató, Carlota y yo estábamos en la Redonda ensayando unos pasos de baile para la función de fin de curso cuando oímos el chirrido de los neumáticos, el breve aullido del perro cooperativas. Incluso en estos sorteos participaba el abuelo (él, que siempre habia detestado viajar) y de los dos únicos premios que obtuvo en ese tiempo uno era precisamente un viaje (a unas bodegas riojanas) y el otro un equipo completo de hombre- rana que luego resultó ser menos completo de lo anunciado (tan sólo las gafas de bucear, el tubo y las aletas) y que le obligó a posar para una foto en el periódico local junto al gerente de la tienda de artículos deportivos. En cuanto al otro premio, el de la excursión a las bodegas, fue el motorista que le traía el telegrama el que atrepelló al pobrecito Mirón y lo mató. Carlota y yo estábamos en la Redonda ensayando unos pasos de baile para la función de fin de curso cuando oímos el chirrido de los neumáticos, el breve aullido del perro, las voces alteradas procedentes de los otros pisos y la calle. Tardamos apenas unos segundos en bajar, y encontramos a Mirón agonizando sobre los adoquines. A su lado estaban nada más Darna que le recorría la espalda con la lengua como si pudiera recomponerle el espinazo roto por varios sitios, y el motorista, que nos miró consternado y juró que no lo había visto, que no se explicaba de dónde había podido salir. Nos agachamos a acariciarlo y el pobre perro respondió con un ronroneo desfallecido, co- mo cuando se subía al sofá y se echaba a dormir entre nosotras, y eso bastó para que Carlota, que era la que más lo quería y lo consideraba su perro, se echara a llorar y a repetir: No te mueras, Mironcito mío, no te mueras Enseguida aparecieron mamá, Paloma, el abuelo, y a todos dedicó el mismo ronroneo, como si ésa fuera su forma de despedirse, y cuando por fin llegó papá, que había salido a hacerle el rodaje al Simca, comprado esa misma semana, pareció que había estado esperándole porque fue verle llegar, despedirse también de él con un suave ronquido y morirse. Mi madre sacó una sábana vieja que yo recordaba de nuestra infancia, una sábana con molinitos naranja en el embozo, y lo cubrió, y entonces alguien preguntó qué se hacía con los perros que morían atropellados, quién se encargaba de retirarlos. -Supongo que el Ayuntamiento- dijo mi padre- Los recogen con un camión y se los llevan. -Pero, ¿cuánto pueden tardar? -dije yo- No vamos a dejar que se pudra en mitad de la calle... -No te preocupes, Mirón yo estaré a tu lado hasta que lleguen esos hombres del Ayuntamiento- dijo Carlota entre sollozos. Entonces el motorista, que no había encontrado el 64 BitKtQ 1 nm

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