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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-11-1977 página 26
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BLANCO Y NEGRO MADRID 02-11-1977 página 26

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SUAREZ: ENTRE EL PACTO Y LA CONSPIRACIÓN (Mi propósito era dedicar esta crónica a la teoría del Centro como problema político. Pero la práctica lia desbordado a la teoría, que debe dejarse para mejor ocasión. E N la carrera de opinión en torno al Poder pre- constituyente, que es el tema más espectacular de la transición democríjtica, ei presidente Suárez ha pasado ests semana al cuarto lugar. El descenso es rave, y tiene medio locos a casi todos los apostantes; pero no se trata de una clasificación definitiva, Hoy mismo leo en los titulares; Cárter, acosado: hace un par de meses el acosado era Giscard, y hace seis ocupaba tan crítico íugar el premier Calla. ghan) Estos son avatares normales de ra xpolítica; los tres estadistas citados han superado o van a superar sus crisis, sin la menor duda. Por lo demás, ese cuarto puesto del señor Suárez en la carrera es por sí mismo una victoria; porque en vísperas del pacto de la Moncloa el presidente del Gobierno casi pudo descabalgar. Fué durante su último viaje cuando el delfinario de U. C. D. entró de nuevo en ebullición y don Laureano López Rodó, tras una de esas pasadas de stukas sobre el palacio de la Zarzuela (que él describe en su libro con escaso conocimiento de la guerra aérea- -porque ios stukas no daban pasadas, se tiraban en picado- pero buena mano para la insinuación política) repetía por todos líos mentideros esa confidencia del Rey: Sólo me he. casado con doña Sofía Y por doble rito, que recuerdan las crónicas. Volvamos a la carrera. Después de ver- -por televisión- -el Pleno prefabricado para dar cuenta de los pactos de la Moneloa, dentro de la más pura metodología franquista (de resonancia parlamentaria, sin el menor juego posible para el Parlamento, fue don Felipe González, evidentemente, quien saltó a la cabeza. Ha sido su mejor actuación en las Cortes. Tenía delante un guión, no una chuleta ni menos un texto férreo. Matizó con humor y maestría; improvisó sobre las intervenciones de los demás oradores. Fue el único líder que supo tranquilizar al mundo empresarial con una defensa profunda, no simplemente táctica, de la economía de mercado, mientras recomendaba sarcástica a la derecha que se encargase ella de tal defensa. Fue el único orador que marcó decididamente sus diferencias con el comunismo, cuando trataba al señor Carrillo con sus mismas armas, el humor político de ley, sin asomos de paternalismo ni menos de chulería. Cuando dio la vuelta al refrán de Carrillo- -dime de lo que presumes- -cuajó un prodigio de buen sentido político, sin apurar la suerte ni acosar al adversario tocado y desarmado. El- señor González habló, no leyó; se mostró seguro de sí mismo; llegó al Parlamento y a los televidentes. Alguien dice que su discurso iba dirigido sobre todo a los radicales de P. S. O. E. los cuales quedaron en evidencia; hasta don Alfonso Guerra mantuvo un aspecto apacible y serenador durante toda la sesión. Ahora solamente falta que dedique un repaso a su órgano oficioso- -El Socialista- al que agradecería mucho más las reticentes florecilias que me dedica en su último número si prencindiese un poco de los resabios horteras impropios de su excelente dirección; en su calidad de portavoz joven de un partido joven, que no debe confundir, en mi opinión, el lenguaje popular con la grosería aplicada a la sintaxis. A este cronista, por ejemplo, no se le ocurre llamar El Guerra a don Alfonso- -por razones, además, obvias- -ni menos el Felipe al señor González, aunque no sea más que por agradecerle la superación, cada día más notoria, de su demagógico complejo de corbata También se le adelantaron ayer- -escribo en viernes- -al señor Suárez esa nueva pareja de discursos en que se han convertido los señores Fraga y Carrillo, cansados con razón de interpretar siempre los papeles del dragón y Sigfrido, en los que alternaban según la circunstacia. Como recuerda generosamente el lúcido Nemo, tuve el honor de recordar en esa misma tribuna del Club Siglo XXI, dos semanas antes del espectáculo citado, la aportación de Fraga como inventor del Centro; al que dio estado oficial en la memorable sesión del Consejo Nacional del Movimiento el 15 de diciembre de 1969. Miles de españoles creímos entonces, en él; y suspendimos nuestra fe cuando Fraga, en un rapto de obnubilación política y cinismo oportunista, repudió a su propia imagen para emigrar a la derecha dura. Aauello no fue un retorno a sus orígenes, como dijeron los ¡perezosos mentales de turno, sino una negación de su ejecutoria. No hemos sido sus antiguos amigos ¡quienes hemos renegado de él; ha sido él quien se a ¡ejó de su propio camino. Y todo hace pensar que, escarmentado por lo sucedido, ahora sí que retorna de verdad a sus orígenes el gallego incombustible; que se reafirma como la gran personalidad de la derecha española, en vista de que el centro- derecha, empeñado en presentarse como lo que no es, se sume diariamente más en las arenas movedizas de su crisis interna, de su falsa imagen y de su torpe, torpísima renuncia a gobernar. Mediante una decisión que, como en sus mejores tiempos, es mitad pronto y mitad estrategia (creo que empezó como lo primero iv se enderezó luego como la segunda Fraga ha lanzado por la borda el lastre impresentable de la U. N. E. y demás ultras que le atenazaban; y después da la mstiecidísima paliza que le dio Suárez en las elecciones puede ahora presentarse como serio rival de Suárez (y de Joaquín Garrigues) para la captación de la derecha civilizada. Hace un par de semanas escribí en El Noticiero Universal un artículo que se titulaba Recuperar a Fraga. Ahí lo tienen ustedes entrando a caballo en el Club Siglo XXI, pero con sus buenas maneras de embajador: lanzado hacia la reconquista del Centro mientras el Centro se quiere configurar, pobre, como esa socialdemocracia que sólo es posible en el P. S. O. E. si el P. S. O. E. acaba por responder a la imagen que ganó ayer para él, ante el Congreso, su primer secretario. Carrillo: fascinación El tercer caballo adelantó al presidencial justo cuando se fraguaba el pacto de la Moncloa: y es. naturalmente, el caballo rojo. El impulso para los acuerdos partió de la famosa sesión de las seis horas entre los señores Carrillo y Suárez; en eso coinciden todas las crónicas con los análisis del P. S. O. a los que me he atenido para éste y anteriores comentarios; entre otras cosas porque siempre que he pedido información al P. S. O. lE. la he obtenido con generosidad: mientras que el Centro o carecía de información o no se dignaba facilitarla a sus parlamentarios, que seria peor. Una de las ventajas de Imagen que ha conseguido ei señor González sobre su amigo y rival de U. C. D. es que don Felipe se muestra cada vez menos fascinado por el señor Carrillo; y el señor Suárez, cada vez más, y de esto la gente se da cuenta mucho más de lo que parece. La jugada del Club Siglo XXl le ha vuelto a salir redonda al secretario general del P. C. E. que salió maltrecho del hemiciclo; vean ustedes cómo anoche las gentes se aburrían como ostras en el Pleno del Congreso mientras esperaban con ansia el mano a mano del Eurobuilding. Los líderes de dos partidos parlamentariamente minúsculos captaban la atención nacional mucho más que el Pleno de los asentimientos; y el eurocomunismo ha conseguido ique todo ei mundo crea en él, con dos excepciones; el señor Kissinger, que dice que no existe, y- -en su modestia- -este cronista, cada vez más convencido de que el eurocomunismo no es, en efecto, una táctica; pero es una estrategia, cosa muchísimo más peligrosa. El señor Fraga lo presentaba ayer como una degeneración del marxismo en crisis; y se equivoca de medio a medio, tanto como en sus juicios de exaltación sobre el libro del señor Carrillo, que, como trataré de demostrar en breve, es un flojísimo alegato sin fundamento histórico alguno, sin originalidad en sus planteamientos, y únicamente importante, e incluso fabuloso, en- esas coordenadas de comunicación de las que no se ocupa nadie en este país, ni en este Gobierno, ni mucho menos en esta U. C. D. de nuestros pecados y nuestros afanes.

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