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BLANCO Y NEGRO MADRID 11-10-1975 página 62
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BLANCO Y NEGRO MADRID 11-10-1975 página 62

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M UCHO afites de Pirandello madrugaba en Shakespeare el tema, qus habría de habitar la preocupación de muchos de los grandes creadores de nuestra literatura contemporánea, de las relaciones entre la realidad y la ficción. La representación teatral, dentro d e I Hamiet podría ser un remotísimo antecedente de la idea madre de esta película del joven Francois Leterrier, que se apoya en el nrismo efecto de descubrir la verdad a través de una representación, en este caso cinematográfica. La elaboración ds una película, en la que el director cuenta un trágico episodio sentimental de su vida, sirve para provocar el descubrimiento de una verdad oculta por los años y desvaída por la memoria. mm OTRA VEZ EL JDE 60 DE LA REALIDAD DE LA FieCION Proyección privada de F. Leterrier, m el cine Peñalver sido la misma. Como la película que se haca dentro de la película, la que vemos es una obra de intriga, y del mismo modo que. allí se valora la fuerza del guión de la película que se va a rodar, aquí no podemos menos de la clave de la película, que se mueve en el juego de las coincidencias, tan actual en las artes narrativas de nuestro tiempo, después de la capital antología borgiana sobre la inexistencia del tiempo y la historia que se repite de viejas raíces culturales europeas. Sí me he detenido en el guión y en la narración es porque aquí es donde reside el posible interés de una película de pobre realización, lastrada por una enorme insuficiencia de imagen, que, desasistida de cualquier rasgo imaginativo, se deteriora, además, por una interpretación paupérrima que adelgaza todavía más su valor, ya de por sí beistante escaso. Sólo Frangoise Fabián, en cuarentona enamorada y entonces en ios principios de su carrera, está bien en algunos momentos dramáticos, pero demuestra su endeblez de actriz en Jos momentos anodinos de las transiciones irrelevantes. L. G. E. -ijj Una historia de amor de nuestro tiempo Encuentro en Man- akech de R. Wfse, en los cines Infantas, Gayarre, Apoto, Granada, Bahía y Sainz de Baranda o merecía esta película el desfavorable trato que ha recibido en la distribución, que la ha condenado a su estreno vergonzante en un circuito de cines de reestreno. En ella ha puesto Robert Wise el buen oficio de su larga experiencia y el cuidado con que siempre ha contado las historias de amor que ha tenido enfrente de su cámara, como hizo con West Sida Story Y en ella, Henri Decae, que en otro tiempo fuera el operador base de la nouvelle vague confirma su calidad de gran fotógrafo en los exteriores marroquíes y en los planos nocturnos de París. Aunque no fuera más que por estos dos elementas, estrictamente cinematográficos, Encuentro en Marrakech merecía otro nivel de explotación. Pero es que, además la historia, un súbito amor errtre un desertor de la guerra de Vietnam y una modelo publicitaria, tiene la suficiente fuerza como para constituir un punto de atracción. La película está conceblcte en clave lírica, sobre un fondo primero del Marruecos subdesarroliado y pintoresco, etnográfico y N En Proyección privada vuelve el jueso entre realidad y ficción. Pero así como en Shakespeare, para continuar con ta inicial e inadecuada comparación, el teatro dentro del teatro cumple una función dramática, este cine en el cine s e cierra sobra sí mismo y el descubrimiento de la verdad es el climax que desata los últimos metros del rollo final, cara al piano que cierra la película, en el que realidad y ficción se urten y en el que un coche se hunde en un río, como la metáfora de un remordimiento que permar ece. Pues es entonces cuando empieza la verdadera tragedia, que, sin embargo, no ha interesado para nada ai autor, preocupado por la complejidad de la narración y la sucesión de fas situaciones. Es lo que suele llamarse una película de guión. Es la demostración de una habilidad narrativa, para la que el argumento no es más que una disculpa. Hubiera podido ser una historia de crímenes, y la película hubiera reconocer la rigurosa habilidad con que está construida una historia que tiene la banalidad de los clásicos triángulos amorosos, con dos vértices femeninos, y la perfección de un aparato de relojería, a la que nos tienen acos- tumbrados las películas de suspense con todas las layes del género, incluidas las falsas pistas y la reiteración de los flashback que, natureilmente, no son sobre el pasado real, sino sobre el pasado contado en los planos de la obra en elaboración. El montaje, que disloca constantemente la línea narrativa, sirve para ir desvelando las piezas del enigma y para rr complicándolo a la v con toda la artificiosidad del género. De la vida real pasamos a la ficción, y de la película, a la realidad, sin que el lenguaje cinematográfico cambie para nada Si pasar de un nivel a otro. Esta indiferenciación estilística e s lo que nos da polícromo, y después en el París literario de las postales del recuerdo, Nótre Dame, los Campos Elíseos y la Plaza de la Concordia. Quizá esta superficialidad con que están vistos los escenarios sea una revelación de tas carencias fundamentales de la película, que es un poema de amor sin la tragedia de la sangre, un alegato pacifista sin el apasionamiento de la sinceridad y un retrato de la juventud actual sin la fe en sos ideas. Es otra vez el Breve encuentro de David Lean, con el mismo amor desesperado y doliente, pero en un contexto más moderno, más llerto de sugerencias contemporáneas, desda la presencia de! Tercer Mundo hasta los problemas de conciencia de los soldados americanos en la guerra vietnamita. Es también el enfrentamiento de dos actitudes ante la vida, el idealismo ético del muchacho y el pragmatismo vital de la muchacha. Y, sin embargo, la película no sobrepasa nunca el tono menor de una obra bien hecha. Robert Wise confirma su gusto por la elipsis narrativa, a la que está Undsay Wagn a la izquierda, e s el gran descubrimiento de Wise.

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