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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1962 página 100
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BLANCO Y NEGRO MADRID 24-11-1962 página 100

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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LOPE Arte Nuevo a nombre de los superiores efectos dramáticos que se obtienen dei echándolas: yo hallo que si allí ha de dar gusto, con lo que se consigue es lo más justo. (Verso 209) Todo lo que agrada, lo que promueve la conta glosa emoción del aplauso, es justo para la afectividad artística, aunque sea irracional, aunque parezca necedad ante el juicio de la razón instruida por los preceptos; vulgo que se apasiona y paga es justo hablarle en necio para darle gusto (Verso 48) y no sustanciemos estos versos entendiéndolos en plena vulgaridad, como si no los hubiera escrito un gran reformador y un gran creador de poesía rebelde. Lo mismo que en esos versos, en otros del Arte Nuevo, las dos palabras consonantes gusto y justo se buscan, riñendo y reconciliándose, con atracción invencible, hasta el final, donde el poeta se yergue, orgulloso de haber escrito 483 comedias, todas mé- nos seis, grandes pecadoras contra el arte: sustento al fin lo que escribí, y conozco que, aunque fuera mejor de otra manera, no tuvieran el gusto que han tenido: porque a veces lo que es contra lo justo por la misma razón deleita el gusto. (Verso 372) Se cierra así el Arte Nuevo, afirmándose una vez más que el gusto tiene sus razones a veces contrarias a las de la razón; idea concebida por Lope con enérgica firmeza y que repite hasta el fin de su vida, como en la Epístola a Claudio la novedad gustosa no. quiere entendimiento, que en lo que viene a ser arbitrio el gusto no hay cosa más injusta que lo justo. Lo mismo en el Arte de 1609, cuando Lope sustenta arrogante stts 483 comedias frente a sus con La b e l l a malmaridada Un preclaro ejemplo de la Indapendencfa, esto es, de la originalidad de Lope de Vega en relaolán a la preceptiva entonces vigente. El teatro español se eohfiba a andar con vigoroso paso. Los primeros, los que da el propio Lope, son, en verdad, gigantescos. tradictores, que en la Epístola de 1631, donde se ajpoya en 1. 900 fábulas escritas, recaba siempre para el vulgo no esclavizado por la escuela el derecho de conformar según su gusto la novedad de un arte propio, al que haii de concurrir no sólo el intelecto, sino principalmente la sensibilidad y la fantasía. No pidamos, por lo demás, al Arte Nuevo lo extemporáneo o lo improcedente. Que su erudición no sea casi otra cosa que trasunto de Robertello o de Donato: Ferinelli nota bien que lo mismo los ingleses, los franceses o los alemanes se servían sólo de los teóricos italianos. Que no se afana Lope, como luego Corneille, por penetrar los pasajes difíciles de la poética de Aristóteles: ¿y para qué lo había de hacer? Corneille, aunque bastante levantisco por ideas españolas, era un subdito de Aristóteles, mientras Lope fundaba un Estado libre, y es bien de estimar que nos ahorre una tristeza semejante a la de ver al gran poeta francés obligado a escarbar en Aristóteles la aprobación de lo que su propia conciencia artística aprobaba. Que no tiene él brío de un manifiesto revolucionario como el prefacio del Cromwell: Víctor Hugo

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