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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-07-1962 página 36
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BLANCO Y NEGRO MADRID 21-07-1962 página 36

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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FAULKNER la aventura, en cierto modo, si no se parecen, pueden producir idénticas conclusiones. x Que los personajes sean granjeros o coroneles, granjeros borrachos o coroneles extravagantes; que los personajes sean aviadores o pescadores tiene relativa importancia. Lo importante es saber si, por debajo del envilecimiento, del caos o de la borrachera conservan un tono parecido de desesperación, de abulia, de fatalidad, fue la guerra, aquella guerra en la que él intervino como tripulante de la British Rdyal Air Forcé y en la que sufrió un accidente y una herida en acto de servicio. Encerrado en su granja, Faulkner vivió años y años recordando aquellas jornadas de tensión y de dolor. Uno de sus principales libros Una fábula es una especie de Vía Crucis y Calvario de un cabo y sus doce hombres, incluido el que habrá de negarle en la hora suprema y el que, para que la alegoría sea más consumada, ha de resultar traidor a la causa, causa de paz y de fraternidad ciertamente. La guerra dejó en él su huella profunda y trágica. El mismo lo dirá en El pago- -o la paga- -de los soldados Bl hombre que fue herido, ha muerto, y ésta es otra persona, un niño crecido La herida personal que Faulkner recibió es menos importante que la que recibió su personaje, el teniente Mahón, que no sólo queda con la cara machacada, sino con la pérdida progresiva de la razón hasta llegar a ese estado de desintegración mental que es tan característica en los imbéciles de Faulkner. La guerra tiene también su aguijón en Los Sartoris A la guerra vuelve Faulkner como a una agua estancada y putrefacta, como a un veneno vomitivo. La guerra podría ser expiación, pero, y sobre todo, la guerra es destrucción. Recordando lo que la guerra fue e hizo en los personajes, los personajes se van degenerando, se encanallan, se suicidan, agonizan entre delirios. En este aspecto, Faulkner es inexorable. PARÁBOLA y SENTIDO REFORMADOR. Algo misterioso subsiste en la locura de los grandes autores. Detrás de la depravación y del vicio aparente siempre anida en los grandes autores cierto sentido reformista y corrector. La tensión hosca y bronca siempre descubre en ellos algo más que artificios de estilo y sugestiones de retórica. El estremecimiento de Faulkner es, sobre todo, moral. La obra de Faulkner, prescindiendo de otras bellezas estéticas, ha logrado la cumbre de lo ético, q ue es Jograr que unas criaturas vencidas, atrapadas, desorbitadas, enloquecidas, enfangadas, desbordadas, sirvan de parábola sombría, pero parábola aleccionadora y ejemplar a Ja postre. William Faulkner no leía las crítieas que se hacían de su obra. Hacía bien. El siguió impertérrito, distante, solitario, huraño, girando sobre el torno torturador, dando vueltas y más vueltas en la bárbara molineta purificadera, quemándose humana e inhumanamente en el homo expiatorio, descoyuntándose horriblemente en la noria de Jas dramáticas fábiilas... y confabulaciones. El terror crea piedad. El miedo crea compasión. El dolor crea amor. La literatura puede crear espíritu. La retórica también es corazón (la buena retórica, quiero decir) La muerte, tanto como inmortalidad, es cierto que en los sujetos de espíritu y de bondad, crea salvación. Salvación por medio de la palabra, que eso y no otra cosa es el milagro. Ni después de muerto, Faulkner ha podido darse por enterado del carácter catártico de toda su obra novelística. Pero algún día los críticos insistirán menos en su fascinante estilo y apreciarán en más el valor de los símbolos, valor purgativo, sedante a pesar de los horrores, curativo no obstante la exhibición de taras y lacras sociales. Faulkner es, ante todo, un moralista y su obra está más cerca de la Biblia que del Decamerón. EL IMPACTO DE LA GUERRA. A menudo se habla del Faulkner granjero y no es de la granja de donde Faulkner ha sacado el material de sus más importantes obras, aunque haya en ellas abundante reflejo de este paisaje y de este paisanaje. El choque emocional de Faulkner, indiscutibiemente. Del triángulo de escritores John Dos Passos, Faulkner, Hemingw? ay, nacidos los tres en una procesión rítmica de años, sólo queda Dos Passos, acaso porque nunca ha llevado dentro el estruendo y la furia que los otros dos. Hasta su mismo estilo ha sido más natural y sencillo, sin el esfuerzo que supone la simplicidad de Hemingway ni las complicaciones laberínticas qué promueve Faulkner, a veces hasta sin quererlo. En España Faulkner ha tenido muchos lectores, principalmente entre los escritores. Las imitaciones de Faulkner han sido horrendas. Lo que no ha tenido son críticos y guías de su novelística, por lo menos en la calidad y cantidad que los ha tenido en Francia. El público, en gerieral, todavía no ha entrado en ese mundo subterráneo, alucinante, caótico y bello que es el mundo de Faulkner y de sus empecatadas y maravillosas criaturas, esas perversas mujeres, esos inocentes y brutales idiotas que fueron siempre el coro trágico de su soledad de granjero, sus pesadillas de ex combatiente frustrado, su bárbara melopea de poeta inhumano y misericordioso. CASTILLO PUCHE

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