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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-12-1960 página 87
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BLANCO Y NEGRO MADRID 31-12-1960 página 87

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página87
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caclilla y el payaso se aplasta las narices contra el suelo. Los enfermitos, los del circo, Jos perfodistas y loa Hermano estaban muy tristes. Casi todos ellos tenían clavados los ojos en el suelo o en el techo. Ramón, encogido junto a la puerta, sintió en su corazón la llamada de los pequeños enfermos. Para él, darles un rato de alegría, provocarles unas risas abiertas y recoger sus aplausos sería su mayor felicidad. Depositó en el suelo el saxofón y el trombón de los payasos, y a quella larga sala del hospital se convirtió de pronto para él en una redonda pista on gráderío bullicioso. Sacó del interior de su grande chaqueta su trompetín plateado y, llevándoselo a los labios, lo tocó fuerte. Luego, haciendo una gran pirueta, dijo: Con vosotros... ¡el payaso Ramy! Y para sus adentros i- Si soy el gran Ramy, o el Ramy a secas, o Ramón sin más, vosotros lo diréis. Y dicho esto para sus adentros, por poco llora. Pero se sobrepuso. Y Ramy, bajo los flashes de los regocijados reporteros gráficos, hizo grandes piruetas, cantó, bailó, contó historietas e imitó la voz de diversos ahimales. Y los niños enfermitos, olvidándose de la actuación de los payasos de nómina, reían a más no poder ante las ocurrencias de Ramy. De vez en cuando gritaban: ¡Gran Ramy! Y no sólo reían los enfermitos, también los periodistas, los demás componentes del circo y los Hermanos reían. Los únicos que en realidad no reían eran el director del circo y los payasos oficiales, pues estaban paralizados por el asombro. Pero era una paralización que se asemejaba mucho a la risa: de tal modo tenían la boca abierta. Y Ramy seguía con us gracias, sus histes y sus piruetas. Y los pequeños reían tanto, que los Hermanos temían por sus huesecitos escayolados. Pero nada dijeron, ellos se sentían felices con la alegría de sus pequeños. Finalmente, iRamy, haciendo volatines, tocó en su trompetín plateado sn pasodoble preferido: Suspiros de España Una gran salva de aplausos de los enfermitos que podían aplacudir y de los mayores acogió la última pirueta de Ramy. ¡Gran Ramy! ¡Gran Ramy! ¡G í a a Ramy... Ram? confuso, dejó el trom. petín plateado sobre la blanqa colcha de una camita, y cabizbajo, salió corriendo de la larga habitación. Pero los aplausos y el clamor de los niños le acompañaron escaleras abajo, ¡Gran Ramy! ¡Gran Ramy! ¡Gran Ramy... Ramy había descendido las escaleras

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