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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-12-1960 página 48
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BLANCO Y NEGRO MADRID 17-12-1960 página 48

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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UNA CEÑIDA BIOGRAFIÉ Reproducimos a confínvacíón un fragmento del Ensayo Velázquez pubiicado por ¡a Editorial Revista de Occidente de Madrid. (Páss, 1- 18. BLAZQUiEZ nac en 1599, Ribera en 1591, Zurbarán en 1598, Alonso Cano en 1601, Claudio Lqrena en 1600, Poussin en 1593, Van Dick en 1599. Todos esto famosos pinceles pertenecen a la misma g neración. Entre las plumas españolas coetáneas d Velázquez las más conocidas en Europa pn Calderón, 1600, y Gracián, 1601. Conviene presentar, desde luego, a nuestro pintor moviéndose entre esa fauna de pluma y pelo. En cambio, sorprenderá, la advertencia- -y la hago precisamente para producir determinado cftoc en el lector- -de que a esa generación pertenece también Descartes, 1596. La vida de Velázquez es una de las más sencillas que Tin hoAbre haya podido vivir jamás. Si atendemos a la altitud de la figura histórica, extraña que poseamos tan pocos datos sobre esa vida. El historiador suele ser voi; acisimo en materia de dalos: todos le parecen pocos. Se presenta casi siempre ant nosotros insatisfecho y hambriento hasta el punto de qué, conmovidos, nos da gana de falsificar algunos para echárselos entre los dientes y que el honibre mastique. La razón de esta incontinente datofagia es que el historiador procura de ordinario evitar fatigas a su cabeza y preferiría qne la historia se compusiese por sí misma, espontáneamente, como las islas de coral- -a fuerza de datos- Pero la verdad es que, aunque poseyésemos todos los datos imaginables, no tendríamos historia y que con muchos menos de los que ya hay podría existir algo que, remotamente siquiera, se pareciese a una Historia del Hombre. En el caso de Velázquez la escasez de datos tiene un carácter curioso. Sabemos poco de su vida, pero ese poco nois descubre que, en rigor, no necesitamos saber más, porque basta para revelarnos que a Velázquez no le pasó en toda su vida más que una cosa importante, entre las que se pueden averiguar mediante datos: ser nombrado pintor del rey cuando empezaba a vivir. Fué en 1623; por tanto, cuando apenas contaba veinticuatro años. El resto de la vida visible de Velázquez es pasmosa cotidianeidad. Se suelen citar otros tres hechos que quiebran la monotonía de esa larga existencia. Pues Velázquez muere a los sesenta y un años, precisamente en ese año de la vida que los antiguos- -más observadores que nosotros de la difícil realidad que es vivir- -consideraban orno el más peligroso y del cual Augusto, en uno de los pocos trozos d sus cartas que han llegado hasta nosotros, nos dice alborozado que acaba de trasponerlo. Aquellos tres hechos son: la convivencia con Rubens, que está en Madrid ocho meses en 1628- 1629, y los dos viajes a Italia, en 1629 y en 1649. No pretendo decretar- y menos aquí, donde no puedo extenderme en pruebas y discusiones- -que esos tres hechos sean indiferentes, pero sí afirmo que no son, de verdad, importantes. No vale emplear los adjetivos vagarosamente. En una biografía es importante un hecho cuando al suprimirlo, mediante Un Denkexperiment o construcción imaginaria, nos vemos forzados a modificar, también imaginariamente, la trayectoria de esa existencia. Eso acontecería si fantaseamos que Velázquez no hubiera sido nombrado pintor del rey o que hubiese llegado a ese honor y puesto mucho más entrado en años. Entonces liabríamos tenido otro Velázquez; ya veremos cuál. Hubiera sido, pues, como si imagináramos un Goethe sin Weimar. ¡He ahí, por cierto, un tema para un estupendo libro que debía estar ya escrito: Goethe sin Weimar! Ahora bien, nada puede hacernos ver que la obra y la vida de Velázquez, sin los dos viajes a Italia, hubiesen ido distintas. Sólo habría traído consigo la supresión de La fragua de Vulcano, La túnica de losé y La tentación de Santo Tomás de Aquino, Ibs tres cuadros más equívocos de toda su obra, en la que constituyen un extraño paréntesis sin comunicación -salvo, naturalmente, los rasgos generales de su pintar- -con lo antecedente ni con lo consecuente. El único efecto claro de esos viajes que en Velázquez percibimos es que vuelve siempre de ellos tonificado, como quien vuelve de una cura de aire libre. Mayor fué. el influjo del encuentro con Rubens, que facilitó su íntima liberación ayudándole a perforar la película de provincialismo que envolvía la vida española de aquel tiempo, a pesar de que era aún España el poder preponderante en el mundo. Pero nadie que haya intentado construirse con alguna precisión cómo era el hombre Velázquez puede dudar de que no habría tardado mucho más eit romper por su sola inspiración esa costra limitadora. Se trata precisamente de una de las criaturas más resueltas secretamente- -es decir, sin gesticulaciones n i retórica- -a existir desde sí misma, a obedecer sólo sus propias resoluciones, que eran tenacísimas e indeformables. Con estas reservas, no hay infeonveniente en decir que

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