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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-11-1960 página 68
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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-11-1960 página 68

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página68
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¡Cualquiera upo cuándo Mannel iba en serio! 1, ntre cabezazos: -Claro, mamá. Claro qne ya en serio. Si es una chica stupenda, y me quiere... y yo la quiero, d verdad. Porque no lo había dicho de las demás, acaso porque los ojos d Manuel tenían claridad o luces, o lo que fuera, que su madre no sabía precisar pues no entendía de literatura. Y se lo creyó aunque no cesaba: -iPéro, ¿de verdad, va en serio? Sí, mamá, sí. Y la comida, que estoy muerto de hambre. Luego, los garbanzos estaban daros. ¡Qué bárbaro! No h i y quien se los coma. ¡Si rebotan! Para comprobarlo los tiraba contra la pared o al suelo. Era brusco. Era brusquísimo Mannel. Y no había persona qne no le adorara siéndolo o sin serlo. Aquella noche no se dio cuenta de nada, y estuvo hablando de ella hasta que la madre se lo llevó a la habitación. -Que mañana tienes que irte a las nueve. Manuel aquella noche no teaia sueño, ni hambre, ni oía, ni miraba. Estaba en un mundo aparte. Es qUe tiene dieciocho aros. Se le pasará. Se le pasó, A los seis meses. ¿Han reñido? No. Pero era distinto. -iCIaro. Los dieciocho años. Y volvía la edad. La madre (sa noche onreia. Siendo como eran, alcatizafaan el significado de todas las coias sencillas que no tenían por qué a otros ojos o cuya razón no podía apreciarse por los demás. En eso nunca se parecerían a los otros que si tenían algo era porque lo habían comprado para levarlo a líos mismos. Y la mayoría que lún daba palmaditas sobre los hombros de Mannel, se habrían reído ante las vidas de ellos que veían espiritualidad en tod a falta de materia. Si no tuvieron dinero ¿de qué iban a mantenerse? Vivir de sueños era vivir de regalo. La madre hacía cabalas, conjeturas; decía luego al hijo: -Te compraré un abrigo, que esa ga- bardina tiene que darte mucho frío. Y unos pantalones nuevos, lElla estaba con la misma ropa desde hacía siete años... O diez, porque para distinguir, Manuel no sabía y era una calamidad. Al oírle se emocionaba. Seguro que pensaba en el día- que Mannel los llevara a vivir a una casa grande donde no se estropearan sus manos con el trabajo de los años. Ya estaban estropeadas y al dejarlas descansar, un acontecimiento, parecían irse solas a la larea, con el rumor del agua en la pila de lavar o en la aguja, traspasando roto y rotos de telas que habían de parecer nuevas. En cillas estaban los telares de sueños de la madre, que los enredaba allí, como dejándolos en aquel par de calcetines o en la camisa, y con ello Manuel pudiera llevarlos al trabajo. ¿Por qué no vas por ahí? En una ciudad se consigue algo. Tal vez... Tal vez. Y allá fué Mannel. Aprovechó un permiso, quizá para decir: -Voy d vacaciones. En- lugar de...

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