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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-11-1960 página 60
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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-11-1960 página 60

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
  • Página60
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hablaba con la voz de ellas n un diálogo sin respuesta. Y de vez en cuando se estremecía. Yo había sabido al peqneño escenario. ¡Araníijs! -grité. ¿Qué? -contestó el, volviéndose. ¡Ven, ya está bien por boy! -Ahora que estaba hablando con esta muchacha que está sola. ¡Ven tú, mira qué ojos más tristes tiene! Un hombre se acercó y se sentó junto a la muchacha. -Perdona- -dijo. -No hay de qué- -contestó con voz femenina Araníes. Esta vez los hombres rompieron a reir y sus carcajadas volvieron a alborotar el aire: -iJo, jo, jo, j o j o P e r o las mujeres arrugaron 1 entrecejo, apretaron los labios y clavaron los ojos en los ojos cerrados de sus respectivas parejas. El muñeco- subió al pequeño escenario y me dio la mano. Yo se la cogí. El amor- -dijo- s así; yo qué quieres que le. haga... Inclinó la cabeza. Yo empecé a aplaudir y los hombres también empezaron a aplaudir. Las luces indirectas que había en las paredes y en él techo, cubiertos de alucinantes pintaras abstractas, se iban apagando paulatinamente en señal de que se iba a cerrar la sala. Los hombres se habían incorporado, pero las mujeres permanecían impasibles, clavadas e n sus asientos, como si la atracción de la tierra hubiera sido reemplazada por la atracción del amor. Tal era el efecto qne les había producido las palabras amorosas de Araníes. El muñeco tuvo que intervenir. ¡Ea! ya es hora de que empecéis a desnudaros; si no, se nos va a echar encima el alba! Kierott los hombres: ¡Jo, j o j o Pero fué por poco tiempo. Un suspiro de entrega de las mujeres cortó las risas en seco. Los hombres cogieron del brazo a su pareja y. poco a poco, desalojaron la sala. Araníes, desde el pequeño escenario, casi a oscuras, les fué diciendo adiós con la mano. La sala había quedado desierta. Cogí al muñeco de una mano. íbamos a retirarnos, pero Araníes, dándome un fuerte tirón del brazo, dijo: -No te vayas; en aquel rincón hay una muchacha que te espera. ¡Mira! Y con el brazo extendido me señaló el rincón. Yo no vi nada.

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