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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-11-1960 página 36
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BLANCO Y NEGRO MADRID 19-11-1960 página 36

  • EdiciónBLANCO Y NEGRO, MADRID
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Wilson- Hughes, del año 1916, cuando el republicano Charles Evans Hugihes, noble personaje, se acostó pimpante y risueño, seguro d e que era ya presidente electo de los Estados Unidos, y despertó por la nmñ a n a con la noticia de que, pese a la mayoría del voto popular, el presidente vertíadiaro era Wilson, el denlos catorce puntos, el de la autodeterminación de los pueblos y otras iniciativas memorables que aún atraviesan los pasajes de la Historia, dejando tras de sí una gran cola de sacudidas políticas. Ahora no se h a i- eproducido el pequeño drama de Hugfhes; pero fué inquietante la, espera, durante tod a la m a ñ a n a del miércoles 9 de noviembre, al día siguiente de las elecciones; cuando estaba silencioso Nixon, que no se decidia a reconocer oficialmente la victoria ds su adversario, y estaba silencioso Kennedy, pendiente de los recuentos de California, de Ulinois y de Michigan, que podían rectificar tod as las sumas y todas las restas de la madrugada. canzada por Richard Nixon y por Heni 7 Cabot Lodge. -Dos nombramientos debemos aguardar que empezarán a señalar los caminos de la política de Kennedy; uno es el de secretario de Estado, otro el de secretario de Defensa. No hay que exagerar, pero tampoco desdeñar, la confirmación en sus puestos de Edgar Hoover, director de la Oficina de Investigación Federal, y de Alian Dulles, director de la Oficina Central de Información. Esos dos puestos son muy importantes en la vida política de los Estados unidos, porque desde ellos se procura, se prapara, busca, interpreta y ordenan toda la información seci eta, incluida la más delicada y compleja; y de sus informes dependen muchas y graves decisiones de la, Casa Blanca. Hoover y Dulles- (hermano este último de Foster rmiles, que fué secretario de Estado- -son personalidades de acentuadísima significación anticomunista. Sobre su modo de entender la lucha por la libertad del mundo n o puede existir la menor duda. Y h e aquí que el presidente electo les h a rogado que continúen en sus puestos. Han sido, por consiguiente, las dos primeras designaciones del nuevo ¡presidente. OS catorce Estados e n donde hay gran población católica, y los Estados del Sur, del llamado t r a dicionalmente sólido Sur h a n determinado la victoria d e John Mtzgerald Kennedy. Se trata d e dos fuerzas vigorosamente conservadoras, decididam nte enemigas de cualquier mutación violenta, iparfectamente definidas ambas en relación con el comunismo y con la ebullición revolucionaria que al miuntío entero tiene en vilo; y a ellas h a de atender el nuevo presidente, sin desviación posible. Sobre el Senado y la Cámara gravitará el peso de los senadores y de los representantes sudlstas partidarios del viejo orden; y a ellos se unirán los senadores y los representantes republicanos. De ese modo, el Congreso irá avanzando paso a paso y con cuidado en el camino de la política demócrata, sin lanzarse a innovaciones críticas, moderado e n cuanto a los rumbos, acompasado en cuanto al ritmo. Véase cómo lo pronostica xm. comentario del ííew York Times Se espera que el presidente lleve a la Casa Blanca señalados cambios de tono y énfasis, pero no de sustancia e n la política fundamental. Kennedy ocupará el cargo rodeado de circunstancias apremiantes, con los rusos presionando fuertemente sobre todos los problemas importantes de la guerra fría; y con crecientes signos de aue la Administración habrá de afrontar en los primeros tiempos cierta depresión económica. Añade, a título de apunte de un paisaje: La tarea que aguarda al nuevo presidente es inmensa. A sus manos se encomienda la dirección de la vasta, compleja maquinaria del Poder Ejecutivo, con unas cincuenta Agencias u Organismos distintos y más de dos millones trescientos mil funcionarios a sus órdenes. Tiene que buscar hombres capaces para el Gobierno y para docenas y docenas de puestos claves. Asumirá el mando de las Fuerzas Armadas y la dirección de la defensa nacional. Deberá preparar planes políticos interiores y exteriores para resolver innumerables problemas, muchos de los cuales le serán poco familiares. I as dimensiones de esta responsabilidad ponen de relieve la necesidad de cooperación entre la Administración que llega y la que sé va. Las palabras que acabo de transcribir, escritas por un periódico que, en muy buena parte de sus orientaciones, responde admirablemente a los gustos y preferencias de los grupos intelectuales de Izquierda, no dejan lugar a duda acerca de la influencia que ejerce ya, y ejercerá en adelante, la enorme votación al- ü L joven católico que dentro de u n ipar d e meses tendrá a su disposición el sello presidencial en Washington h a dado a entender que desea nombrar uno o dos secretarios republicanos. Es una manera de dar a Nixon una participación directa en el ejercicio del Oobierno. ¿Quién será o quiénes serán esos secretarios? Amigos que se mueven cerca de Kennedy en las playas de la radiante y soleada Florida anuncian sorpresas. Ayer dijeron: Será sorprendente el nombre del nuevo secretario de Estado. Parecen indicar con ello la posibilidad de un candidato republicano; quizá algún profesional de la diplomacia que h a trabajado intensamente, acendradamente, con el presidente Eisenliower. Pero Adlai Stevehson continúa siendo xm, candidato de primera magnitud. Equilibrio, atención a las curvas del- camino, frenos seguros, cuidado con las velocidades excesivas, mano firme en el volante... Tales son las consignas de 1 elección, bien distintas de las que ciertos círculos pregionabaü en la víspera de la elección. El país ha dado muestras de una grave preocupación, de una serenidad muy firme, y de ima decisión de n o transigir en lo esencial, sea cual sea el desafío. Kennedy h a dicho que le parece muy bien la política de Eisenhower respecto de Berlín; y en cuanto a las famosas conferencias- ciunbre piensa que n o es discreto frecuentarlas antes de que los Estados Unidos hayan asegurado una superioridad militar indudable y decisiva. Si estos h a n de ser sus camin os e n materias tan abrumadoramente concluyentes, quedará confirmado el augurio conservador: política más juvenil y más vigorosa, leyes sociales que aseguren im salario mínimo de u n dólar y veinticinco centavos por hora, una asistencia médicofarmacéutica completa a los obreros y a los empleados, y un amplio sistema de pensiones para los inválidos y los viejos; sensación de u n mando apretado y resuelto, vital, estimulante; planes educativos poderosos para aumentar la distancia entre los preparativos de los Estados Unidos y los d ¡e Busia... Todo ello pertenece al mimdo de la política interior, que deberá estar apoyada por una. moneda sana y dueña de sí misma. Pero en el exterior, cincuenta por ciento de audacias demócratas y cincuenta por ciento de cautelas i- epublicanas. Esto han dicho las urnas, M. A.

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